Los que trabajamos al servicio de Cristo, debemos estar conscientes de todo lo que esto implica.
Por: Antonio López | Fuente: Catholic.net
Hace algunos años, me encontraba trabajando con cierto grupo de jóvenes,
auxiliando al coro en una parroquia de la ciudad. Era la mañana de un sábado
como casi cualquier otro y los coordinadores teníamos la consigna de parte del
cura, de limpiar todo el salón parroquial; el domingo en la mañana debían
llegar los muchachos que acababan de recibir su confirmación y querían quedarse
en el grupo de jóvenes. Por supuesto que no los íbamos a recibir en un salón
que más parecía bodega de supermercado que salón de una parroquia.
En eso estábamos, cuando llamó mi atención ver como a lo lejos una coordinadora
discutía acaloradamente con otro coordinador. Mientras ella bajaba la voz y
trataba de mantener la prudencia, él hacía todo lo posible por que los demás
escucháramos lo que decía. Después de un rato me acerqué y descubrí que el
motivo de la rencilla era el siguiente: el chico se
sintió humillado porque la chica le pasó una escoba para que barriese el piso
del salón, cuando según él se le había asignado la tarea de ser el orientador
de los jóvenes nuevos, es decir platicar con ellos, ayudarlos en lo que les
hiciera falta, esto debido a su facilidad de palabra y espiritualidad, (la cual
aparentemente había decidido en ese momento guardarse en la bolsa trasera del pantalón).
Los intentos de la chica por calmarlo fueron en vano, el joven se sintió
humilladísimo, rematando con una frase que hasta la fecha trato de nunca
repetir y jamás olvidar: “Yo vengo a tratar con
jóvenes, no a limpiar lo que otros ensucian ni a barrer”. Y tras esto,
salió del salón dando tremendo portazo.
Existe una verdad a la que cualquiera que se diga servidor o aspirante a
servidor se debe hacer, y esa verdad es que los jóvenes que trabajamos en
grupos así, somos trapeadores, plumas, lápices, escobas, y hasta crayolas de
Dios, porque sería una falta de madurez espiritual pensar que Dios nos va a
utilizar únicamente para dar temas y dinámicas los domingos y agarrarnos del
chongo los sábados, peor aún si creemos que por eso que damos, somos muy buenos
en lo que hacemos.
“Somos, por el amor de Dios, lo que utiliza para
anunciarse y darse a conocer, somos carteles publicitarios de Él y es en ese
servicio de anuncios que tienen que presentar a Cristo a veces en medio de la
lluvia, en los días soleados o de calor insoportable o incluso en medio de
gente que no le gusta cómo se mira el cartel y lo destroza, graffitean y hasta
critican, que vamos creciendo y madurando. Y ese contrato incluye trabajo de
publicidad en tiempos libres también, Jesús lo dejó bien claro: (Jn
15,8).
Volviendo a la anécdota, parece ser que a nuestro amigo se le olvidaron
aquellas palabras que dijo Jesús o peor aún, jamás las había escuchado: “El que es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho”
(Lc 16,10).
Yo me hago esta pregunta muy seguido, ¿somos conscientes
los que coordinamos grupos, no importa la edad ni el movimiento que seamos, de
lo que implica la palabra SERVICIO? Mejor pregunta es todavía, ¿sabemos lo significa la palabra humildad? Y me
refiero a humildad de acuerdo al diccionario de Jesús. Muchas veces pasamos por
los grupos de jóvenes más como macetas de corredor sin atrevernos a decir o
hacer nada.
Hazte tú mismo estas cuestiones, pero con sinceridad,
lo que Dios más ama es un corazón sincero (Mt
6,7-8).
1.- ¿Soy lo
suficientemente fiel en las cosas pequeñas que me toca hacer (ayudar en mi
hogar, humillarme un poquito al tomar una escoba para barrer, decirle una
palabra amable a una persona, ser responsable en mi trabajo o en mi escuela,
simplemente tratar con mi corazón de vivir lo que el domingo predico) como para
merecerme que Dios me confíe cosas grandes, tan grades como un (a) joven a
quien guiar y a quien hablarle del amor que Jesús me tiene, o de las cosas que
Él hace en mi vida a diario, por insignificantes que a mí me parezcan?
2.- ¿Soy el protagonista
de una historia o es Jesús el protagonista de mi historia y el que la puede
hacer fantástica, amplia y emocionante?
3.- ¿Creo que Dios tiene
un plan para mi vida y pensó en mí con cariño desde siempre o me considero una simple macetita de corredor que en realidad no tiene nada
que ofrecer?
4.- Cuando tengo un joven que necesita una palabra
de aliento, ¿prefiero mandárselo a otro coordinador
porque considero que Dios no tiene nada que decir a través de mí o trato de
darle oportunidad a Dios para que haga su trabajo más a gusto a través mío?
Hace 8 años llegue a la puerta del seminario conciliar de Juárez. Sin saber que
esperar, le rogué a Dios durante cinco minutos en que el cura me dejó solo, que
no me admitieran. Yo había llegado al pre-seminario un día tarde y pedí como
nunca lo había hecho para que me dijeran que no había lugar. (A mí nadie me
forzó a ir, pasa que me arrepentí a la hora en que estaba ahí.) El cura volvió
y me dijo: ven, si te puedes quedar... yo le
respondí: padre, pero es que a mi me gustan mucho
las mujeres y los curas no se casan, sonrió y me dijo en tono entre solemne y
bromista: ¡Qué bueno, el día que te dejen de gustar, te corro del seminario!
Aquello finalmente probó ser una de las aventuras más hermosas y gratificantes
que he vivido al lado de Dios, y una aventura que me moldeó no solo el carácter
sino un pedazo del corazón. Pese descubrir que no era ese mi camino, sí
descubrí que Dios quería ser el protagonista de mi historia, fuera yo sacerdote
o no.
De mis 27 años, decir trece al servicio constante de Él, particularmente para
mí en la música, que es para gloria suya el ministerio que me asignó, parece
poco tiempo pero una eternidad en amor, me ha costado; las broncas son parte del
contrato, como buen letrero publicitario he aguantado graffiti, lluvias
torrenciales y una que otra tromba, días de calor insoportable en los que he
estado a punto de tirar la toalla y un montón de críticas y opiniones gratis
dentro y fuera de la iglesia.
No obstante esto, el letrero ha atraído a mucha clientela en busca de Dios y el
producto que Él ofrece. Hoy por hoy me gusta adueñarme de las palabras de
Martín Valverde: “Te alabo, porque ha valido la
pena confiar en ti, y porque sé que lo que yo necesite, tú me lo vas a dar”.
Querido amigo(a) servidor: Puedo decirte mil cosas
o darte una lista de correcciones que debemos hacer tú y yo para servirle mejor
a Él, pero mejor te dejo que reconozcas tu propio talón de Aquiles y lo que
debes corregir para convertirte en un auténtico discípulo de Cristo; uno que no
sea del montón sino de los que son ellos mismos, sin importar que tengan que
ponerse a barrer de cuando en cuando o hablarle de Jesús a alguien en la
escuela o el trabajo alguna vez, y hacen las cosas por Cristo, con Él y en Él,
generando de verdad un cambio en el corazón de los demás. Te aclaro algo, no es
fácil, pero ánimo, recuerda que Él es fiel, eso es lo que no debes olvidar
jamás, y no estamos solos. (Mt 28,20)
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