Ni periodista, escritora, académica o editora. No
quieras encontrar en mis textos una lógica perfecta o una redacción que te hace
contener la respiración. Especialmente cuando se trata de escribir sobre
Francisco, El Papa de la gente, del pueblo, de los pobres, de todos aquellos
que de alguna u otra forma se han sentido alguna vez discriminados y olvidados.
Estas líneas vienen de un corazón que se enamora cada vez más de la Iglesia y
sus dogmas, de su estructura y su teología. De todo lo que es de ella y la hace
única: su permanencia, su verdad y su luz. He sido (y soy) una católica, alguna
vez tibia, otras veces incrédula y la mayoría de las veces pecadora. El Papa
Francisco sacude, despierta, provoca tsunamis del alma. No sé tú pero eso es lo
que vivo yo cada vez que lo escucho hablar y medito en sus mensajes del amor,
la misericordia y la familia. Ha despertado a millones de católicos en el mundo
después de su emblemática visita a los Estados Unidos. En ella pasaron muchas
cosas, tengo una lista amplia de momentos, actitudes y exhortaciones del
argentino Pontífice, sin embargo hay un solo momento que quiero destacar en
este artículo.
En su
visita al congreso de los Estados Unidos no ha hecho más que modernizar las
palabras de San Francisco de Asís: “Hazme un
instrumento de tu paz , que donde hay odio, siembre yo amor, donde haya
injuria, perdón, donde haya duda, fe, donde haya desesperación, esperanza,
donde haya sombra, luz, donde haya tristeza, alegría”. Puedo imaginarme a Francisco en su momento de
profunda oración pidiendo a San Francisco por su intercesión: Francisco le
pregunta a San Francisco con gran humildad y con ese tono argentino que ya
todos conocemos: “ayúdame a hablarle a los
hombres del congreso de los Estados Unidos. Vos sabes que soy el primer
representante de Jesús que llega allí y tengo una necesidad apremiante de que
conozcan al Rey de Judá, al pobre de Nazareth, al Dios que vino a morir por mí
y por todos. Quisiera que muchos cuando me escuchen, escuchen al Maestro. Lo
vean, lo sientan y sean atraídos a su Amor así como nos pasó a nosotros en su
día.”
No estoy
segura de cuantos meses, cuantos días, cuántas horas, cuántas renuncias al
sueño hizo Francisco hasta estar seguro de haber captado la esencia de San
Francisco en esa infinidad de momentos de oración . Pero el discurso del Papa
dejo llorando a John Boehner (Presidente de la Cámara de Representantes de los
Estados Unidos) y quién al día siguiente de la visita de Francisco tomaría la
decisión de renunciar a su cargo. Tuve la oportunidad de mirar en vivo el
discurso del Papa Francisco en el congreso y pude ver el rostro descompuesto de
este hombre católico y quien a finales del mes de octubre dejará su puesto.
John Boehner relata el momento más importante de su vida, vivido privadamente
junto al Pontífice y que nadie vio: “Cuando el
Papa y yo estábamos alistándonos para salir del edificio nos encontramos solos.
El Papa me tomó del brazo izquierdo y me dijo algunas palabras muy amables
sobre mi compromiso con los niños y la educación”, recordó .En ese
momento, emocionándose una vez más, recordó “el
Papa me abraza como jalándome hacia él y dice ‘por favor, reza por mí’”. “Wow,
¿quién soy yo para rezar por el Papa? Pero lo hice”, dijo.
Conozco
la frialdad de los ambientes políticos en los Estados Unidos. Por ello estoy
más que convencida de la acción de la gracia en el corazón por medio del
ejemplo de un hombre, que es nuestro Francisco que cala hondo en mi ser, en el
tuyo y en el de millones católicos o no. Sólo alguien que se vuelve obediente y
cree en lo que Dios puede hacer en él, puede desarmar y derretir de esta manera
las frías paredes de los hombres de la Casa Blanca. John Boehner es solo uno de
ellos, porque la obra de Dios es omnipotente y maravillosa.
Sheila
Morataya
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