miércoles, 20 de enero de 2021

LOS OLVIDADOS E IMPRESCINDIBLES MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA

 Cuando uno era niño de catequesis, había cosas que se aprendían desde el principio y para toda la vida: mandamientos de Dios y de la Iglesia, sacramentos, pecados capitales y obras de misericordia. La verdad es que sabiendo eso uno tenía más que de sobra para conocer y vivir los fundamentos de lo que sería su vida de fe. Eran formulaciones exactas, básicas, evaluables y más que suficientes.

Al grito de abajo la memoria, tenemos una amplísima generación de católicos sin más fundamento doctrinal que lo importante es amar y compartir. Con ese equipaje a la espalda no es extraño que el catolicismo esté realmente bajo mínimos.

En nuestras catequesis si acaso los niños aprenden los mandamientos de la ley de Dios y sin mucho insistir. Me atrevo a decir que trabajo perdido si no se aprenden los de la Iglesia. No me vengan con la cosa esa de que lo de la Iglesia es algo secundario. Yo lo entiendo al revés: si no se cumplen los mandamientos de la Iglesia el resto son ganas de perder el tiempo. Y de todos ellos, aún me atrevo a decir que en oír misa entera los domingos y fiestas de guardar es la clave donde se asienta hoy la perseverancia de la fe.

Cuando la santa madre Iglesia nos manda oir misa entera los domingos y fiestas de guardar bajo pecado mortal, lo que está diciendo es que la misa del domingo es tan clave en la vida del católico, que abandonarla es apartarse del todo de la comunión eclesial. Me molesta en grado sumo que se desprecie a los que van a misa el domingo como si fueran de segunda o tercera división. Recuerdo a un compañero que se quejaba de esa gente que va a misa mirando el horario que más les conviene. A mí, sin embargo, esa gente me encanta. El católico que no se pierde una misa dominical ni loco y que es capaz de conocerse los horario de medio mundo para no faltar, es un católico que no se pierde. 

Aquí pecadores somos todos. Pero pienso que el que va a misa cada domingo tiene todo ganado, porque en misa pide perdón, escucha la palabra y su explicación en la homilía, celebra el sacrificio incruento de Cristo en la cruz, tiene la posibilidad de colaborar incluso económicamente y hasta por medio de avisos y hasta carteles conoce la vida de la Iglesia. 

Y sigo. Anda que no es poco lo de confesar y comulgar al menos una vez al año, participar en las prácticas penitenciales comunes y echar una mano en lo que sea necesario. 

A mí me parece que el que cumple los mandamientos de la Iglesia tiene muchas posibilidades de cumplir los mandamientos de la ley de Dios y de ser caritativo con sus hermanos. Y al revés. Quien deja la misa, la confesión, la comunión, se ríe del ayuno y la abstinencia malamente va a ser un católico medio serio.

Insisto. Antes de los mandamientos de la ley de Dios, los de la Iglesia. Concretos y evaluables. 

Lo de amar a Dios y al prójimo, que sí que es la clave, es tan esencial como inconcreto. Y como no se puede medir, ancha es Castilla. Lo medible es ir a misa todos los domingos, por eso se rechaza. Pero es clave. 

Jorge González

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