jueves, 15 de septiembre de 2011

LIMITACIONES QUE TIENE EL INFIERNO



Vaya por delante, que el infierno, sí que es el reino de las limitaciones.

El otro día, tocamos el tema de las limitaciones en el cielo y hoy le toca el tema de las del infierno. Así como decíamos que la definición del cielo que aprendimos desde niños era: El conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. La del infierno a sensu contrario es: El conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno. Y estas dos definiciones encuentran su justificación en el Amor y en su antítesis que es el odio.

Como señalábamos de acuerdo con lo que nos ha dejado dicho el discípulo predilecto: "Dios es amor, y el que vive en amor, permanece en Dios y Dios en él. (1Jn 4,17). Al ser esto así, en donde Dios no está no se genera amor, porque nosotros aunque nos creamos lo contrario no somos capaces de generar amor, el amor solo es Dios quien lo genera, lo nuestro es solo un reflejo del amor que Dios nos genera. Por ello también San Juan escribía a continuación diciendo: Nosotros amamos, porque él nos amó primero”. (1Jn 4,19). Lo nuestro es desear el amor de Dios, no generar amor.

En consecuencia a lo ya dicho, donde Dios no está, no hay amor, y la carencia de amor esa nada ese vacío que se origina, lo rellena enseguida el odio. Por ello el infierno es el reino del odio y también de las tinieblas. Porque si Dios es la Luz, donde no está Dios, se produce otro vacío que lo rellenan las tinieblas. En los Evangelios encontramos la referencia a las tinieblas en su doble sentido material y espiritual. Así más de una vez se alude a las tinieblas refiriéndose al infierno. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes". Porque muchos son llamados, más pocos escogidos”. (Mt 22,11-13). Esta es una referencia a la luz espiritual, no a la material, pues en el infierno no brillará la Luz del rostro de Dios.

El hombre ha sido creado para el amor y la luz, el hombre necesita vivir en el amor y por el amor, esencialmente en el amor a su Creador, y a todo lo por Él creado, en especial al resto de las criaturas humanas. De la misma forma el hombre ama la luz, la necesita, a ella siempre la identifica con la alegría de vivir, y a falta de luz natural ha creado la luz artificial. Las sombras, la noche y las tinieblas instintivamente le repelen y le atemorizan. Y esto es así y el infierno en su contenido responde a la falta de amor dentro de las tinieblas que allí reinan. Pero al hablar de tinieblas, no entendamos estas como una ausencia de luz material, sino algo mucho peor ya que se trata de una ausencia del luz espiritual o divina.

Correlativamente a los dicho, para los que alcancen el cielo, les ocurrirá lo mismo a los que no hayan querido aceptar el amor que el Señor, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte continuamente nos está ofreciendo. Él se pasa nuestra vida y la vida de cualquiera de nosotros, mendigándonos nuestro amor, porque desea hacernos eternamente felices. Cuando el amor de Dios, no es aceptado por el hombre o la mujer de que se trate, su destino está en las calderas de Pedro Botero. El Señor nos dice: "Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos. (Lc 13,28-30). El parágrafo 2.033 del Catecismo de la Iglesia católica nos dice que: Este estado de autoexclusión definitivamente de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno. Escribe Bermejo Sayés: El infierno no es creación de Dios El infierno es creación del demonio y del hombre que no se deja salvar y perdonar por Dios”.

De la misma forma que el cielo, es decir el Reino de Dios, es el reino del amor, el infierno es el reino del odio. A un condenado le resulta imposible amar, como podía amar en la tierra, nunca más podrá amar, su naturaleza de amor, si alguna vez la tuvo queda anulada y transformada en odio, en un odio feroz a todo y a todos, incluido un odio a sí mismo. En la glosa Fuego en el infierno”, publicada el 21-02-10 transcribí con más detalle la entrevista entre el exorcista de la diócesis de Roma P. Mondrone y el demonio. En esta entrevista, le pregunta el P. Mondrone al demonio:
-En el nombre de María, dime de dónde vienes.
Y le contesta el demonio:
-"Tu pregunta es estúpida”.
-“¿Por qué estúpida?”
-"Porque yo no estoy en ningún sitio, no soy un cuerpo, una carroña como tú; soy espíritu.
-“¿Y el infierno?”.
-El infierno no es un lugar, no es un campo de concentración o un estanque de fuego, como vosotros pretenciosos lo vais describiendo. El infierno soy yo. Somos cada uno de nosotros. Es un estado"
-“¿Pero entre vosotros, espíritus condenados, os conocéis?”
-“¿Por qué no? Nos conocemos, nos odiamos, como os odiamos a vosotros marmotas, como odiamos a Él, vivimos encerrados cada uno en una soledad eterna, pero estamos de acuerdo en trabajar para daño vuestro".
-No vivís nada más que para esto.
-Nuestra esencia es el mal, es el rechazo de Él, es odiar todo y a todos”.

A continuación transcribo, por su interés, otra parte del dialogo del demonio con el P. Mondrone, como consecuencia de los que dispuso Nuestra Señora:
La noche siguiente, estaba para meterme en la cama, cuando oí rumores extraños en la habitación. Eran pasos fuertes, casi sordos que hacían vibrar el pavimento. Advertida su presencia, agarré el rosario, hice la señal de la cruz, invocando mentalmente a la Virgen que estaba junto a mí, al lado de la cama, y esperé.
-“Siento que estás aquí. Bien, en nombre de Ella, que te obliga a venir y a responderme, dime: inmediatamente después de tu gran pecado, ¿te diste cuenta de todo lo que habías perdido para siempre?”
-“¡Qué pregunta tan estúpida!”.
-"Gracias, eres muy amable; Sé muy bien que mi inteligencia no se puede comparar con la tuya. Por eso permíteme una pregunta aún más idiota: ¿Jamás te has arrepentido de aquel pecado?”.
-"¿Arrepentimiento? - la respuesta surgió de inmediato, como un rugido de bestia - ¿Pero no sabes que un acto de arrepentimiento hubiese sido un acto de amor? Y esto es totalmente inconcebible en nosotros. Nosotros fuimos inmediatamente investidos de un odio inmenso contra Él. Un odio implacable, eterno. Nos encontramos envueltos, casi petrificados, en una maldición que ha llegado a ser nuestra segunda naturaleza.

Tranquilamente hubiese querido concentrar la reflexión sobre la desgracia irreparable de tantísimas criaturas tan excelsas, pero el otro me interrumpió.
-Después de habernos expulsados de su paraíso, se ha vengado destinando a nuestro estado a los seres más nauseabundos, vosotros los hombres, un amasijo de espíritu y de sucia materia. Ha hecho de vosotros un objeto de su amor infinito. Va mendigando de vosotros el amor que nosotros le habíamos rechazado. El amor por vosotros le ha hecho cometer locuras, hasta humillar al Hijo en el vientre de una mujer. Tiene la ambición de ocupar con vosotros los puestos que nosotros hemos dejado vacíos. Pero antes de que logre esto, llenaremos nuestro infierno con vosotros los hombres. La venganza que no podemos realizar sobre Él, la haremos con vosotros”.
-"Eso es lo que tu sueñas. Pero entre nosotros y tú, sobre el vértice de tu abismo infernal está Cristo Crucificado, contigo tendrás solo a aquellos que obstinadamente quieran permanecer a tu lado. Todos los demás, también los pecadores, también los pobres infieles, te serán arrancados como presa que no te pertenece, porque no son tuyos, Él los ha pagado con el precio de Su Sangre y son suyos. ¡Me niego a creer que finalmente tengas tú más que Él!”

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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