miércoles, 10 de octubre de 2018

DÍA 9 LA VISITA DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL


LA VISITA DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL
CONTEMPLAR
En medio de la caravana donde hay muchos hombres rudos, varios mercaderes ventajistas, algunas mujeres de cierta edad y de inciertos valores, jóvenes bulliciosos, niños inquietos, en medio de ellos, camina María.
Lleva en su seno la Esperanza del género humano, pero nadie lo sabe. El Niño Dios de apenas tres o cuatro días de vida, completamente inerme, minúsculo, descansa en sus entrañas, y crece, crece, y crece.
María camina serena y exultante, atenta a todos y absorta en su interior. Aún presa del vértigo infinito de la Anunciación, sin dejar de estar en cada detalle de sus compañeros de viaje y sus necesidades.
La mayoría de los viajeros tiene Jerusalén como destino, pero ella va un poco más allá, a la casa de Isabel.
El encuentro de las dos primas fue una explosión de gozo exterior e interior. El encuentro de los dos primitos no fue menos intenso.
El niño Juan, un niño por nacer de 6 meses, completamente formado, bailó de regocijo para saludar a Jesús, como David en la misma montaña de Judá un milenio atrás. Imagina a Juan sonreír, y casi reír a carcajadas, y saltar, y aplaudir, ante la llegada del Arca de la Alianza, portando en su Interior la definitiva Palabra y el verdadero Maná bajado del Cielo.
Las madres se funden en un abrazo largo y potente, con lágrimas de alegría y abundantes caricias. El rostro arrugado y marcado por los años de esterilidad y sufrimiento de Isabel parece rejuvenecer al besar con cariño casi de abuela el de la niña de Nazaret.
E Isabel comienza –casi cantando- a felicitar a María, pronunciando las palabras que ya no dejaron de resonar jamás en el mundo: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. Cada palabra de Isabel aumentaba el gozo interior de María, que veía nuevamente confirmado lo que Gabriel le había dicho. “¡Madre de mi Señor!” la llama, llena del Espíritu Santo que le revela lo que aún no es perceptible a sus ojos.
Y entonces, el gozo contenido durante los días de caminata, y el gozo de todos los siglos, se hicieron canto en labios de la Virgen. Su canto y su alabanza resonaron con una fuerza y una luminosidad desbordante, su voz pura hizo detener de estupor hasta la danza del niño Juan… Sólo habían pasado unos días, pero María parecía ya comprenderlo todo, y preanuncia en pocos versos las notas fundamentales del Evangelio del Hijo. Detente, escucha, imagina el tono de su voz y la expresión de sus ojos, y comprenderás qué es agradecer.
El canto se prolongó, con variaciones, los tres meses duró su visita. Cantaba su voz, pero también sus manos delicadas y laboriosas, cantaban sus pies prestos a servir, su rostro y sus pupilas virginales. Toda la humanidad de María era y es un solo canto para Dios…
Y en su interior –no dejes de imaginarlo- el niño crecía, y crecía, y crecía. Y comenzó a latir su Sagrado Corazón; y se formaron los ojos que cautivaron a Pedro, y a Juan, y convirtieron a la mujer pecadora; y aparecieron sus extremidades y sus manitos, las mismas que bendecirían, y curarían, y serían clavadas en la cruz. La oblación pura que sería ofrecida en el altar del Calvario se estaba preparando –sin que ellos lo supieran del todo- en la casa de Isabel.
Detente a contemplarlo sin prisa, no tengas miedo. El Niño por nacer estaba ya allí salvando el mundo.

REFLEXIONAR
María partió sin demora… su amor es diligente, no remolón. Sabe ir directo al grano, sin rodeos, sin dar vueltas, sin perder tiempo en cavilaciones. ¿Sé amar sin demoras?
Isabel es una privilegiada de la Providencia, pero se inclina sin vergüenzas y alaba y felicita a su prima por la Misericordia que Ella experimentó. ¿Sé yo reconocer lo bueno en los demás, sé felicitar, se alabar justamente a los otros?
María deja fluir la voz del Espíritu Santo a través de la suya. Su canto es memoria y gratitud, y anuncio de las futuras proezas de Dios. ¿Sé yo cantar con memoria agradecida todo lo que Él todopoderoso ha hecho en mí y por mí?

PEDIR
Querido Niño Jesús por nacer, protege a todos los pequeños que ya han sido o serán concebidos de las manos homicidas de aquellos que no conocen ni comprenden la grandeza de la dignidad humana.
Madre Santísima, te pedimos por todas las embarazadas, para que sean conscientes del milagro de la Vida que se gesta en su interior, y vivan en continua alabanza.
Santa Isabel, intercede por todas las mujeres que desean tener hijos y aún no pueden concebir, para que se aferren a la esperanza y aprendan a reconocer y aceptar los planes misteriosos de Dios en sus vidas.
Leandro Bonnin

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