Lo importante es la
pureza de intención que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de
decirle aquí estoy.
Por: H. Edgar Henriquez, L.C. | Fuente: Catholic-link.com
Existen muchas maneras de buscar la unión con Dios. Sin querer acabar
toda la espiritualidad en este artículo, les comparto 8 acciones que
nos ayudarán a buscar a Dios en lo cotidiano y a unirnos a Él sea
donde sea o hagamos lo que hagamos.
La clave de lectura de estos consejos está en la intención, es decir, en
un corazón que quiere corresponder a Dios, en ese deseo de acercarse a Él y
ofrecerle lo que tiene, aunque sean solo dos minutos. Verás que tu vida “rutinaria” irá cambiando, que Dios irá permeando
tus costumbres. Estarás dejándote moldear por Dios.
1.
MEDITACIÓN
Hablar de meditación puede asustar incluso a los más veteranos en la
vida espiritual. Y es que no hablamos de yoga,
reiki o similares, aquí hablamos de la oración,
el diálogo entre dos personas en la unidad del amor. Es como cuando hablas
con tu papá o tu mamá, pero esto es con Dios. Sí, es un diálogo. Pero no
necesitas muchas palabras, basta abrirle el corazón al Señor que ya sabe lo que
te sucede. Hablamos principalmente de cinco tipos de oración: bendición,
adoración, petición e intercesión, acción de gracias y alabanza. Te recomiendo
que dediques unos 30 minutos al día para esto. De preferencia por la mañana,
antes de hacer cualquier otra cosa, así permeas todo tu ser y hacer de Dios. ¡Este será tu momento para Él! Lo importante es saberte
buscado, esperado, amado por Él. ¡Ahh!, también deberás
aceptar los momentos de silencio de Dios: cuando no te habla y parece alejarse,
esas ocasiones son las mejores para unirse a Él con fe verdadera.
«Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la
puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará» (Mateo 6,6).
2.
SANTO ROSARIO
Cuando el hombre está contento y agradecido suele ofrecer rosas a la “mujer más hermosa del mundo” (su madre o su
esposa). El rosario es lo mismo pero con nuestra Madre del Cielo, la Santísima
Virgen María. A diario podemos ofrecerle nuestras oraciones como un ramo de
flores que luego ella lleva a su Hijo Jesucristo. De esta forma la Madre
intercede por sus hijos. Es un alago, una caricia, una
sonrisa que se eleva al Cielo y nos acerca muchísimas gracias. Ese es el santo rosario. Se me ponen los pelos de
punta al solo pensar en cuántos murieron con su rosario en la mano, dando la
vida por Jesús a través de la intercesión de María. Cuántos otros sufrieron
persecuciones y allí estaban rezando un misterio tras otro. Cuántos más se
vieron libres de las ataduras del demonio al solo pronunciar el Inmaculado
nombre de María.
«No temas, María, pues Dios te ha concedido su
favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él
será grande, será llamado Hijo de Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la descendencia de Jacob por siempre y su reino
no tendrá fin» (Lucas 1,
30-33).
3.
LECTURA ESPIRITUAL
Consiste en leer un libro espiritual durante 15 o 30 minutos al día.
Puede ser la vida de un santo, los escritos del papa, libros sobre la oración,
los sacramentos, etc,. Siempre que sea una lectura “espiritual”.
Esta práctica no sustituye la lectura diaria de la Biblia que incluso
podemos hacer en la meditación de la mañana, pero si será una gran
oportunidad de abrir tu mirada a la obra espiritual de la Iglesia. Debes tener cuidado con los
libros de apariencia espiritual pero que al final terminan por confundirte más.
Fíjate si está aprobado por un obispo o por el Papa. Que sea de alguna
editorial católica o tenga buenas referencias bibliográficas. Te aseguro que
haciendo esto poco a poco irás conociendo más a Jesús, a la Iglesia, a los
santos, etc,.
«Porque la palabra de Dios es viva, eficaz y más
cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del
espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón» (Hebreros 4, 12).
4.
ÁNGELUS
Esta oración data del s. XIII. Es una muy breve oración que recuerda los
tres grandes misterios de la Santísima Virgen María: el anuncio que hace el
ángel a María de que sería Madre del Salvador, el «Sí»
de María a Dios y a su plan redentor, y la Encarnación del Hijo de Dios.
Se reza tres veces al día: una por la mañana (puede ser después de la
meditación), otra a las 12 en punto (mediodía), y otra por la tarde (luego del
rosario). Haciendo esta oración con fe nos unimos a
los cristianos que en el mundo elevan sus plegarias a Dios.
No olvides que recordar los misterios de la vida de la Santísima Virgen nos va
centrando en lo verdaderamente importante, en Jesús, y es que es inevitable que
la Madre nos lleve a su Hijo.
«Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a
grandes voces: -Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?… ¡Dichosa tú
que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lucas 1, 42-43.45).
5.
