Santa
Teresa de Jesús, sobre los males en la Iglesia
Mística, Doctora de la Iglesia, fundadora, escritora… muchos rasgos y,
detrás, una gran santa, menos conocida de lo que merece. Teresa de Jesús (ed.
Temas de hoy), editado por Luisa Aguirre y J. Ignacio Díez, ofrece una
selección de sus textos [Publicada en el número 531 del 1 de febrero de 2007]
«Entre
mis faltas tenía ésta, que sabía poco del rezado y de lo que tenía que hacer en
el coro y cómo regirlo, de puro descuidada que era y metida como estaba en
otras vanidades; y veía a otras novicias que me podían enseñar. Me pasaba que
no les preguntaba para que no se diesen cuenta de que yo sabía poco…» (Vida 31.23).
* «Por una parte me
llamaba Dios, por otra yo seguía al mundo. Me
contentaban mucho todas las cosas de Dios, pero me tenían atada las del mundo.
(…) Pasé así muchos años, que ahora me espanto cómo pude sufrirlo sin dejar o
lo uno o lo otro. Bien sé que no estaba en mi mano dejar la oración, porque me
tenía con las suyas el que me quería para hacerme mayores mercedes» (Vida
7.17).
* «Tenía este modo de
oración: (…) procuraba representar a
Cristo dentro de mí, y me encontraba mejor (en mi opinión) en las partes donde
le veía más solo. Me parecía que si estaba solo y afligido, como persona
necesitada, me tendría que admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas.
En especial me hallaba muy bien en la Oración del Huerto: allí le acompañaba.
Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, y deseaba limpiarle,
si podía, aquel sudor tan penoso. Pero me acuerdo de que jamás me atrevía a
hacerlo, pues mis pecados me parecían muy graves. (…) La mayoría de las noches,
durante muchos años, antes de dormirme me encomendaba a Dios y siempre pensaba
un poco en este paso de la Oración del Huerto, incluso antes de ser monja,
porque me dijeron que se ganaban muchos perdones. Creo que mi alma ganó mucho
por aquí, porque, sin saber qué era, comencé a tener oración y la costumbre era
tan habitual que no lo dejaba» (Vida 9.4).
* «Parece que es Su
Majestad quien ha escogido las almas que ha atraído a Él… Y lo llevan con tal alegría y contento que cada una se considera indigna
de haber merecido venir a este lugar; en especial algunas, que las llamó Dios
de mucha vanidad y gala del mundo… A otras ha transformado de buenas en
mejores. A las de poca edad da fortaleza y conocimiento para que no puedan
desear otra cosa… a las que son de más edad y con poca salud les da fuerzas» (Vida
35.12).
* «Vino a verme un
fraile franciscano, llamado fray Alonso Maldonado. (…) Hacía poco que había llegado de las Indias. Comenzó a contarme los
muchos millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina. (…) Me fui
a una ermita llorando mucho: clamaba a nuestro Señor y le suplicaba que me
indicase cómo yo podría hacer algo para ganar alguna alma para su servicio, ya
que el demonio se llevaba tantas, y que mi oración sirviese de algo, pues no
era para otra cosa. Tenía mucha envidia de los que podían, por amor de nuestro
Señor, dedicarse a esto, aunque pasasen mil muertes» (Fundaciones 1.7).
* «Para mí es un
consuelo particular el ver una iglesia más, sobre todo cuando me acuerdo de las
muchas que quitan los luteranos. No sé qué
sufrimientos, por grandes que fuesen, se habían de temer a cambio de un bien
tan grande para la cristiandad, (…) pues el hecho de que esté Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre, como está en el Santísimo Sacramento en
muchas partes tenía que ser un gran consuelo. Es el que siento muchas veces en
el coro cuando veo que estas almas tan limpias alaban a Dios» (Fundaciones
18.5).
* «Que se miren los
libros de gasto con mucho cuidado y advertencia. No se debe pasar con ligereza por esto. (…) Es muy conveniente que se
ordene el gasto conforme a la renta, aunque tengan que pasar como puedan» (Visita
10).
* «¡Grandísimo mal de
los religiosos! En un monasterio hay dos caminos:
el de la virtud y la religión, y el de la falta de religión. (…) Por nuestros
pecados, se frecuenta más el más imperfecto, y como hay más es el más
favorecido. (…) Y no sé de qué nos espantamos que haya tantos males en la
Iglesia, pues los que habían de ser los dechados, para que todos imitasen las
virtudes, tienen más que borrado el trabajo que el espíritu de los santos
pasados dejó en las Órdenes religiosas. Quiera la Divina Majestad poner remedio
en ello, pues ve que es necesario. Amén» (Vida 7.5).
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