“Ahora es tiempo de salir de nuevo, con las medidas sanitarias exigidas, y de celebrar juntos la Santa Misa, con paz y alegría, con calidad litúrgica y calidez humana la eucaristía dominical con los hermanos en la fe, presididos por nuestros sacerdotes”.
Así se expresan los Obispos de
Galicia en una “Nota pastoral” (de 25 de
julio de 2020) en la que informan sobre el restablecimiento del precepto
dominical, de cuyo cumplimiento habían dispensado por la crisis del
coronavirus.
Se me ha ocurrido recordarlo
al final de la Santa Misa, entre los avisos. Daba por hecho que todo el mundo
había entendido que la dispensa del cumplimiento del precepto tendría su pronta
caducidad. Pues se ve que para algunos parecía indefinida: “Ya seguimos la Santa Misa por televisión, ¿ya no vale?”.
Creo que nunca, con pandemia o
sin ella, se ha dicho que sea equivalente ir a Misa o seguirla por la
televisión. Hay circunstancias en las que uno está dispensado de ir a Misa, y
seguirla por la televisión o por otros medios puede ayudar espiritualmente.
Pero nada más. No existe un precepto sustitutivo que diga: “Si no puedes ir a la Santa Misa, síguela por los
medios”. No existe.
Cuando se trata de cuestiones
de este tipo no es conveniente fiarse de la propia memoria, tan proclive a ser
colonizada por intereses y comodidades. No. Hay que ir a una fuente objetiva;
por ejemplo, el “Catecismo de la Iglesia Católica”.
En el número 1389 leemos: “La Iglesia obliga a los fieles ‘a participar los
domingos y días de fiesta en la divina liturgia’ y a recibir al menos una vez
al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual, preparados por el
sacramento de la Reconciliación”.
La Iglesia concreta así un
mandamiento de la ley de Dios: “Santificarás las
fiestas”, exigiendo a los fieles que santifiquen el día de la
Resurrección del Señor y las fiestas litúrgicas principales “en primer lugar participando en la celebración
eucarística, en la que se congrega la comunidad cristiana y descansando de
aquellos trabajos y ocupaciones que pueden impedir esa santificación de esos
días” (“Catecismo”, 2042).
En los números 2180-2183 se
hace un resumen de la obligación del domingo. No se trata de una obligación
carente de base, sino enormemente motivada: “La
Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por
eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de
precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo,
enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio”
(2181).
No haría falta, en teoría, que
un precepto de la Iglesia nos recordase lo que tan necesario es para nuestra
vida. Por esta regla, tampoco harían falta los mandamientos divinos, que son de
una necesidad aún mayor. Pero somos como somos. Y Dios y su Iglesia nos conocen
muy bien.
Guillermo Juan
Morado.
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