Fueron cinco los jóvenes belgas
que entrevistaron al Papa Francisco. La entrevista se efectuó el pasado 31 de
marzo de 2014 y el lugar elegido para ella fue el palacio apostólico del
Vaticano. El resultado es una entrevista interesante no sólo por la variedad
de temáticas tratadas (vida personal del Papa, cómo reza, su interés por los
pobres, etc.), por la pluralidad de entrevistadores (entre los que también se
encontraba una atea) o por la singular procedencia geográfica y edad de los
preguntadores; el video hace notar la dinámica en la que se desarrollan los
encuentros con el Papa, encuentro, como se puede percibir, lleno de
espontaneidad y cercanía. Coloquial.
Antes de pasar a la traducción
oficial de la entrevista en español debemos añadir algo más: la entrevista
fue transmitida algunas semanas después, el domingo de ramos, por VRT, la
televisión pública belga. El proyecto de los jóvenes belgas (más
concretamente de la zona flamenca de Bélgica) es parte de la pastoral juvenil
de la diócesis de Gent, cuyo obispo, Mons. Lucas
Van Looy, medió para conseguir esta amplia entrevista. Por cuanto se sabe,
este grupo de jóvenes participó en la Jornada Mundial de la Juventud de Río
de Janeiro y con este trabajo están dando continuidad a aquella experiencia.
Aunque el alcance original de la entrevista era Flandes, el video gozó de
especial relevancia en países de lengua alemana visto que fue traducida a ese
idioma. A continuación latraducción oficial de la web del Vaticano
(los destacados en rojo son míos).
***
Forman parte de un grupo de jóvenes que nació
durante la Jornada mundial de la juventud de Río de Janeiro, porque en Río
quisieron dar a conocer también a otros jóvenes flamencos lo que habían hecho
allí. Son un grupo de doce —los otros están allí fuera— que han venido con…
…pero a los otros quiero
saludarlos después, sí.
Entonces podemos organizarlo… Y ellos hacen
verdaderamente este trabajo de entrar, de penetrar en los media como jóvenes,
partiendo de su inspiración cristiana. Y también en este sentido quieren
hacerle algunas preguntas. Ella, en cambio, no es creyente —ellos son, pues,
cuatro de aquel grupo—, ella no es creyente, pero también nos parecía
importante, porque somos una sociedad muy laica en Flandes, y sabemos que
tenemos un mensaje para todos. Por tanto, ella estaba muy contenta…
¡Ah! Me da mucho gusto. Todos
somos hermanos.
Verdaderamente, sí. La primera pregunta es:
gracias por haber aceptado nuestra petición, pero: ¿por qué la aceptó?
Cuando siento que un joven o
una joven tiene inquietud, siento que es mi deber servir a estos jóvenes,
prestar un servicio a esta inquietud, porque esta inquietud es como una
semilla, y después irá adelante y dará frutos. Y yo en este momento siento
que con vosotros estoy prestando un servicio a lo que es más valioso, en este
momento, que es vuestra inquietud.
Un muchacho: Cada uno, en este mundo, trata de
ser feliz. Pero nos hemos preguntado: ¿usted es feliz? ¿Y por qué?
Absolutamente, soy absolutamente feliz. Y soy feliz
porque…, no sé por qué… Quizá porque tengo un trabajo, no soy un desempleado, tengo un trabajo, un trabajo
de pastor. Soy feliz porque he encontrado mi camino en la vida, y recorrer
este camino me hace feliz. Y también es una felicidad tranquila, porque a esta edad no es
la misma felicidad de un joven, hay una diferencia. Cierta paz interior, una
paz grande, una felicidad que también viene con la edad. Es también un camino
que ha tenido siempre problemas; también ahora hay problemas, pero esta felicidad no desaparece con
los problemas, no. Ve los problemas, los sufre y después sigue
adelante; hace algo para resolverlos, y después sigue adelante. Pero en lo
profundo del corazón reinan esta paz y esta felicidad. Verdaderamente, para
mí es una gracia de Dios. Es una gran gracia. No es mérito mío.
Un muchacho: De muchas maneras usted nos
manifiesta su gran amor a los pobres y a las personas heridas. ¿Por qué esto
es tan importante para usted?
