Las obras de este santo doctor de la Iglesia tratan profundamente el tema de la misericordia de Dios.
Por: P. José Helí Osorio, OCD | Fuente:
PortalCarmelitano.org
El santo -a partir de su experiencia- trata el
tema de la misericordia muy profundamente. En el Libro
de la Noche, donde él se ocupa de la purificación en el más amplio
sentido de la palabra, relaciona la purificación con la bondad y la ternura de
Dios, quien hace la purificación del sentido y del espíritu para que el hombre
esté preparado para la unión con Él. En dicha purificación permite
acontecimientos de no fácil aceptación, personas no gratas, enfermedades y
cruces, y agrega el santo: “hasta que se humille, ablande y purifique el espíritu, y se ponga tan
sutil y delgado que pueda hacerse uno con el Espíritu de Dios, según el grado
que su misericordia quisiere concederle de unión de amor” (2 N 7, 3). Esta purificación la hace Él según
quiere, y la misericordia la otorga también en la medida que Él determina.
La Oración del Alma Enamorada se puede definir
como ORACIÓN DE LA MISERICORDIA en su sentido
más profundo. Con un breve análisis de la misma se comprueba: comienza San Juan de la Cruz preguntando a Dios: “Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer
lo que ando pidiendo...”, sabiendo de antemano por su
experiencia que este recuerdo ya no existe, y por eso sigue diciendo “ejercita tu bondad
y misericordia y serás conocido en ellos”; Dios conocido a través de la fragilidad del
hombre y de su miseria, pensamiento expuesto por el santo en muchos pasajes de
su magisterio (1 N 6, 4; 12, 2.4.8; 2 N 5, 5; 6, 1.4; LlB 1, 19-23 y otros); la
oración continúa: “Y
si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego,... hágase”,
donde se percibe una actitud de total abandono, reforzada por el verso
siguiente: “Y si a las obras
mías no esperas, ¿qué esperas?, ¿por qué tardas?”, hasta
llegar la súplica a un cenit de confianza, “Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te
pido”,... queriendo decir:
por mí mismo nada soy y nada puedo, sólo me queda la misericordia que me
otorgas en tu Hijo. Porque si el Hijo ha venido para ser fiel imagen de la
misericordia del Padre en ella, -sólo en ella-, va a obtener todo lo que pide.
La misma oración es la garantía de lo expuesto por el santo: “No me quitarás,
Dios, mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste
todo lo que quiero” (D.
26). Esta es la trayectoria segura y firme para invocar al Padre; quien así lo
hace, no se equivoca.
Los místicos del Carmelo enseñan de un modo
magistral la “espiritualidad de la mirada”,
y tanto la santa de Ávila, como el santo de la Noche han logrado captar a través de la mirada de Dios su Misericordia y Ternura. Uno de
los muchos pasajes es la canción 31: “En solo aquel
cabello/ que en mi cuello volar consideraste,/ mirástele en mi cuello/ y en él
preso quedaste,/ y en uno de mis ojos te llagaste” (Canc. 31).
Comentando esta canción dice: “El mirar de Dios es
amar”, famosa afirmación que encierra todo un tratado de misericordia, y
al comentar el cuarto verso añade: “Si él por su
gran misericordia, no nos mirara y amara primero,... y se abajara, ninguna
presa hiciera en él el ‘vuelo del cabello’ de nuestro bajo amor” (CB 31,
8). Intenta explicar con figuras: vuelo de ave, cabello,
mirada, presa etc.,
con cuanta misericordia y amor está amando al pecador y le está mostrando su
misericordia.
Más adelante, en el libro de la Llama, en el
comentario a la canción 3, “Oh lámparas de fuego...”
, dice el santo que estas lámparas son las virtudes, y estas mismas vio
Moisés en el monte Sinaí, y postrado en tierra clama: “Emperador, Señor, Dios, misericordioso,
clemente, paciente, de mucha miseración, verdadero, que guardas misericordia en
millares...., que ninguno hay inocente de suyo delante de ti. (Ex
34, 5-8)”. (LlB 3, 4). Y más adelante el santo, comentando la misma
canción, destaca cómo la misericordia es lámpara que da fuerza y luz: “Porque cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y
ámales según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti, como
quien él es, te hace mercedes;... siendo él misericordioso, piadoso y clemente,
sientes su misericordia y piedad y clemencia”; y termina con una
profunda ternura: “Yo soy tuyo y para darme a ti y
gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti” (CB 3, 6). Y
con el mismo sentimiento que ha dejado transparentar en la Oración del alma
enamorada, aquí también lo expone: Soy tuyo y para
darme a ti, que es el lenguaje del Dios enamorado fuertemente de todos los
hombres.