VISITA EUCARÍSTICA
Es breve y muy fácil de hacer. Cuando pasas por una iglesia y no
dispones sino de 3 minutos, esto es perfecto para tí. Entras a la capilla y
haces un acto de fe, visitas al Señor Jesús Sacramentado. Aquí puedes decirle
lo que desees, por ejemplo: «Aquí estoy, Señor, paso muy rápido a verte sólo
para decirte gracias…». San Francisco cada vez que entraba en una iglesia
decía: «Te alabamos, Santísimo Señor Jesucristo,
aquí y en todas las iglesias del mundo, pues por tu Santa Cruz redimiste al
mundo». Es sencillo. ¡Cuántas veces pasamos
de largo al ver una capilla! No se trata tampoco de detenerte en cada
capilla que veas, sobre todo si vives en Roma o España donde hay muchas
iglesias, sino de buscar estar con Dios, ocupar
tu tiempo con Él aunque sea breve. En caso
de que no puedas ir a una iglesia, puedes detenerte un momento y unirte a Dios
con una “comunión espiritual”, diciéndole a
Dios: «Señor, te amo, quiero recibirte a Tí
Sacramentado, pero no pudiendo hacerlo ahora, te recibo espiritualmente en mi
corazón». Esto sí que renueva tu día, sobre todo en momentos de
dificultad.
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no
volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed… La voluntad de mi
Padre es que todos los que vean al Hijo y crean en él tengan vida eterna, y yo
los resucitaré en el último día» (Juan 6, 35.40).
6.
“CREDO” ANTES DE DORMIR
Esto debe ser lo que más cuesta, si es así, vas por buen camino. Cuando
llega la noche lo único que uno desea es acostarse y dormir, así que ofrecerle
cinco minutos a Dios para rezar el “Credo” será
un sacrificio. Este acto de desprendimiento de sí mismo Dios lo ve, tenlo por
seguro. Costará más al principio, luego formarás el hábito y te será de gran
gusto. Rezar el “Credo” antes de dormir será una
ayuda clave incluso frente a las tentaciones: conectarte a Internet hasta la madrugada, ver
pornografía o visitar sitios inadecuados, responder mensajes durante horas,
etc. Confía tu sueño a Dios, haz la señal de la cruz y dile al Señor: «Sálvanos, Señor, despiertos; protégenos mientras
dormimos para que velemos con Cristo y descansemos en paz».
«Sepan que el Señor me ha mostrado su amor. El
Señor me escucha cuando lo invoco… Me acuesto tranquilo y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor, me haces descansar en paz» (Salmo 4, 4.9).
7.
VIA CRUCIS (VIERNES)
Esta práctica es de gran ayuda, como todas las anteriores pero
especialmente, para centrarte en el misterio pascual de Jesucristo. Recorrer
las catorce estaciones te ayudará a sobrellevar la cruz por muy pesada que sea,
a unirte al sufrimiento de Nuestro Señor, a encomendar a tantas personas que
pasan por momentos difíciles. Luego de varias veces vas
descubriendo la estación que más te ayuda, en la cual necesitas profundizar
más. Cuando llegas a la estación
número quince, que es la Resurreción del Señor, agradece a Dios por tu vida,
por tu familia, por todo lo que te ha dado; precisamente es allí donde todo
calvario triunfa en la vida nueva. Las heridas sanan. Es hermoso pensar en
esto: caminamos con Jesús en esta vida, llevamos nuestra cruz, pero nuestros
pasos no son estériles, son semillas de fe para otros, son luz en las
tinieblas, son la sal de la tierra. Nuestro caminar es fecundo, ¡atrévete a darle un sentido cristiano a tu vida!
«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie
a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida,
la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará» (Mateo 16, 24-25).
8.
JACULATORIAS
La palabra jaculatoria viene del latín «iaculum» que significa lanza. El término se ha usado en el
deporte con la variante “jabalina”. En la
vida espiritual las jaculatorias son pequeñas frases que se
repiten durante el día, sobre todo en momentos difíciles, para unirnos a Dios. Imagínate que son pequeñas flechas de luz que se
lanzan al cielo, donde cada frase es una breve oración que llega directo a
Dios. Pueden ser: «Jesús, en tí confío», «Señor, tú
sabes que te amo», «Haz de mí un instrumento de tu paz», «Jesús manso y humilde
de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo», etc. Versículos bíblicos,
invocaciones, pedacitos de oraciones, una frase de fe. Aquí tu mismo puedes
crearlas, lo importante es repetir constantemente esta frase, de manera que se
haga vida, y brote de allí una esperanza o una luz en medio de las tinieblas.
«Que la palabra está cerca de tí; en tu boca y en
tu corazón. Pues bien, ésta es la palabra de fe que nosotros anunciamos… Cuando
se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama
con la boca se obtiene la salvación» (Romanos 8, 10).
Estos consejos no deben ser entendidos en una visión matemática. No
significa que mientras más actos hagas, más cerca estás de Dios. Lo que importa
es la pureza de intención que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de
decirle “aquí estoy”. Una vez comprendido lo
anterior estamos listos para cambiar de vida, haciéndola más espiritual, más
cercana a Dios. Antes de terminar es necesario que conozcas una máxima muy cierta:
«El que no avanza en la vida espiritual,
retrocede». No es lo mismo unirte a Dios que no unirte a Él. Tu
vida espiritual sin la oración no sigue igual, al contrario, vas retrocediendo,
porque el mundo es como un río torrentoso, y nosotros vamos contracorriente,
cualquier descuido o parada te hará caer en la corriente. Sin caer en angustias
o desalientos, debemos luchar para que Cristo reine en mi vida y luego en la
sociedad.
Termino con San Pío de Pietrelcina que decía: «Ora, ten fe y no te preocupes».
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