Porque este es el corazón del
Evangelio. Soy creyente, creo en Dios, creo en Jesucristo y en su Evangelio,
y el corazón del Evangelio es el anuncio a los pobres. Cuando lees las
Bienaventuranzas, por ejemplo, o lees Mateo 25, ves allí cómo Jesús es claro
en esto. Este es el corazón del Evangelio. Y Jesús dice de sí mismo: «He
venido a anunciar a los pobres la liberación, la salvación, la gracia de
Dios…». A los pobres. Los
que tienen necesidad de salvación, los que tienen necesidad de ser acogidos
en la sociedad. Si lees el
Evangelio, también ves que Jesús tenía cierta preferencia por los marginados: los leprosos, las viudas, los niños huérfanos, los
ciegos..., las personas marginadas. Y también los grandes pecadores…,
y este es mi consuelo. Sí, porque él ni siquiera se asusta del pecado. Cuando
encontró a una persona como Zaqueo, que era un ladrón, o como Mateo, que era
un traidor de la patria por dinero, no se asustó. Los miró y los eligió.
También esta es una pobreza: la pobreza del pecado. Para mí, el corazón del
Evangelio es de los pobres.
Hace dos meses oí que una
persona dijo: «Este Papa es
comunista». ¡No! Esta es una bandera del Evangelio, no del comunismo, ¡del
Evangelio! Pero la pobreza sin ideología, la pobreza… Por eso creo que
los pobres están en el centro del anuncio de Jesús. Basta leerlo. El problema
es que algunas veces, en la historia, esta actitud con los pobres se
ideologizó. No, no es así: la ideología es otra cosa. Es así en el Evangelio,
es simple, muy simple. También en el Antiguo Testamento se ve esto. Por eso
yo los pongo siempre en el centro, siempre.
Una muchacha: Yo no creo en Dios, pero sus gestos
y sus ideales me inspiran. ¿Acaso tiene usted un mensaje para todos nosotros,
para los jóvenes cristianos, para las personas que no creen o tienen otro
credo o creen de modo diferente?
Para mí hay que buscar, en el
modo de hablar, la autenticidad. Y la autenticidad es esta: yo estoy hablando
con hermanos. Todos somos hermanos. Creyentes, no creyentes, de esta u otra
confesión religiosa, judíos, musulmanes… todos somos hermanos. El hombre está
en el centro de la historia, y esto es muy importante para mí: el hombre está
en el centro. En este momento de la historia, al hombre se le ha
echado del centro, se le ha apartado a la periferia, y en el centro —al menos
en este momento— está el poder, el dinero. Y nosotros debemos trabajar
por las personas, por el hombre y por la mujer, que son imagen de Dios. ¿Por
qué los jóvenes? Porque los jóvenes —retomo lo que he dicho al inicio— son la
semilla que dará fruto a lo largo del camino. Pero también en relación con lo
que estaba diciendo: en este mundo, donde en el centro está el poder, el dinero,
se echa a los jóvenes. Se echa a los niños, no queremos niños, queremos menos
niños, queremos familias pequeñas; no queremos niños. Se echa a los ancianos:
muchos ancianos mueren por una eutanasia escondida, porque no los cuidan y
mueren. Y ahora echan a los
jóvenes. Pensad que en Italia, por ejemplo, el desempleo juvenil de los 25
años para abajo es casi del 50 por ciento; en España es del 60 por ciento, y
en Andalucía, en el sur de España, es casi del 70 por ciento… No conozco el
porcentaje de desempleo en Bélgica…
Algo menos, entre el 5 y el 10 por ciento…
Es poco. Es poco, gracias a
Dios. Pensad qué significa una generación de jóvenes que no tienen trabajo.
