Para lograr la purificación del alma, vaciarla del espíritu del
mundo y librarla del pecado, es necesario además de combatir el mundo, ir
contra la raíz misma del pecado que está en cada hombre y se conoce como la
triple concupiscencia. Los enemigos espirituales del hombre son el mundo, el
demonio y la carne o concupiscencia. Esta última es un enemigo interior, que
llevamos siempre con nosotros mismos, el mundo y el demonio son enemigos
exteriores que avivan el fuego de la concupiscencia.
Esta
es la inclinación al mal que quedó en el hombre como consecuencia del pecado
original. San Juan dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida no viene del Padre, sino del
mundo” 1 Juan, 2, 16. La concupiscencia de la carne es la inclinación
desordenada al placer, la concupiscencia de los ojos es la inclinación desordenada
a las riquezas y la soberbia de la vida es la inclinación desordenada al amor
propio, que lleva al hombre a considerarse dios de sí mismo.
San Gregorio Magano y Santo Tomas consideran
que los pecados capitales proceden de la soberbia.
El
hombre posee un apetito natural de excelencia dado por Dios. Nos ha dado dones,
virtudes y capacidades que debemos reconocer y dar gracias a Dios.
Pero
con el pecado original este apetito de excelencia se desordenó en el hombre
llevándolo a creer que se basta a sí mismo, que no necesita de Dios, que todo
cuanto tiene es por merito propio. Por eso
la soberbia es “un amor desordenado a sí mismo, por
el cual el hombre se estima, explícita o implícitamente, como si fuera su primer
principio y su último fin”
La
soberbia lleva a muchos a negar a Dios, no admitiendo haber salido de un
creador, no sometiéndose a su autoridad, como lo hizo el demonio, quieren
definir lo que está bien o mal, como nuestros primeros padres, también pueden
caer en este pecado pensando que sus capacidades, dones y virtudes fueran solo
suyos.
Jesús
con ningún pecado fue tan duro, acogió a los pecadores, prostitutas,
publicanos, pero trataba con rudeza a los escribas y fariseos, diciéndoles
hipócritas, sepulcros blanqueados, raza de víboras… Si traía el amor y la
misericordia, ¿por qué les hablo así? Porque
ellos tenían soberbia y obstinación en sus corazones, hasta el punto de creerse
santos y ya salvados… es un pecado tan grave ante
Dios que hizo de ángeles, demonios, como satanás.
Muchas
veces tendemos a confundir la humildad con la pobreza, creemos que los únicos
soberbios son los ricos.
También
muchos nos creemos humildes porque no somos vanidosos ni arrogantes, o porque
no alardeamos de lo que tenemos. Sin embargo, hay que decir que la soberbia se manifiesta
de múltiples maneras y es solapada, se esconde y muchos no la advierten.
Por eso aquí hay un intento de descripción del espíritu soberbio
para examinarnos al respecto:
a. ELSOBERBIO ES EGOISTA
Egocéntrico…
primero yo, segundo yo, tercero yo.
Siempre
está hablando de sí mismo: yo quiero, yo pienso, yo tengo.
Quiere
solo recibir, que lo amen y no dar amor.
Quiere
ser servido y no servir.
Es
posesivo: Mi cuarto, mis cosas, lo mío.
Vive
para sí, para procurarse placeres, es individualista y por tanto termina solo.
El
humilde en cambio, vive para los demás, se dona, se entrega, y se hace servidor
de todos, por eso al humilde todos lo quieren.
b. EL SOBERBIO SE CREE MUY BUENO.
No
reconoce sus errores… la culpa siempre la tiene el otro. Cree que no tiene nada
que cambiar… yo no mato… yo no robo… esta predica
no es para mí.
No
reconoce sus pecados. ¿Por qué me voy a confesar
con un cura más pecador que yo?
Es
rencoroso, no perdona y no sabe pedir perdón.
Siempre
gana la pelea, la discusión, y termina por perder familia, trabajo… La soberbia
no deja sino desastres y perdidas. El humilde en cambio cede y gana más.
El
soberbio se enoja cuando no consigue lo que quiere.
c. EL SOBERBIO SIEMPRE CREE TENER LA RAZON.