JUAN DE LA CRUZ, SANTO
Memoria Litúrgica,
14 de diciembre
Por: Redacción | Fuente: Archidiócesis de Madrid
PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
Martirologio Romano:
Memoria de san Juan de la
Cruz, presbítero de la Orden de los Carmelitas y doctor de la Iglesia, el cual,
por consejo de santa Teresa, fue el primero de los hermanos que emprendió la
reforma de la Orden, empeño que sostuvo con muchos trabajos, obras y ásperas
tribulaciones, y, como demuestran sus escritos, buscando una vida escondida en
Cristo y quemado por la llama de su amor, subió al monte de Dios por la noche
oscura, descansando finalmente en el Señor, en Úbeda, de la provincia de Jaén (1591).
Fecha de beatificación:
25 de enero de 1675 por el
Papa Clemente X
Fecha
de canonización: 27 de diciembre de 1726 por el Papa Benedicto XIII
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.
BREVE BIOGRAFÍA
Ávila y concretamente Fontiveros fue su patria
chica. Luego lo será Castilla y de modo principal Andalucía la tierra de sus
amores.
Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del
matrimonio que formaban Gonzalo y Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su
padre muere pronto y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar
adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo
cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes toledanos;
Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del
Campo que es el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos
problemas económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las
manualidades y muestra afición al estudio.
Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas de la
Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó en el
hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los jesuitas
fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un
discípulo agudo.
Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y desde entonces se
llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes y Teología en la universidad de
Salamanca como alumno del colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor
del claustro es notorio: Mancio, Guevara, Gallo,
Luis de León enseñan en ese momento.
En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con
la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha venido a fundar su segundo
"palomarcico", como le gustaba de
llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con ella facultades
del General para fundar dos monasterios de frailes reformados y llegó a
convencer a Juan para unirlo a la reforma que intentaba salvar el espíritu del
Carmelo amenazado por los hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo
Teresa ante sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba
con "fraile y medio" haciendo con
gracia referencia a la corta estatura de Juan; el otro fraile, o fraile entero,
era el prior de los carmelitas de Medina, fray Antonio de Heredia.
Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre,
adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio de austeridad, alegría,
oración y silencio en casa pobre entre las encinas. Luego, la expansión es
inevitable; reclaman su presencia en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios
de Alcalá; ha comenzado la siembra del espíritu carmelitano.
La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus monjas; ahora dispone
de confesores descalzos que entienden -porque lo viven- el mismo espíritu. Por
cinco años es Juan el confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La
confianza que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente no
llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto en las
expresiones que emplea para referirse a él; le llamará "senequita"
para referirse a su ciencia, "santito de fray Juan" al hablar de su santidad, previendo que "sus huesecitos harán milagros".
No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla. Fueron
los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan preso a Toledo donde
vivió nueve meses de durísima prisión. Es la hora de Getsemaní, la noche del
alma, un periodo de madurez espiritual del hombre de Dios expresado en sus
poemas. Logra escapar en 1578 del encierro de forma dramática, poniendo audacia
y ganando confianza en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito
y saliendo por el tragaluz.
En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como un segundón;
serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen de la organización, Juan
llevará la doctrina y cuidará del espíritu.
Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en Beas de
Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús. Después en Baeza; funda
el colegio para la formación intelectual de sus frailes junto a la principal
universidad andaluza. Y en Granada, en el convento de los Mártires, continuará
su trabajo de escritor. En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de
Mancha Real.
Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años. ¡Cómo no recordar su deseo-exponente de amor rendido- ante la
contemplación de un Cristo doliente! "Padecer, Señor, y ser menospreciado
por Vos".
En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non grata ante el
padre Doria. La realidad es que está quedando arrinconado y hasta llega a
tramarse su expulsión del Carmelo.
Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar y se plantea la
posibilidad de marchar a las Indias; allí estará más lejos. Es otro tiempo de
oración solitaria y sabrosa. La reforma carmelitana vive agitada por el modo de
proceder de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios otros
planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.
Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas persistentes
provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran espárragos cuando no era su
tiempo para calmar el antojadizo deseo de aquel fraile que iba de camino, sin
fuerzas y medio muerto de cansancio, buscando un médico.
Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó la erisipela en una
pierna; luego vino la septicemia. Y en medio andaban los frailes con frialdad y
era notoria la falta de consideración por parte del superior de la casa. Hasta
que llegó el 13 de diciembre, cuando era de noche, que marchó al cielo desde el
"estercolero del desprecio".
Llovía.
Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso
aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para hacerse más
apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar lo inefable de la
misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida, pienso que será
buen momento para hacer mención de algunas de las obras que le han hecho figura
de la cultura hispana del siglo XVI. Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del
alma que bien pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico
espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.
Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de
la Iglesia en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II, lo nombró
patrono de los poetas
Un fraile de cuerpo entero.
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