Puedes decirme: «Pero pueden comer, porque la sociedad les da de comer». Sí,
pero esto no es suficiente, porque no tienen experiencia de la dignidad de llevar el pan a casa. Este es el
momento de la «pasión de los jóvenes». Hemos entrado en una cultura del descarte: lo que no sirve a esta
globalización, se descarta. Los ancianos, los niños, los jóvenes. Pero así se
descarta el futuro de un pueblo, porque en los niños, en los jóvenes y en los
ancianos está el futuro de un pueblo. Los niños y los jóvenes, porque
llevarán adelante la historia, y los ancianos, porque nos transmiten la
memoria de un pueblo, cómo ha sido el camino de un pueblo. Y si se los
descarta, tendremos un grupo de gente sin fuerza, porque no habrá muchos
jóvenes y niños, y sin memoria. Y esto es gravísimo. Por eso creo que debemos
ayudar a los jóvenes a que desempeñen el papel que se requiere en la sociedad,
en este difícil momento histórico.
Pero, ¿tiene usted un mensaje específico, muy
concreto para nosotros, de modo que nosotros —¡ojalá!— podamos inspirar a
otras personas, como lo hace usted?
Has dicho una palabra muy
importante: «concreto». Es
una palabra importantísima, porque vas adelante en la concreción de la vida;
sólo con las ideas, ¡no vas adelante! Esto es muy importante. Y creo
que vosotros, los jóvenes, debéis ir adelante con esta concreción de vida.
Muchas veces también con acciones ligadas a las situaciones, porque hay que
reconocer esto, esto…, pero también con estrategias… Te diré algo. Por mi
trabajo, también en Buenos Aires, hablé con muchos jóvenes políticos que
pasaban a saludarme. Y estaba contento, porque ellos, tanto de izquierda como
de derecha, hablaban de una nueva música, de un nuevo estilo de política. Y a
mí esto me da esperanza. Creo que en este momento la juventud debe remar mar
adentro e ir adelante. ¡Debe ser valiente! Esto me da esperanza. No sé si he
respondido: concreción en las acciones.
Un muchacho: Cuando leo los periódicos, cuando
miro a mi alrededor, me pregunto si la raza humana es verdaderamente capaz de
cuidar este mundo y cuidarse a sí misma. ¿Comparte usted mi duda? (la
traductora)… Descartamos, como decía usted. ¿También usted tiene alguna vez
esta duda, duda y se pregunta a sí mismo: dónde está Dios en todo esto?
Me hago dos preguntas sobre
esta cuestión: ¿dónde está Dios y dónde está el hombre? La primera pregunta
es la que, en el relato de la Biblia, Dios le hace al hombre: «Adán, ¿dónde estás?». Es la
primera pregunta al hombre. Y también yo me pregunto, ahora: «Tú, hombre de
este siglo XXI, ¿dónde estás?». Y esto me hace pensar también en otra
pregunta: «Tú, Dios, ¿dónde estás?». Cuando el hombre se encuentra a sí
mismo, busca a Dios. Quizá no logre encontrarlo, pero va por un camino de
honradez, buscando la verdad, por un camino de bondad y un camino de belleza.
Para mí, una persona joven que ama la verdad y la busca, ama la bondad y es
buena, es una persona buena, y busca y ama la belleza, está en un buen camino
y seguramente encontrará a Dios. Antes o después lo encontrará. Pero el
camino es largo, y algunas personas no encuentran este camino en la vida. No
lo encuentran de manera consciente. Pero son tan verdaderos y tan honrados
consigo mismos, tan buenos y tan amantes de la belleza, que al final tienen
una personalidad muy madura, capaz de un encuentro con Dios. Porque el encuentro con Dios es una
gracia… Es un camino por recorrer…Cada uno debe encontrarlo
personalmente. A Dios no se le encuentra por lo que dicen otros, ni se paga
para encontrar a Dios. Es un camino personal, debemos encontrarlo así. No sé
si he respondido a tu pregunta…
Todos somos humanos y cometemos errores. ¿Qué le
han enseñado a usted sus errores?
Me he equivocado, me equivoco…
Se dice en la Biblia, en el libro de la Sabiduría, que el hombre justo se
equivoca siete veces al día… Para decir que todos nos equivocamos… Se dice
que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra,
porque no aprende enseguida de sus errores. Uno puede decir: «Yo no me he equivocado», pero no
mejora; esto te lleva a la vanidad, a la soberbia, al orgullo… Pienso que los
errores en mi vida han sido y son grandes maestros de vida. Grandes maestros:
te enseñan mucho. También te humillan, porque uno puede sentirse un
superhombre, una supermujer, y después te equivocas, y esto te humilla y te
pone en tu lugar. No diría que he
aprendido de todos mis errores; no, creo que de algunos no he aprendido,
porque soy obstinado, y no es fácil aprender. Pero he aprendido de muchos
errores, y esto me ha hecho bien. Y también reconocer los errores es
importante: me he equivocado aquí, me he equivocado allá, me equivoco aquí… Y
también hay que estar atento, para no caer en el mismo error, en el mismo
pozo… Es bueno el diálogo con los propios errores, porque te enseñan; y la
cosa importante es que te ayudan a ser más humilde, y la humildad hace mucho
bien, mucho bien a la gente, a nosotros, nos hace mucho bien. No sé si esta
era la respuesta…
La traductora: ¿Tiene un ejemplo concreto de cómo
ha aprendido de un error? Ella (la muchacha que ha hecho la pregunta) se
atreve a…
No, lo diré, lo escribí en un
libro, es público. Por ejemplo, en la guía de la vida de la Iglesia. Fui
nombrado superior muy joven, y, por ejemplo, cometí muchos errores de
autoritarismo. A los 36 años era muy autoritario… Después aprendí que hay que
dialogar, hay que oír lo que piensan los otros… Pero no se aprende de una vez
para siempre, no. El camino es largo. Este es un ejemplo concreto. Aprendí de
mi actitud algo autoritaria, como superior religioso, a encontrar un camino
para no ser tan autoritario, o ser más… Pero, ¡todavía me sigo equivocando!
¿Está satisfecha?... ¿O quiere atreverse a otra cosa?
Una muchacha: Veo a Dios en los demás. ¿Usted dónde ve a Dios?
Trato —¡trato!— de encontrarlo en todas
las circunstancias de la vida. Trato… Lo encuentro en la lectura de la
Biblia, lo encuentro en la celebración de los sacramentos, en la oración, y
también trato de encontrarlo en mi trabajo, en las personas, en las
diferentes personas… Sobre todo, lo encuentro en los enfermos: los enfermos
me hacen bien, porque, cuando estoy con un enfermo, me pregunto: ¿por qué él
sí y yo no? Y lo encuentro con los presos: ¿por qué este está
preso y yo no? Y hablo con Dios: «Cometes siempre una injusticia: ¿por qué a
él y a mí no?». Y encuentro siempre a Dios en esto, pero siempre en diálogo.
Me hace bien tratar de buscarlo durante toda la jornada. No logro hacerlo,
pero trato de hacerlo, de estar en diálogo. Pero no logro hacerlo así: los
santos lo hacían bien, yo aún no… Pero este es el camino.
Una muchacha: Como yo no creo en Dios, no logro comprender cómo reza usted o por qué reza. ¿Me puede explicar cómo reza en su condición de Pontífice, y por qué reza? Lo más concretamente posible…
Cómo rezo… Muchas veces tomo la Biblia, leo
un poco, después la dejo, y dejo que el Señor me mire: esta es la idea más
común de mi oración. Dejo que él me mire. Y siento —pero no es
sentimentalismo—, siento profundamente las cosas que el Señor me dice.
Algunas veces no habla…, nada, vacío, vacío, vacío… pero estoy pacientemente
allí, y así rezo… Estoy sentado, rezo sentado, porque me hace mal
arrodillarme, y algunas veces me adormezco en la oración… Y también es una
manera de rezar, como un hijo con su Padre, y esto es importante: me siento
hijo con el Padre. ¿Y por qué rezo? ¿«Porque» como causa o por qué personas
rezo?
Ambas…
Rezo porque lo necesito. Esto lo
siento, que me impulsa, como si Dios me llamara para
hablar. La primera cosa. Y rezo por las personas, cuando
encuentro personas que me conmueven porque están enfermas o tienen problemas,
o hay problemas que… por ejemplo, la guerra...
