¡EL CARNERITO RECHAZADO...!
CUAL OVEJITA PERDIDA...
A mi querido Grupo:
Acaso ¿no ven sus ojos al noble Pastor con el que Nuestro Amado
Jesús, nos cuidó, alimentó y Pastoreó por años....?
Solo imagínense, a donde habría ido a parar yo, cuándo mi recaída...
Pero allí estuvo la mano protectora de mi Jesús, cuidándome y protegiéndome a través del cayado de Pepito...
¡Sí! ¡Así es!!!
¡Porque así nos cuida Nuestro buen Dios!!!
¡A través de sus siervos fieles!!!
Los
cuales no dejan de ser, humanos, por lo tanto no están exentos de acaecer
errados...
Pero con todo, nunca te vi claudicar Pepito... Vi claudicar a otros. Yo misma infelizmente claudiqué, cuando las tormentas de mi vida me golpearon duramente, pero fue tu mano presurosa, la que temblorosa y envejecida pero firme y decidida a no soltar a su ovejita porque sabía que en ello se le iría la vida...
¡No me soltaste!!!! ¡Por más que brinqué y corrí, abrumada por la culpa
y sonrojada por el descaro, no podía seguir, pero fue tu mano firme la que supo
sostenerme y aquí estoy vivita para poder contarlo!!!!
¿Recuerdas Campanita? Recuerdas como sufría, suspiraba y sollozaba. Pero allí estaban esas manos de amigas y hermanas, compañeras militantes. El silencio en sus miradas, eran como gritos de ánimo y aliento, y los consejos de hermanas guerreras que no le dieron tregua a la caída en la guerra, quería rendirse, abandonarse, quería salirse y alejarse, pero ni la negra, ni la comadre, ni la gata, ni la Reque... todas juntas tintileaban cual Campana en mi mente, ¡vamos peque, vamos!
¿Para qué tanto esfuerzo, leer, estudiar y aprender, si a la primera recaída ya te hechas a perder?, ¡vamos peque VAMOS, demuéstrame que tú puedes...!
¡Cómo asistía Mi Dios a su ovejita en su clamor!!!
Balaba y balaba en su silencio… Balaba casi sin aliento... Hasta que llegó por fin, la tabla en alta mar, que Tu Mano Poderosa me envió con MariaRosa y me sacó a flote del naufragio, con las Horas de Tu Pasión, animándome paso a paso.
¡Pero sólo a Dios la Gloria! ¡Y a María Honor y honra!
Y a mis muy queridos hermanos: Pastor, ovejas y todo el rebaño, las Gracias eternas, por estar allí, en las malas tan igual como en las buenas.
¡Gracias mi amado Jesús, gracias también por mi cruz! ¡Gracias por Pepito!!! ¡Mi querido Pastor!!! ¡Que me enseñó a decirte Si Señor! Como él mismo lo hizo, desde el inicio de su vocación; Él no me falló, tampoco le fallaré yo... Él no TE falló, tampoco TE fallaré yo. Porque veo en él, TÚ mano fuerte y firme sosteniéndome cada que yo tendía a caerme.
Ya calmaron mis tempestades, ya cesó mi temblor, ya se curtió mi piel y mi voluntad también.
Ya voy firme sin paso vacilante, sino más bien con fuerza caminando siempre para adelante...
¡Gracias Pepito, Gracias!
¡Gracias
por haberle dicho Sí!!!
Y enseñarnos también a los demás y a mí, a decirle a Jesús: ¡SÍ Señor estoy aquí y de aquí no me pienso ir!!!
Amen.
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