jueves, 16 de diciembre de 2010

LA VIRGEN DICE "SÍ"


Una mujer, niña aún, elegida desde siempre haciendo oración en su casita inicia la etapa más importante en la historia de la humanidad.

1. FIAT.
He aquí la esclava del Señor... (Lc 1, 38)

Una mujer, niña aún, elegida desde siempre, está haciendo oración en su casita, semiexcavada en la roca. Es María, todos los nazarenos la conocen.

¿Que quién es?
Te diré en voz baja, pues aún ella no lo sabe, que es aquella mujer a la que se refirió Yahvé en el Paraíso, prometiéndola a la Humanidad. ¿Recuerdas? La que aplastaría con su pie la cabeza de la serpiente. Es ella la que prometieron los profetas. La esperada a través de las generaciones de los hombres. La que amarán todos. La anhelada por su pueblo. Ella misma soñaba con ser esclava de la que fuera elegida Madre del Mesías.

Es una mujer elegida entre el pueblo: cose, como las demás; barre la puerta de su casa, como las demás; va por agua, con su cántaro, airosa, también como las demás; y, junto a las demás, lava la ropa en el arroyo. Mas ella ignora los planes de Dios sobre su vida, y se confunde entre las muchachas de su aldea. Hermosísima niña en la que el Señor volcó su poder y su amor, para hacer la criatura más preciosa de la creación...

El tuvo que hacer a su madre.
Si tú y yo hubiéramos tenido poder para hacer a nuestras madres... En ese caso estuvo Dios; y María es una obra divina, en la que se conjugaron el poder y el amor en grado infinito.

Dios hizo cosas maravillosas. Ella lo es más que todas las maravillas.
María estaba designada por Dios desde la eternidad. En los Proverbios, libro de la Biblia, se leen palabras que se pueden aplicar a la Señora: Ya antes de sus obras me tuvo Yahvé como principio de sus actos. Desde la eternidad fui constituida; desde los orígenes, antes que la tierra fuese hecha. Antes que los abismos, fui engendrada yo (1).

Planes divinos de la Redención. Y en esos planes tiene María un papel prominente.
¿No has pensado que tú también, en la aplicación de la Redención, tienes, hoy, un papel propio? Y, si lo cumples, son enormes las consecuencias (2), pues de que tú correspondas están pendientes, quizá, muchos hombres, lejos hoy de ti en el tiempo o en el espacio.

II

Y un ángel se presenta a los pies de María. Ha llegado la plenitud de los tiempos.
Es un mensajero de Dios que viene a pedirle su consentimiento
.
Y el ángel habla a María.
Se turba la Niña Virgen.
¡Vocación!
Y es una criatura quien la llama de parte de Dios.
María calla.
Sigue con su cabeza caída, con los ojos bajos, y completamente sonrojada.
Gabriel lo ha dicho todo... y espera.
Pero María calla.

Son unos momentos preciosos: los más líricos de la historia del mundo, y también los más trascendentales. Millones de hombres estábamos pendientes de los labios de la Niña. Y la Historia, suspendida.

Tu suerte y la mía serán consecuencia de su respuesta.
Levanta su rostro hermosísimo, aún rojo de pudor.

III
Una pregunta al ángel. Gabriel le explica. Y después, serena, mueve sus labios virginales para dar su consentimiento:

-He aquí la esclava del Señor; hágasefiat - en mí según tu palabra.

Y comienza la revolución más gigantesca de los siglos. Tú y yo somos cristianos por ella. Por ella somos hijos de Dios.

¿Y si Ella hubiera dicho que no?
Pero dijo que sí...
Y ¡qué consecuencias!

Aprendemos que la eficacia en la labor apostólica depende de la correspondencia a la gracia de Dios. No del ruido. Sí de la santidad personal.

Ella no actuó públicamente. Siguió viviendo escondida en Nazaret y, aunque oculta, nadie puede dudar de la trascendencia enorme de su vida, de su fecundidad.

¡Qué lejos estaban de saber los senadores de Roma y los sabios de Grecia que en aquellos instantes se operaba la revolución más gigantesca de los siglos, no iniciada por legiones romanas, ni por filósofos griegos, sino por una niña escondida en un rincón de su aldea!

Se ve claro ahora que la historia de estos veinte siglos ha sido consecuencia de aquel fiat de Nuestra Señora, que todo lo que desde entonces ha ocurrido, de una forma o de otra, responde, como un eco, a aquella entrega.

Los siglos, al pasar, dejan en sus monumentos el testimonio de sus creencias y de su vida: ¡Mirad los templos, que en todas las épocas se han dedicado a la Virgen, extendidos por todo el mundo!

¡Quién iba a decir que aquella niña fuera capaz de cambiar el cauce de la Historia!

Y cuando la Historia se acabe, Ella seguirá siendo para siempre la Madre de Dios.

IV
He ahí la senda oculta que los hombres buscamos con ansias, la senda de la perpetuidad, mientras la razón nos dice que todo es transitorio, que todo en la tierra se olvida. Es la senda oculta que todos presentíamos: tenía que haber un camino para que nuestras ansias de infinito no acabaran en fracaso. Es la senda de la correspondencia a la gracia.

¡Qué tristeza que se pierda una brillante eternidad por un poco de tierra! ¡Qué falta de razón y de fe!

Pero siempre es posible, a cualquier edad, ser generoso, como lo fueron en los primeros siglos los mártires de todas las edades. Y así conquistaron Roma, y así continuaron la conquista por el mundo. En Roma se leen estas palabras en una lápida de mármol: «Este suelo, antes villa y circo de Nerón, hoy faro de luz al mundo, lo conquistaron con la sangre, siendo caudillo el Apóstol Pedro, los primeros mártires romanos, y subieron desde aquí en multitud ingente para ofrecer a Cristo las palmas del nuevo triunfo».

María fue eficaz al dar su consentimiento para que el Verbo tomase carne en sus entrañas.

Una persona es santa en la medida que corresponde a la gracia para que Jesús se forme en ella. Tú y yo seremos eficaces en esa medida. Es la santidad la causa de la verdadera eficacia. Y el mundo está necesitado de nuevos cristos; sus crisis «son crisis de santos». Nuevos cristos que vivan, como Cristo, entre los hombres.

El ángel se retiró de su presencia, y la Niña Virgen siguió en oración.
Comenzó a ser la Madre de Dios y la Madre de los hombres.
Y cuando salió a la calle, lo hizo como una mujer más de su aldea.
J. A. González Lobato

(1) Prov 8, 23-24.
(2) Cfr. Mons. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 755.

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