domingo, 14 de noviembre de 2010

EL PODER DE DIOS


EL PODER DE DIOS EN NOSOTROS (1)

El poder entendido en la línea de la potestad de Jesucristo nace de una relación, se trasmite a través de la obediencia y se resuelve en responsabilidad. Sentado esto, el sacerdote - y de modo análogo el cristiano en general - ha de ser una persona que viva esencialmente desde una relación y en una relación: la relación con Dios. El sacerdote debe ser un creyente que está en diálogo con Dios. Si no es esto, toda su actividad es vacua. Lo supremo y más importante que puede hacer un sacerdote en favor del ser humano es ser lo que es: un creyente. Por la fe hace que Dios, el Otro, acceda al mundo. Y si el Otro no actúa, nuestra acción es siempre deficitaria. Pero si las personas sienten hallarse ante alguien que cree, que vive con Dios y desde Dios, nace también en ellas la esperanza. Por la fe del sacerdote se abre de par en par una puerta a los hombres: ¡con que también hoy se puede creer realmente, también hoy! La fe humana es siempre un creer compartido, y por eso es tan importante el pre-creyente, el que precede en la fe. Él está más expuesto que los otros, porque la fe de éstos depende de la suya y en determinados momentos él ha de llevar el peso de creer por ellos. Por eso, la crisis de la Iglesia y de la fe suelen ser más agudas en sacerdotes y religiosos, y se advierten antes que en el pueblo eclesial... Existe también el riesgo de que el sacerdote tome la fe como una rutina, la cuestione y se canse de ella, como le ocurre al hermano menor, y después al hermano mayor de la parábola. Entonces los otros creyentes, en especial los que volvieron a la fe por la experiencia de su propio vacío, pueden prestarle el servicio que el retorno del hermano menor ofrece al mayor.

De: La fe puerta de acceso al poder de Dios en: Un canto nuevo para el Señor, Joseph Ratzinger, pag.59-60. Ed. Sígueme Salamanca.
EL PODER DE DIOS EN NOSOTROS (2)

“…De este modo hay en la fe un dar y tomar recíprocos, donde sacerdotes y laicos son dispensadores de la cercanía de Dios. El sacerdote debe tener la humildad necesaria para esta recepción, sin ceder a ese orgullo que muestra el hermano mayor: este zángano que disfruta ahora de la acogida, ignora lo que es la carga de la fidelidad. Tal orgullo aflora a menudo en nosotros como una especie de desdén del especialista: ¿que saben esos fieles de a pie sobre crítica de la Biblia y demás criticas, que saben del abuso de poder en la Iglesia y de todas la vilezas de su historia? La arrogancia del especialista en materia de fe es un género de ceguera muy resistente, producto del que sabe las cosas a medias. La fe que en el desierto de un mundo sin Dios, junto a la bazofia de unas actitudes frívolas ya gastadas, vuelve a descubrir el agua fresca de la palabra de Dios, aunque no esté a la altura del especialista en crítica textual, es muchas veces infinitamente superior a él en lucidez para las verdades que cabe extraer de esta fuente. La fatiga del hermano mayor existirá siempre, pero no debería degeneraren una obstinación que incapacita para percibir la admirable respuesta del padre: todo lo mío es tuyo. El sacerdote debe ir por delante en la fe, pero debe ser también lo bastante humilde para ir detrás y acompañar. El confirma a los otros en la fe, pero se nutre también constantemente de la fe de los otros”.

De: La fe, puerta de acceso al poder de Dios en: Un canto nuevo para el Señor, Joseph Ratzinger, pag.60. Ed. Sígueme

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