lunes, 4 de marzo de 2013

CÓNCLAVE: BAJO EL COBIJO DEL ESPÍRITU SANTO


La oración de los fieles católicos y de la Iglesia entera se eleva durante el cónclave para elegir al Sucesor de Pedro.

La responsabilidad de elegir al Sumo Pontífice le toca directamente a los cardenales electores, pero toda la Iglesia, todos los católicos, tenemos la grave obligación de encomendar constantemente a los electores al Espíritu Santo durante el tiempo en que se desarrolle el cónclave.

Es un deber de hijos de Dios pues también somos Iglesia. La fidelidad al Papa se demuestra también, y con mayor razón, durante el proceso de elección del Sucesor de Pedro. Encomendar a los cardenales electores es muestra del amor a la Iglesia y de nuestro compromiso y fidelidad como católicos.

PORMENORES DEL CÓNCLAVE

En la mañana del día fijado para el comienzo del cónclave, reunidos en la Basílica de San Pedro, los cardenales electores celebran la Misa votiva Pro eligendo Papa. Por la tarde, los electores acuden en procesión a la Capilla Sixtina.

El cardenal camarlengo, ayudado desde fuera de la Capilla por el sustituto de la Secretaría de Estado, vigila que la elección se desenvuelva bajo las normas de reserva y discreción previstas.

Antes de la promulgación de la Universi Dominici Gregis había tres modos de elección del Romano Pontífice: per acclamationem seu inspirationem (por aclamación o inspiración), per compromissum (por compromiso) y per scrutinium (por escrutinio).

La elección por escrutinio, el único modo actualmente válido, tiene lugar a través de la votación, individual y secreta, de los Cardenales electores. Está prescrito que se deben realizar dos votaciones cada día, además de una votación la tarde en que comienza el cónclave. Para que sea válida la elección debe contar con dos tercios de los votos. El artículo 74 prevé que, si después de 24 escrutinios los Cardenales no consiguen ponerse de acuerdo sobre el Cardenal elegido, podrán decidir por mayoría absoluta el modo de proceder, pero nunca se deberá prescindir del requisito de exigir mayoría simple para que sea válida la elección.

Después de cada elección se queman las papeletas. La tradición indica que los Cardenales provoquen con paja seca o húmeda que el humo sea negro, si no se ha elegido al Papa, o blanco si se ha elegido al nuevo Romano Pontífice: es la conocida fumata negra o fumata blanca, que suele ver el pueblo romano desde la plaza de San Pedro.

La legislación canónica no impone requisitos para ser elegido Papa: por lo tanto, se deben considerar requisitos los propios del derecho divino para ser Obispo, es decir, ser varón con pleno uso de razón. En la práctica, sin embargo, desde hace muchos siglos el elegido ha sido siempre Cardenal.

Una vez elegido, el Cardenal Decano pregunta al elegido si acepta su elección canónica como Sumo Pontífice. Si el elegido que es Obispo acepta, desde ese momento adquiere de hecho la plena y suprema potestad sobre la Iglesia universal. Una vez que ha aceptado, le pregunta el nombre por el que quiere ser llamado. Si el elegido no es Obispo, se procede inmediatamente a su ordenación episcopal.

Los Cardenales a continuación le rinden homenaje y le prestan obediencia. Después el primero de los Cardenales Diáconos -es decir, el Cardenal Protodiácono- anuncia desde el balcón de la Basílica Vaticana al pueblo reunido en la plaza de San Pedro la elección del nuevo Papa, usando la tradicional fórmula: “Nuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!”. El Romano Pontífice imparte la bendición Urbi et Orbi.

De acuerdo con el artículo 90, si el elegido se encuentra fuera de la Ciudad del Vaticano, “deben observarse las normas del mencionado Ordo rituum Conclavis”

El artículo 92 indica que “el Pontífice, después de la solemne ceremonia de inauguración del pontificado y dentro de un tiempo conveniente, tomará posesión de la Patriarcal Archibasílica Lateranense, según el rito establecido”.

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