EL PODER DE LA SANTA MISA
A la hora
de tu muerte, tu mayor consolación será las Misas que durante tu vida oíste.
Cada Misa
que oíste te acompañaran al Tribunal Divino y abogarán para que alcances el
perdón.
Con cada
Misa puedes disminuir el castigo temporal que debas por tus pecados, en
proporción con el FERVOR que la oigas.
Con la
asistencia devota a la Santa Misa rindes el mayor homenaje a la Humanidad
Santísima de Nuestro Señor. La Santa Misa bien oída suple tus mayores
negligencias y omisiones.
Por la
Santa Misa bien oída se te perdonan todos los pecados veniales que estás
resuelto a evitar, y muchos otros de que ni siquiera te acuerdas. Por ella
pierde también el demonio el dominio sobre ti.
Además,
ofreces el mayor consuelo a las almas benditas del Purgatorio.
Una Misa
oída mientras vives te aprovechará mucho más que muchas que ofrezcan por ti
después de tu muerte.
Te libras
de muchos peligros y desgracias, en los cuales quizás caerías si no fuera por
la Santa Misa.
Acuérdate
también de que con ella acortas tu purgatorio.
Con cada
Misa aumentas tus grados de gloria en el Cielo. En ella recibes la bendición
del Sacerdote, que Dios ratifica en el cielo.
Durante
la Misa te arrodillas en medio de una multitud de ángeles que asisten
invisiblemente al Santo Sacrificio con suma reverencia.
Consigues
bendiciones en tus negocios y asuntos temporales.
Cuando
oímos Misa en honor de algún Santo Particular, dando gracias a Dios por los
favores pedidos a este Santo no podemos menos de ganarnos su protección y
especial amor, por el primer gozo y felicidad que de nuestra buena obra se le
sigue.
Todos los
días que oímos Misa estaría bien que, además de las otras intenciones,
tuviéramos la de honrar al Santo del día.
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