Un gobernante
necesita recordar que el poder está orientado al bien común, no al servicio de
las propias preferencias ideológicas en contra del legítimo pluralismo.
Por: Fernando Pascual | Fuente: Analisis y Actualidad
Un gobernante tiene siempre ideas que sirven de
base para su trabajo. Si las ideas son buenas, promoverán el bien general de la
gente. Si son malas, provocarán daños más o menos graves.
Es imposible que un gobernante deje de lado sus
ideas. Si fue honesto, las habrá presentado en el programa electoral. La gente
le votó en vistas a ese programa: el gobernante elegido tiene el deber de
respetarlo.
Los problemas empiezan cuando el gobernante no
se limita a poner en marcha sus ideas, sino que además busca imponerlas a
todos. Eso ocurre cuando implementa mecanismos concretos para que sus ideas
sean enseñadas de modos más o menos agresivos a la gente, y para acallar a los
que piensan de otra manera.
Por ejemplo, si busca leyes o medidas
administrativas contra los que sostienen ideas diferentes y a favor de quienes
apoyan las suyas (aunque sean la mayoría). O si concede subvenciones a los
medios afines al gobierno, mientras busca medidas que limiten o incluso
silencien a los opositores.
Esos métodos muestran una actitud claramente
totalitaria. En primer lugar, porque los gobernantes usan cargos públicos para
promover agendas de grupo. En segundo lugar, porque dañan o incluso penalizan
la sana pluralidad que caracteriza a las sociedades libres.
La tentación del poder daña a muchos, pero con
un poco de sentido de justicia y una correcta visión de lo que significa
gobernar se pueden evitar este tipo de actitudes. Porque un gobernante necesita
recordar que el poder está orientado al bien común, no al servicio de las
propias preferencias ideológicas en contra del legítimo pluralismo.
En un mundo donde grupos de poder buscan
silenciar a quienes defienden sus ideas, hace falta denunciar sus actuaciones
totalitarias y promover ámbitos de libertad y de justicia. Entonces todas las
ideas podrán ser expresadas y promovidas libremente, en el respeto de las
exigencias del bien común y en vistas a una mejor comprensión de la realidad en
la que vivimos.
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