El Papa Francisco exigió que la futura vacuna contra el coronavirus no sea una propiedad de unas naciones concretas excluyendo a las demás, sino que sea universal y para todos.
“Qué triste sería si la vacuna para la COVID 19
fuese una prioridad para los más ricos. Sería triste si esta vacuna se
convirtiese en una prioridad de tal o cual nación, y no fuese universal y para
todos”, aseveró el Pontífice en su
catequesis de la Audiencia General que presidió este miércoles 19 de agosto en
el Palacio Apostólico del Vaticano.
También advirtió que sería un escándalo “si
toda la asistencia económica que estamos observando, la mayoría con dinero
público, se concentrase en rescatar industrias que no contribuyen a la inclusión
de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común o a la
protección de la creación”.
De hecho, subrayó que esos deberían ser los criterios para seleccionar a
qué industrias se destinan las ayudas: “Aquellas
que contribuyan a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos,
al bien común y a la protección de la creación. Cuatro criterios”.
Francisco argumentó que “la pandemia ha
puesto al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad
que reina en el mundo”.
Recordó que el virus no hace excepciones entre las personas y “ha encontrado en su camino devastador grandes
desigualdades y discriminaciones. Y las ha aumentado”, lamentó.
Por ello, “la respuesta a la pandemia debe
ser doble. De un lado, la indispensable búsqueda de una cura para un virus
pequeño pero tremendo que pone de rodillas al mundo entero. De otro, debemos
curar un gran virus, el de la injusticia social, el de la desigualdad de
oportunidades, el de la marginación y el de la falta de protección a los más
débiles”.
En ese sentido, el Papa Francisco invitó a que, “con
el ejemplo de Jesús, el médico del amor divino integral, el de la curación
física, social y espiritual, actuemos ahora para curar las epidemias provocadas
por los pequeños virus invisibles, y para curar las epidemias provocadas por
las grandes y visibles injusticias sociales”.
“Propongo que ello se haga a partir del amor de
Dios, poniendo las periferias al centro y a los últimos en el primer puesto. A
partir de este amor, anclado a la esperanza y fundado en la fe, un mundo más
sano será posible”, concluyó el Papa Francisco.
Redacción ACI Prensa
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