«Hay muchos niños rechazados por sus propios padres. Hay también muchos
que han sido víctimas de muchas cosas terribles que les han pasado, como drogas
o prostitución. ¿Por qué deja Dios que pasen esas cosas, incluso si no es culpa
de los niños? ¿Y por qué solo algunas personas nos ayudan?» Estas palabras que
Glyzelle, de 12 años, terminó entre lágrimas, conmovieron al Papa Francisco
durante su encuentro con los jóvenes en Manila. Antes de ella habló Jun, un
chico de 14 años rescatado de la calle, como Glyzelle, por la fundación
católica ANAK-Tkn
Querido Santo Padre:
Me llamo Jun Chura, tengo 14 años
y fui un niño de la calle. Como mi familia no tenía los medios para mandarme a
la escuela, me fui de casa y dejé a mi familia. A partir de entonces empecé a alimentarme
con lo que encontraba en las basuras. No sabía a dónde ir y dormía en la acera.
Busqué un trozo de cartón para hacerme una esterilla. Intentaba superar esta
situación incluso si mi cuerpo estaba tan sucio como el de mis compañeros de la
calle. También ellos intentaban superar sus dificultades a pesar de tener el
cuerpo completamente sucio.
No sabía tampoco cómo encontrar
comida día tras día, y lo que hacía era esperar a que la gente acabase de comer
en un restaurante y pedirles las sobras. A veces deambulaba por las calles para
encontrar materiales que pudiera revender: buscaba botellas de plástico o
papeles, y cuando mi bolsa estaba llena, lo vendía para sacar algún dinero que
me sirviera para comprar algo de comida. De vez en cuando llamaba a las puertas
de mis vecinos para mendigar comida pero muchas veces no tenían nada que darme.
Cuando estaba en la calle, fui testigo de cosas que no me gustaron, cosas terribles que les pasaron a mis compañeros en la calle: vi cómo les enseñaban a robar, a matar… perdieron todo el respecto a los mayores. A veces se peleaban por las cosas que habían robado. Vi también algunos niños que les enseñaban a consumir drogas como el shabu, los cigarrillos o la marihuana.
Además, vi a alguno de mis
compañeros esnifar disolvente o pegamento. También hay drogas. Esto es lo que
veía frecuentemente en mis compañeros de la calle. Cuando estaba en la calle
tenía mucho cuidado porque veía a algunos de mis amigos que fueron engañados
por adultos. Pretendían ofrecernos dinero para llamar nuestra atención y
acercarse a los niños haciéndoles creer que les darían algo de comer, o la
oportunidad de estudiar o cuidar de ellos, pero en realidad buscaban algo muy
diferente e iban a utilizarte, para limpiar su casa y muchas veces tenían objetivos
perversos, como el abuso sexual. ¡Hay tantos abusos que se cometen en la calle!
Después de algunos días, de
repente recobré la esperanza porque un educador de la calle de la fundación Tulay
ng kabataan (ANAK-Tnk), me preguntó si quería conocer esta institución que
ayuda a niños que viven en la calle. Me preguntó si quería venir y en un primer
momento rechacé su proposición. Algunos días después, cuando supe que Tulay
ng Kabataan realmente se preocupaba por los niños de la calle que ya no
están con sus familias, descubrí que no todas las personas no tienen corazón.
Aún hay personas con corazón dispuestas a ayudar a niños en necesidad.
Cuando ingresé en la fundación Tulay
ng kabataan (ANAK-Tnk), estaba sorprendido de ver que hay gente dispuesta a
ayudar y empecé a soñar de nuevo. Me dije que cuando acabase mis estudios,
sería yo quien ayudase a otros niños de la calle como yo. También seré capaz de
ayudar a mi propia familia y a la fundación Tulay ng Kabataan
(ANAK-Tnk), que fue la que me ayudó a seguir estudiando.
Hoy sé que podré continuar
estudiando porque TNK está a mi lado, y no se cansa de ayudarme a mí y a mis
compañeros de la calle. ¡Muchas gracias!
Jun Michael
Chura
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