Levanta
la voz… Se impone “Aquí se hace lo que yo digo”
Cree
que se las sabe todas… ¿estos ignorantes creen que
me van a ensenar a mí?
Es
un racionalista que todo lo pone en duda.
Se
atreve a negar a Dios porque no le cabe en su cabeza, pretende someterlo a una prueba
de laboratorio.
d. EL SOBERBIO NO OBEDECE
Siempre
quiere ser el primero.
No
acepta las derrotas.
Es
impaciente y grosero.
Trata
a los demás con desprecio.
Mira
con desprecio a los pobres e indigentes.
Se
cree más por su riqueza, (carros, casas, ropa) belleza, inteligencia.
Busca
siempre la comodidad, los lujos.
Se
queja de las incomodidades, no soporta el menor sacrificio.
Reniega
ante el sufrimiento.
e. EL SOBERBIO VIVE DE LAS APARIENCIAS
Siempre
está aparentando lo que no es.
Busca
ser alabado y reconocido.
Vive
del que dirán… me miró, no me miró… me dijo, no me dijo…
Quiere
llamar siempre la atención… es bulloso y extravagante.
Es
soberbio… es ambicioso.
f. EL SOBERBIO SE CREE AUTOSUFICIENTE
Cree
no necesitar de los demás, ni de su familia, ni de Dios.
Llega
la enfermedad y reduce la dependencia de los demás.
En
definitiva, hay que decir que la soberbia es inseguridad… pide a gritos, quiéranme, préstenme atención, soy
importante. El soberbio es un pobre esclavo que se esconde bajo una
máscara.
Los
hijos de María (y seguidores de Jesús) debemos tener especial cuidado de no
caer en la soberbia, porque nuestra amada Madre, se hizo esclava del Señor, se
humillo, se reconoció como una criatura pobre y necesitada de Dios. Y mucho más
cuidado con la soberbia espiritual, aquella que nos puede hacer creer que ya
somos santos, que somos más buenos y más virtuosos que los demás, que tenemos
el derecho de juzgar y condenar a nuestro prójimo, esta soberbia sí que es
aborrecida por Dios.
UNA PARTICULAR ENSENANZA DE JESÚS
San
Agustín dice: “Toda la vida de Cristo en la tierra
fue una enseñanza nuestra, y aunque fue de todas las virtudes maestro,
especialmente lo fue de la humildad… por eso dijo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”
Cristo
nunca dijo a sus discípulos: “aprended de mi a
predicar, a hacer milagros, a caminar por las aguas, a expulsar demonios” sin
embargo si les exhortó a aprender de su humildad y esto nos muestra la
excelencia y la grandeza de esta virtud… y nos lo enseñó con su vida: nació en
la pobreza, vivió en la pobreza, lava los pies a sus discípulos, fue perseguido
y murió despreciado en una cruz… (con toda su
grandeza se quedó con nosotros en humilde pan, en la Santa Eucaristía, para enseñarnos
a ser humildes y la mejor forma de serlo es recibirlo… para llenarnos de su
humildad)
Al
humilde nada le quita la paz, vive tranquilo, en paz con todos, se acomoda a
todo, lo disfruta todo.
El
humilde perdona, es servicial, reconoce sus errores y los enmienda, aprende de
los demás, cede ante las peleas, vive cara a Dios y así puede ser feliz. Él
sabe que no es más porque lo alaben, ni menos porque lo critiquen, sabe que
vale lo que vale ante Dios.
La
humildad… es reconocerse pobre y necesitado de Dios, y de los hermanos, es
reconocer que “nada soy” “nada tengo” “nada valgo”
“soy un pecador”
MARIA Y LA HUMILDAD
Mientras
que satanás cayó por su soberbia, María fue exaltada y coronada como Reina del
Universo por su humildad. Ella se hizo humilde esclava del Señor, se hizo
servidora de los demás, acepto el sufrimiento y perdono a los que crucificaron
a su hijo. Nuestra madre es modelo y ayuda para alcanzar esta preciosa virtud.
TOTUS TUUS
Preparación para la consagración total a Jesús por María.
Lazos de Amor Mariano
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