Es este un tema, que da origen a muchas confusiones… En la web de la
Santa sede, existe un extenso trabajo del P. Brian Moore, sobre las visiones,
locuciones apariciones y revelaciones, del cual he tomado citas y conclusiones
teológicas sobre esta materia.
Desde siempre al ser
humano la ha subyugado el conocimiento de todo lo que se relaciona con lo
sobrenatural Pero ahora este interés tiene una especial manifestación. Y son
muchos los que creen en cualquier manifestación que parece venir del cielo. El
cardenal Alfredo Ottaviani, escribía diciendo: “Asistimos desde hace años a un recrudecimiento de
pasión popular hacia lo maravilloso, incluso en la religión. Muchedumbres de
fieles se dirigen a los sitios de presuntas visiones y pretendidos prodigios, y
abandonan, en cambio, la Iglesia, los sacramentos, la predicación”.
(Oss. Rom., 4 de Feb. 1951, “Siate, o
cristiani, a muover vi piu gravi”). entre 1928-1975 unos 232 casos de
“apariciones” que no han sido reconocidas por la Iglesia; según, la revista Der
grosse Entschluss, de Viena. En estos últimos años han proliferado las
supuestas apariciones en todo el mundo, y una de ellas se destaca entre todas:
La “aparición” de Medjugorge. La Iglesia católica es una Santa madre muy
prudente desde hace más de 2000 años
En este campo de las
manifestaciones sobrenaturales, pueden darse dos posturas opuestas, ambas
malas. Se puede pecar por exceso: los que andan siempre tras lo maravilloso,
sin preocuparse gran cosa de su santificación personal. También por defecto:
los que tienen una actitud desdeñosa respecto a todo lo que es el ámbito de los
fenómenos extraordinarios de la vida mística. Veamos un poco los dos casos,
específicamente respecto al asunto que tenemos entre manos, las apariciones y
revelaciones. Los que tienen una actitud aparicionista, los cuales son muchos
hoy en día, que son muchos hoy en día, debemos oponer las enseñanzas de la
Sagrada Escritura, los principios de la Teología mística (especialmente San
Juan de la Cruz y Sta. Teresa), y la historia de la Iglesia.
Las Sagradas escrituras,
nos dicen: “Carísimos, no creáis a todo espíritu, sino poned a
prueba los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido
al mundo” (1Jn 4,1). “Si entonces
os dicen: “Ved al Cristo (igual que a la Virgen) está
aquí o allá", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos
profetas, y harán cosas estupendas y prodigiosas hasta el punto de desviar si
fuera posible, aún a los elegidos. Mirad que os lo he predicho” (Mt. 24, 23-25). “...
cuya aparición es obra de Satanás con todo poder y señales y prodigios de
mentira y con toda seducción de iniquidad para los que han de perderse en
retribución de no haber aceptado para su salvación el amor de la verdad” (2Test. 2,9-12). “Y embaucó a los
habitantes de la tierra con los prodigios que le fue dado hacer en presencia de
la bestia diciendo a los moradores de la tierra que debían erigir una estatua a
la bestia de modo que la bestia también hablase e hiciese quitar la vida a
cuantos no adorasen la estatua de la bestia” (Ap. 13,13-14).
La teología mística
tenemos evidentemente a los maestros en esta materia como son: San Juan de la
Cruz y Santa Teresa de Jesús. Respecto al primero, debemos decir que es
bastante duro respecto a las almas que andan siempre tras lo sobrenatural En
San Juan de la Cruz, sé encontrará abundante materia en todo el libro II de la
Subida al Monte Carmelo. “Yo conocí una persona que
teniendo estas locuciones sucesivas, entre algunas harto verdaderas y
substanciales que formaba del Santísimo Sacramento de la Eucaristía había
algunas que eran harto herejía. Y me espanté yo mucho de lo que pasa en estos
tiempos, y es que cualquier alma de por ahí, con cuatro maravedís de
consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogimiento,
luego lo bautizan todo por Dios, y suponen que es así, diciendo: Me dijo Dios;
me respondió Dios; y no será así, sino que, como hemos dicho, ellos las más
veces se lo dicen”. (Sub.ll, 29, n.2). La gran Teresa de Ahumada habla también en varios pasajes sobre las
visiones y revelaciones, aunque en general no es tan dura como su hermano Juan
de la Cruz. Pero siempre insiste en que: “… el cristiano debe buscar al
Dios de los consuelos y no los consuelos de Dios”.
En relación con el
reconocimiento de la Apariciones marianas por la Iglesia, no se puede
clarificar exactamente cuál ha sido siempre la doctrina de la Iglesia respecto
a las apariciones. Ello en base a la Sagrada Escritura, al Magisterio y a la
Teología, únicos capaces de darnos criterios seguros para nuestro análisis de
las apariciones presentes o por venir. Que Nuestra Señora de Fátima nos
ilumine, puesto que este humilde artículo lo hemos redactado especialmente en
su honor. Nosotros sabemos que finalmente su Corazón Inmaculado triunfará.
En todos estos temas,
es conveniente seguir los consejos de Benedicto XVI que nos dice que: “De todo lo cual se sigue que
uno puede, conservando íntegra y salva la fe católica, no prestar asentimiento
a dichas revelaciones y apartarse de ellas, con tal de que esto se haga sin
destemplanzas indebidas, no sin razón, y sin llegar al desprecio”.
“¿Qué se ha de pensar de las revelaciones privadas aprobadas por la
Santa Sede, como las de santa Hildegarda, santa Brígida, santa Catalina de
Siena? Ya he dicho que ni es obligatorio ni posible prestarles un asentimiento
de la fe católica”.
“... Es preciso saber que tal aprobación no significa otra cosa que el
permiso para que, después de maduro examen, se publiquen para instrucción y
utilidad de los fieles, pues a estas revelaciones, aprobadas en esta forma,
aunque no se les deba ni se les pueda dar un asentimiento de fe católica, se
les debe, sin embargo, un asentimiento de fe humana, conforme a las reglas de
prudencia, según las cuales esas revelaciones son probables y piadosamente
creíbles”
En esta misma línea de
pensamiento San Pío X, nos dice que: “Cuando se trata de formar juicio acerca de las piadosas tradiciones
conviene recordar que la Iglesia usa en esta materia de tal gran prudencia, que
no permite que tales tradiciones se refieran por escrito, sino con giran
cautela y hecha la declaración previa ordenada por Urbano VIII; y aunque esto
se haga como se debe, la Iglesia no asegura la verdad del hecho, sino limitase
a no prohibir creer al presente, salvo que falten argumentos de credibilidad.
Enteramente lo mismo decretaba hace treinta años la Sagrada Congregación de
Ritos (Decr. 2 mayo 1877): “Tales apariciones y revelaciones no han sido ni
aprobadas ni reprobadas por la Sede Apostólica, la cual permite sólo que se
crean piadosamente, con mera fe humana, según la tradición que dicen existir,
aunque esté confirmada con testimonios y documentos idóneos. Quien esta regla
siguiere, estará libre de todo temor, pues la devoción de cualquier aparición,
en cuanto mira al hecho mismo y se llama “relativa”, contiene siempre implícita
la condición de la verdad del hecho; más en cuanto es “absoluta”, se funda
siempre en la verdad, por cuanto se dirige a las mismas personas de los santos
a quienes se venera” (Pascendi, AAS vol XL, p.649).
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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