Sí, los que me hayan leído ayer
entenderán por qué –en mi opinión- es necesaria la intervención de Dios parea
que los habitantes del infierno no se hundan en un abismo sin fin. En el abismo
de una tristeza creciente en la que nunca se toca fondo. El paroxismo de un
dolor que se piensa que ya no puede ser mayor y que se descubre que pasado
cierto tiempo siempre es mayor.
Una mente condenada abandonada a
sí misma se situaría en una situación de hundimiento sin fin. Como una piedra
arrojada a un océano sin fondo. Dios es necesario incluso en el infierno.
De otra manera el infierno se convertiría en una sucesión de
hombres-abismo aislados unos de otros, crucificados en sus espíritus, incapaces
de pensar tranquilamente, de mantener conversaciones entre sí. El paroxismo del
dolor acabaría por eclipsar todo.
P.
FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario