jueves, 17 de abril de 2014

BARRABÁS...



Uno de los personajes de estos días, no precisamente el más edificante, pero no por ello menos del día, es Barrabás, aquel judío que se benefició del indulto que según los evangelios –aunque no existan otras fuentes que la corroboren- se benefició del indulto que el procurador de Cesarea otorgaría a los judíos cada pascua.

La pregunta que nos hacemos hoy es pues, ¿qué sabemos de este famoso Barrabás?

Pues para empezar que es mencionado por su nombre en hasta cinco ocasiones en el Evangelio de Mateo, tres en el de Marcos, una en el de Lucas y dos en el de Juan, lo que de entrada lo convierte en uno de esos personajes –menos de los que se acostumbra a creer- presente en los cuatro evangelios, algo que, por ejemplo, no puede decirse del mismísimo José, padre de Jesús, como ya hemos tenido ocasión de conocer (pinche aquí para conocer el tratamiento que de su figura hace por ejemplo Marcos). Once veces pues, bien que todas ellas se refieren a un episodio muy similar, pero como vamos a ver, no exactamente idéntico.

Que Barrabás es un preso existente en las mazmorras romanas es algo en lo que coinciden los cuatro evangelistas

“Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás” (Mt. 27, 16)

“Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado” (Mc. 15, 7)

“Este [Barrabás] había sido encarcelado” (Lc. 23, 19).

En Juan se extrae del contexto de los versículos concernidos.

¿Qué había hecho para hallarse en prisión?

Para Mateo es simplemente “un preso famoso” (Mt. 27, 16), si bien no aclara por qué. Según Marcos “estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato” (Mc. 15, 7), interesante descripción que abre la puerta a la no menos interesante hipótesis según la cual, incluso podría ser compañero de andanzas de los dos que son crucificados con Jesús. Para Lucas “había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato” (Lc. 23, 19). Juan nos dice que “era un salteador” (Jn. 18, 40).

Barrabás es objeto de lo que podríamos definir como un “indulto express”, o mejor aún, un indulto “in extremis”. Indulto que según nos cuentan los evangelistas, era una tradición en las circunstancias geográfico-temporales en que se produce la ejecución de Jesús. Así lo especifica Mateo:

“Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran” (Mt. 27, 15).

También Marcos:

“Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran” (Mc. 15, 10)

También Juan:

“Es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua” (Jn. 18, 39).

Pero no así Lucas, que en ningún momento menciona la costumbre.

La iniciativa del indulto es muy variada. Para Mateo, la toma Pilatos:

“Les dijo Pilato: ‘¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?’” (Mt. 27, 17)

En Marcos, la iniciativa la toman los sumos sacerdotes:

“Pilato les contestó: ‘¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?’ […] Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás” (Mc. 15, 10-11).

En Lucas la iniciativa es del vulgo:

“Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ‘¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!’” (Lc. 23, 18).

Exactamente igual que en Juan:

“‘¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los judíos?’ Ellos volvieron a gritar diciendo: ‘¡A ése, no; a Barrabás!’” (Jn. 18, 39-40).

Se da la circunstancia de que Barrabás es un apellido o patronímico perfectamente identificable en la lengua de los judíos, a mayor precisión, en arameo: la cual se debe descomponer en dos palabras: “bar” igual a hijo (la partícula “bar” del arameo se corresponde con la partícula “ben” del hebreo, significando en ambos casos “hijo”), y “Abbas” igual a padre. Ambas aparecen en los evangelios: “bar” está presente en el nombre de muchos de sus personajes, Bartolomé, Bartimeo, Baraquías. “Abbás” también aparece en el Evangelio, más concretamente en boca de Jesús:

“Y decía: ‘¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú’” (Mc. 14, 36).

Pero también en otros pasajes canónicos aunque no evangélicos:

“La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!” (Gl. 4, 6)

“Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rm. 8, 15).

Todo lo cual le otorga el significado de “hijo del padre”, escandalosamente semejante a las expresiones utilizadas por Jesús para definir su ministerio “hijo del Hombre”, “hijo de Dios” o cuando se refiere a Dios como “mi padre”. Lo cual ha dado pábulo a las más variadas interpretaciones del episodio evangélico, sobre todo entre los exégetas que llamaríamos “escépticos” enfrentando a Jesús con su propia misión y levantando desde luego, las suspicacias de cuantos han querido ver en el mismo un símbolo, pero en modo alguno un hecho real. A lo cual se ha de oponer que para ser un símbolo, es de lo más extraño que el episodio haya sido recogido con semejante fidelidad en los cuatro evangelios, mérito que como ya hemos señalado al inicio, no acumulan muchos de los episodios evangélicos.

Luis Antequera

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