OREN VIVIÓ UNA PESADILLA GRACIAS A LA PRAXIS DE PSICÓLOGOS «DEL LOBBY» QUE OBVIARON SUS PROBLEMAS
Soren Aldaco fue diagnosticada desde la infancia y
adolescencia de TDAH, TOC o depresión, entre otros: ninguno de estos problemas
fue tenido en cuenta a la hora de recomendar la transición de género.
"En ocasiones,
la verdadera compasión es la que pone límites": es una de las conclusiones a las que Soren Aldaco,
de 21 años, llegó tras un infierno de
"afirmación" de género que
comenzó hace ya una década. Su cuadro sintomático y circunstancias eran un
calco al de cientos de personas que inician la llamada transición de género.
Como la mayoría de ellos, Soren también fue dirigida a la
transición por especialistas que ignoraron sus verdaderos problemas, llevándola a sufrir muchos otros que antes no
tenía. Es la última de una lista cada vez más larga del fenómeno
"detrans".
La pesadilla como víctima del
lobby trans comenzó a los 11 años, cuando
estallaron las secuelas y consecuencias de ser educada en una familia
desestructurada sin demasiado tiempo que dedicarla.
Antes, con 6 años, Soren fue
diagnosticada de TDAH y medicada, lo que cree que
también allanó su camino a aceptar fácilmente intervenciones médicas hormonales
durante la adolescencia.
Desde niña, Soren ya fue diagnosticada de algunos trastornos claves a
la hora de abordar sus problemas de la adolescencia en lugar de recomendar la
transición.
Años más tarde, conforme se
acercaba a la adolescencia y sus rasgos comenzaron a cambiar, empezó a ser el
blanco de comentarios sobre su cuerpo, lo que también contribuyó a que identificase el hecho de ser mujer con algo "malo".
Así, con tan solo 11 años, Soren
se definió por primera vez como "transgénero"
y comenzó a compartir por las redes sociales con otros jóvenes con la misma percepción.
Pero conforme crecía, sus problemas se acentuaban.
TDAH,
DEPRESIÓN, AUTISMO Y OTROS TRASTORNOS IGNORADOS
Con 15 años sufrió su primer
episodio maníaco. Como paciente psiquiátrica, seguramente
Soren no habría esperado que el "especialista"
diagnosticase la transición de género como el tratamiento. A partir de
entonces, legitimada por el psiquiatra, dio rienda
suelta a sus deseos de ser un chico ante su familia y
conocidos. Dejo de usar vestidos y maquillaje, renunció a su sueño de ser
jugadora de softbol, se vendó el pecho sin
pausa, contemplo la hormonación y exigió a sus allegados que se refiriesen a
ella por
su nombre de chico.
Los diagnósticos psiquiátricos no
dejaron de llegar. Al TDAH le siguieron
la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), autismo…
La situación familiar de la joven
no ayudaba. Mientras que su madre y su padrastro miraban el proceso de
transición con recelo, su padre y su madrastra decidieron que apoyarla era la
mejor opción. Especialmente tras leer el mito
tantas veces repetido de "prefieres tener una hija muerta o un hijo vivo",
en referencia a la posibilidad de que se suicidase de no dar rienda
suelta a su disforia.
Así fue como Soren comenzó a asistir a un grupo de apoyo dirigido por adultos
"trans", donde los integrantes compartían con
orgullo quién sería el próximo en tomar hormonas o en operarse, generando "envidia" en la joven por no recibir
tratamiento.
LA
MASTECTOMÍA, "ALGO TRAUMÁTICO"
La oportunidad llegó en 2020 en
dudosas circunstancias, cuando una enfermera citó a la joven recetó bloqueadores sin ningún tipo de evaluación psicológica
previa en la primera cita. Para las primeras fases de la pandemia, Soren ya se
estaba administrando testosterona semanal, la voz le empezó a cambiar y el
vello a crecer por todo el cuerpo.
