TRICIA Y PETE DEMAIO TUVIERON QUE SUFRIR LA MUERTE PARA OBTENER EL PERDÓN Y RECUPERAR SU CREDO
Antes de haber terminado la escuela, Tricia y Pete
DeMaio ya habían abortado y visto su relación "contaminada" por aquel
hecho: solo después de años de dolor, sacrificio y búsqueda lograron
reencontrar su camino y fe.
Tras dos décadas de
matrimonio, siete hijos y una consagrada estabilidad económica, la familia DeMaio residente en
Filadelfia (Estados Unidos) no transmite la imagen de haber cargado con un infierno a sus espaldas. Sus hijos sonríen a todas las
cámaras de los digitales que visitan su casa, como si no fuesen conscientes de
la dura historia que hizo a sus padres tomar terribles decisiones cuando ni si
quiera habían terminado el colegio. Pero sí lo son. Y también de que gracias a
ello, pudieron reencontrarse con su fe, tener
una familia y ser hoy firmes evangelizadores provida.
El camino de Pete y Tricia
comenzó con lo que hoy se conocería como una "relación
tóxica" de dependencia iniciada a los 16 años en plena escuela
secundaria.
Tan solo llevaban un año de
relación cuando Tricia supo que estaba embarazada. Aunque asustado, para Pete no fue una
novedad en su vida, pues como relató a Catholic Philly su
hermano también tuvo un hijo en plena escuela secundaria, al que educó junto
con su novia en la casa de sus padres.
"No quería
volver a poner a mis padres en esa situación", expresó a Life Action. Tras
pedir consejo a sus amigos, le dijo a Tricia que él "se
encargaría de eso" antes de pedir cita en la
clínica de Planned Parenthood de
Atlantic City.
Al principio no tenían claras las
implicaciones de lo que iban a hacer y todo lo que sabían era que "Tricia entraría a la clínica embarazada y saldría
sin estarlo".
"Ahora sabemos
que no tomamos la decisión correcta", confesó Tricia.
"DESPOJADOS
DE NUESTRA INOCENCIA"
La joven recuerda su aborto como
algo "surrealista" y cuando todo
acabó, al salir por la puerta, supo con certeza que su relación "estaba contaminada": "Habíamos
sido despojados de nuestra inocencia, aunque no comprendiésemos por
completo la gravedad de lo que acabábamos de hacer".
Tras concluir su etapa escolar,
la pareja comenzó sus estudios en universidades distintas pero manteniendo su relación,
cargando con un oscuro secreto que Peter trataba de ocultar con las drogas y el alcohol y Tricia con el estudio.
"Estábamos en
una relación dependiente que no era sana. Estábamos demasiado consumidos
el uno por el otro, casi obsesionados con lo que estaba haciendo la
otra persona. Nuestra relación no estaba bien y guardamos este oscuro
secreto que nadie conocía”. Hoy, Peter no duda en que todo ello "fue
consecuencia del aborto".
Sin mucho control sobre sus
vidas, el segundo embarazo no tardó en llegar, cuando cursaban su
tercer año de universidad. Ahora más conscientes de lo que suponía, la pareja
se comprometió a no abortar a su segundo hijo, pero entonces fueron los padres de Tricia los que la forzaron a hacerlo, bajo amenaza de dejarla a su suerte.
"No es que no
tuviera otra opción, pero si hubiera tenido el bebé, estaría sola", admitió. Conducida a la clínica por sus padres, entró, llevó su embarazo
a término y continuó su vida, manteniendo en secreto que la experiencia no era
nueva para ella.
DEL
DOLOR Y LA MUERTE AL PERDÓN: "CÁSATE CON ELLA"
Pasaron los años y Tricia y Peter
empezaron a trabajar y a vivir juntos, manteniendo a
flote una relación que no
hace mucho parecía estar abocada al fracaso.
UN NUEVO REVÉS CAYÓ
SOBRE PETER cuando simultáneamente diagnosticaron cáncer a su madre y a su hermano. La primera lo superó, pero
el pronóstico de su hermano Mike era cada vez peor, con múltiples tumores
infestando su cuerpo. Aquella experiencia hizo reflexionar a Pete, llevándole a retomar la práctica religiosa y
a "empezar de cero" con su novia,
respetándola aún a pesar de no haberla perdonado por haber abortado a su
segundo hijo sin haber contado con él. "La
amaba pero también la odiaba por lo que hizo", relata.
Mike sabía que no le quedaba
mucho tiempo cuando se dirigió seriamente a su hermano: "Quieres a Tricia, ¿no? Entonces cásate con ella". Fue uno de sus últimos consejos, que la
pareja hizo suyo comenzando a preparar la boda de inmediato, con la esperanza
de que Mike al menos pudiese estar presente ese día. Murió en agosto
de 2003, solo tres meses antes de
que Tricia caminara por el altar.
"La muerte de
mi hermano fue como tocar fondo. Estaba tan vacía por dentro que me di
cuenta de que el dinero y el éxito no eran la nada de cara a los desafíos de la
vida. Le pedí a Dios que me perdonara por
todo lo que había hecho, que se hiciera cargo de mi vida y que arreglara mi
corazón roto", relata.
UNA
NUEVA VISIÓN
Aunque desolado, aquella
experiencia fue el impulso definitivo para regresar a la fe. Al año siguiente,
Peter fue a un retiro de hombres en 2004, se confesó y profundizó en una nueva visión sobre la sexualidad, la moral y
la misericordia de Dios,
que compartió con su mujer viendo como su matrimonio comenzaba a sanar de sus
heridas.
La píldora
anticonceptiva se terminó de inmediato, Tricia quedó embarazada y comenzó un matrimonio nuevo, entregado por
completo a la fe y la defensa de la vida, que desde entonces enseñan a
sus siete hijos tras perder a dos en abortos espontáneos.
"Algunas
personas tratan de hacerte sentir que los niños son una carga, pero no
cambiaríamos a ninguno de ellos", comenta
la madre.
Desde su regreso a la fe y
arrepentimiento, Peter y Tricia se han entregado a la causa provida para
reparar por sus dos abortos pasados a través de la fe y una gran familia
numerosa.
LÍDERES
PROVIDA: "CADA DÍA EXPERIMENTAMOS LA SANACIÓN DE DIOS"
Hoy, la familia dedica buena
parte de sus esfuerzos a militar
en la causa provida, participan como ponentes e invitados en las marchas anuales por la vida y en distintas iniciativas
como Proyecto Raquel,
Pennsylvanians for Human Life, el Jersey Shore Women's Center y o el
Respect Life Leadership Council de la Arquidiócesis de Filadelfia.
“A través del
Proyecto Raquel, podemos ayudar a otros a ver que pueden tenerlo todo,
que Dios puede restaurarlos a la plenitud”, dijo Pete. “Ambos queremos ayudar a la
gente. No tienes que elegir el aborto. Y si lo hiciste, puedes seguir
adelante con Dios. Compartir nuestra historia con otros me ayuda a sanar”,
agrega Tricia.
El matrimonio habría agradecido
saber lo que hacían cuando eran casi unos niños, y hoy hablan a sus hijos de la
realidad del aborto desde la más tierna infancia, convencidos de la importancia
de educar a los adolescentes sobre los peligros del aborto hablando a los
jóvenes en las escuelas. "No fuimos informados,
y nos cuesta caro. Todos los días experimentamos la sanación
de Dios a medida que nos abre nuevas puertas para compartir su amor y defender
la vida", concluye.
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