Este año será distinto si te abres a Dios, si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que te encontrarás este año.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
La pregunta me deja un poco inquieto. Porque sé que el "año
nuevo" es simplemente una hoja de calendario, un cambio en los
números, una simple tradición humana. Porque el tiempo escapa a nuestro
control, y fluye sin cesar.
Pero casi todos, al llegar el año nuevo, damos una mirada al año que termina y soñamos en el año que comienza.
Lo pasado queda allí: fijo,
inmodificable, casi pétreo. Con sus momentos buenos y sus fracasos, con sus
sueños realizados y con los sueños que se evaporaron en el vacío, con las
ayudas que me ofrecieron y con las ayudas que pude ofrecer a otros, con mis
omisiones y mis cobardías.
Lo futuro inicia, como inició
ayer, como inició hace un mes, como iniciará mañana.
Cada instante se presenta como
una oportunidad que en parte depende de mi prudencia y de mis decisiones. En
otra buena parte, depende de las decisiones de otros. En los dos casos, y
aunque no siempre nos demos cuenta, depende de Dios.
De nuevo, ¿qué deseo en un año nuevo? Desearía la paz en Tierra Santa.
Para que nadie privase a nadie de su tierra, de su casa, de su familia. Para
que las religiones fueran vividas como lo que son: un camino para unir a los
hombres bajo la luz de Dios. Para que la tierra donde vivió, murió y resucitó
Cristo testimoniase con un estilo de vida nuevo la gran belleza del Evangelio.
Luego, desearía la paz en tantos
lugares del planeta. Especialmente en África, donde todavía unos poderosos
venden armas para la muerte pero no ofrecen comida para los hambrientos.
Querría, además, que
desapareciese el aborto en todos los países del mundo. Lo cual no es ningún
sueño imposible: basta con aprender a vivir
responsablemente la vocación al amor para que ningún hijo sea visto como un
“enemigo” o un obstáculo en el camino de la propia vida. Porque lo mejor
que podemos hacer es vivir para los demás. Porque cada niño pide un poquito de
amor y de respeto. Porque cada madre que ha empezado a serlo merece ayuda y
apoyo, para que no le falten las cosas que más necesite durante los meses de
embarazo y los primeros años de su hijo.
En este nuevo año me gustaría
dialogar con quien piensa de modo distinto en un clima de respeto, sin
insultos, sin desprecios, sin zancadillas. Porque si él y si yo somos humanos,
porque si él y si yo queremos encontrar la verdad, podemos ayudarnos
precisamente con una palabra nacida desde los corazones que saben escucharse y,
más a fondo, que saben amarse...
El año que inicia querría tener
más energías, más entusiasmo, más convicción, para enseñar a los otros lo que
para mí es el tesoro verdadero: mi fe católica. Enseñarla, sobre todo, con mi
vida. Querría ser, en ese sentido, más coherente, más bueno, más abierto, más
disponible, más cercano. Especialmente cuando me encuentre con un pobre, con un
enfermo, con una persona triste o desesperada, con quien llora porque sabe lo
que muchos no se atreven a reconocer: que ha
pecado. Porque sólo cuando me pongo ante mis faltas con honestidad clara
y completa, descubro mi miseria y comprendo la de los otros. Y porque cuando
reconozco mi miseria y la ajena puedo entender que necesitamos al único que
puede limpiarnos con su palabra llena de perdón y de esperanza: Dios.
¿Qué deseo en un
año nuevo? Quizá deseo demasiado. Quizá he
soñado despierto. Quizá me he dejado llevar por una emoción inconsistente.
Mientras, el reloj sigue su marcha, y, sin saberlo, me dice: este año será un poco distinto si te abres a Dios, si
rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos
corazones que encontrarás en los mil cruces de camino de este año que está
iniciando...
P. Fernando Pascual LC
No hay comentarios:
Publicar un comentario