Solo después de ver perjudicadas
sus relaciones por los cambios de su estado anímico y hormonal, tomó una
decisión que le llevó a "un punto traumático"
en su vida al someterse a una cirugía superior de mastectomía doble.
No presenció mayor dificultad más
allá de pagar 200 dólares a un cirujano y convencer a un terapeuta para que
recomendase el cambio de género, lo que hizo sin haber tratado a la joven en
ninguna ocasión por nada relacionado con la disforia.
La aparente amabilidad, facilidad y
familiaridad que había vivido Soren en torno a su proceso de transición se
desmoronó una vez finalizó la mutilación
quirúrgica. Conforme los efectos secundarios de la operación
comenzaron a hacerse difíciles de soportar, los cirujanos le aseguraban que "no parecía importante" que lo que
quedaba de sus pechos se viese extraordinariamente inflamado.
"Sabía
que me habían engañado, que esto no era normal y que con 19
años no debería haber pasado por eso", lamentó
tiempo después.
"PENSÉ
QUE IBA A MORIR"
Dos semanas después de la
operación, el dolor se volvió insoportable,
pero el equipo de cirugía superior del hospital se negó a tratarla hasta que la
unidad de oncología mamaria tuvo que someterla a una extracción de
emergencia de coágulos de
sangre e inserción de drenajes manuales para eliminar sangre y pus durante
varias veces al día.
La intervención duró cerca de
ocho horas. Los médicos tuvieron que reabrir las heridas de la doble
mastectomía y extrajeron hasta 3 tazas de sangre acumulada en el pecho. En ese
momento, sin anestesia o analgésicos, "pensé que
iba a morir", recuerda.
Los efectos secundarios de la
cirugía y del tratamiento al que estaba siendo sometida se generalizaron.
Pronto se hicieron "cada vez más
complicadas"; llegando al punto de sufrir agudos dolores en las
articulaciones y problemas gastrointestinales o consumir hasta 11 fármacos diferentes al mismo tiempo para
paliar los estragos psicológicos que sufría. Medicamentos, hormonas incluidas,
que eran administrados por una enfermera en lugar de por un médico.
EL
PRINCIPIO DE LA LIBERACIÓN
Un reumatólogo llegó al punto de
pautarle el fin de la hormonación por causar las complicaciones
médicas, pero la misma enfermera le aseguraba la bondad del
tratamiento.
Hoy, Soren no podría lamentar más haber confiado en
ella.
Pasados los años y sin ver aún la
luz, Soren se mudó en 2022 a Texas y comenzó sus clases de Sociología en la
universidad. Allí aprendió la influencia de la gente cercana en la comprensión
del sentido de la vida y ella pensó en su hermana pequeña.
"¿Qué pasaría
si me dijera las cosas que me digo a mí misma, que siente que su cuerpo está
mal cuando yo sé con certeza que es perfecta y que no hay nada en ella que
cambiar?", se planteó.
Aquella pregunta supuso, por
primera vez en su vida, el comienzo de una liberación y
sanación de sus heridas.
"Me di
la oportunidad de aceptarme tal como era sin la medicación o la necesidad obsesiva de
controlarme", declaró.
LA
REASIGNACIÓN "REAFIRMÓ MI DELIRIO"
Hoy, asumiendo que sufrirá muchas
secuelas de por vida, relata su historia para evitar que los sufrimientos a los
que fue sometida por el lobby
trans destruyan la vida de otros menores.
Los niños, dice, merecen algo
mejor que la cirugía y las hormonas y "nadie
podrá entender las complicaciones que siguen a estos tratamientos hasta que los
experimente", advierte en referencia a la medicación suministrada
sin supervisión.
"Que me diera
acceso a cierta medicación en realidad no me ayudó a sanar. Me reafirmó en mi
delirio. A
veces, la respuesta compasiva es aquella que establece límites firmes", concluye.
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