Esta mañana estuve con el nuncio en Siria, y me ha mostrado
fotografías…, y estoy seguro que esta tarde rezaré por esto, por esa gente…
Me ha mostrado fotografías de muertos de hambre, los huesos eran así… en este
tiempo —esto no lo entiendo— en que tenemos lo necesario para dar de comer a
todo el mundo, que haya gente que muere de hambre, para mí es terrible. Y
esto me lleva a rezar, precisamente por esa gente.
Yo tengo algunos miedos. ¿Usted de qué tiene
miedo?
¡De mí mismo! Miedo… Mira, en
el Evangelio Jesús repite
tanto: «No tengáis miedo. No tengáis miedo». Lo dice muchas veces. ¿Y por
qué? Porque sabe que el miedo es algo —diría— normal. Tenemos miedo de la
vida, tenemos miedo frente a los desafíos, tenemos miedo ante Dios… Todos
tenemos miedo, todos. Tú no debes
preocuparte de tener miedo. Debes sentir esto, pero no tengas miedo, y
además piensa: «¿Por qué tengo miedo?». Y ante Dios y ante ti misma, trata de
aclarar la situación o pedir ayuda a otro. El miedo no es buen consejero,
porque te aconseja mal. Te impulsa hacia un camino que no es el correcto. Por
eso Jesús repetía tanto: «No tengáis miedo. No tengáis miedo». Además,
debemos conocernos a nosotros mismos, todos: cada uno debe conocerse a sí
mismo y buscar donde está la zona en la que podemos equivocarnos más, y tener
un poco de miedo de esa zona. Porque está el miedo malo y el miedo bueno. El
miedo bueno es como la prudencia. Es una actitud prudente: «Mira, tú eres
débil en esto, esto y esto, sé prudente y no caigas». El miedo malo es el que
tú dices que te anula un poco, te aniquila. Te aniquila, no te deja hacer
nada: este es malo, y es necesario rechazarlo.
La traductora: Ella (la muchacha) ha formulado
esta pregunta porque en Bélgica, por ejemplo, a veces no es fácil hablar de
la propia fe: para ella era un modo de hablar, porque muchos no creen, y ella
ha dicho: «Quiero hacer esta pregunta, porque quiero tener la fuerza también
de testimoniar…».
Claro, ahora entiendo la raíz
de la pregunta. Testimoniar con sencillez. Porque si vas con tu fe como una
bandera, como en las Cruzadas, y vas a hacer proselitismo, no funciona. El
mejor camino es el testimonio, pero humilde: «Soy así», con humildad, sin
triunfalismo. Este es otro pecado de nuestro tiempo, otra actitud mala, el
triunfalismo. Jesús no fue
triunfalista, y también la historia nos enseña a no ser triunfalistas, porque
los grandes triunfalistas fueron derrotados. El testimonio: este es una
clave, este interpela. Lo doy con humildad, sin hacer proselitismo. Lo
ofrezco. Es así. Y esto no da miedo. No
vas a las Cruzadas.
La traductora. Queda la última pregunta…
¿La última? Es la terrible, la
última, siempre…
Nuestra última pregunta: ¿Usted tiene una
pregunta para nosotros?
La pregunta que quiero haceros
no es original. La tomo del Evangelio. Pero creo que después de haberos escuchado,
quizá sea la pregunta justa para vosotros en este momento. ¿Dónde está tu tesoro? Esta es la pregunta.
¿Dónde descansa tu
corazón? ¿En qué tesoro descansa tu corazón? Porque donde esté tu tesoro,
allí estará también tu vida. El corazón está apegado al tesoro, a un tesoro
que todos nosotros tenemos: el poder, el dinero, el orgullo, tantos…, o la
bondad, la belleza, el deseo de hacer el bien… Puede haber tantos tesoros…
¿Dónde está tu tesoro? Esta es la pregunta que haré, pero la respuesta os la
debéis dar a vosotros mismos, solos. En vuestra casa…
Le darán la respuesta en una carta…
Dénsela al obispo… Gracias. Gracias a vosotros,
gracias. Y rezad por mí.
***
Esta entrevista puede verse en
video en estos dos enlaces: Habemus Papam - Hoe interview je de paus? y HABEMUS
PAPAM.
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Jorge
Enrique Mújica, LC
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