Los desafíos que te
provocan frustración, serán la plataforma que te impulsarán para desatar tu fe,
mover la mano de Dios, llevar a cabo tus metas fervientes y alcanzar los deseos
de tu corazón.
En Nehemías 1:4 dice: “Cuando oí esto, me senté a llorar. De
hecho, durante varios días estuve de duelo, ayuné y oré al Dios del cielo”.
Uno de los hermanos de Nehemías vino a visitarlo, y éste le
preguntó cómo se encontraban los judíos y Jerusalén. Y recibió una respuesta
muy desalentadora, ya que su pueblo estaba destruido y desolado. Ésto lo llevó
a buscar a Dios intensamente en oración y ayuno. Pidió que se le diera gracia
delante del rey con el fin de obtener permiso y ayuda para ser enviado a su
pueblo, y reconstruir todo lo destruido. Finalmente, en el versículo 8, del
capítulo uno de Nehemías, termina así: “Y me lo concedió el rey, según la
benéfica mano de mi Dios sobre mí”. Muchas veces nos encontramos en una
situación frustrante, que no nos deja más alternativa que hacer algo para que
cambien las cosas, nos sentimos forzados a tomar decisiones, a movernos por fe.
El desaliento se transforman en una fuerza que nos impulsa a creer y avanzar; a
clamar a Dios y arriesgarnos. Debemos comprender que ese deseo ferviente que
nos nace por una frustración, es algo que Dios permite para que alcancemos
nuevas y grandes metas.
Hagamos ésta oración:
“Padre Dios, ayúdame para que pueda realizar aquellas cosas
que me parecen difíciles y frustrantes. Dame gracia delante de las personas
para encontrar apoyo y soluciones, te lo pido en el nombre de Jesús. Amén”
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