La Iglesia no existe para sí misma, existe para los demás, en particular para quienes más ayuda necesitan. Ésa es la clave de la misión que le encomienda Jesús a los apóstoles, explica el cardenal Cantalamessa.
XI Domingo del
Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 9, 36-10,8
En el Evangelio de este domingo
nos encontramos con la presentación oficial del
colegio apostólico: "Los nombres de los doce apóstoles son éstos:
primero Simón, llamado Pedro...".
Se menciona claramente el primado de Pedro en el colegio de los apóstoles. No
dice: "Primero Pedro, segundo Andrés, tercero
Santiago...", como si se tratara simplemente de una serie. Se dice
que Pedro es el primero en el sentido fuerte de que es cabeza de los demás, su portavoz, quien les representa. Jesús
especificará más tarde, en el mismo Evangelio de Mateo, el sentido de ser "primero", cuando dirá "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia..."
Pero no quería detenerme a
analizar el primado de Pedro, sino más bien el motivo que
lleva a Jesús a escoger a los doce y a enviarles. Se describe así: "Jesús al ver a la muchedumbre, sintió compasión de
ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor".
Jesús vio la muchedumbre y sintió compasión: esto le llevó a escoger
a los doce apóstoles y a enviarles a predicar, a curar, a liberar...
Se trata de una indicación
preciosa. Quiere decir que la Iglesia no existe para ella misma, para su propia
utilidad o salvación; existe para los demás, para el mundo,
para la gente, sobre todo para los cansados y oprimidos. El Concilio Vaticano II dedicó un
documento entero, la Gaudium et spes,
a mostrar cómo la Iglesia existe "para el
mundo". Comienza con las conocidas palabras: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias
de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,
son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de
Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su
corazón".
"Al ver a la muchedumbre,
sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no
tienen pastor". Los pastores de hoy, desde el
Papa hasta el último párroco de pueblo, se presentan, desde esta perspectiva,
como los depositarios y continuadores de la compasión de
Cristo. El fallecido cardenal vietnamita François-Xavier
Van Thuan, que había pasado trece años en las prisiones
comunistas de su país, en una meditación dirigida al Papa y a
la Curia Romana, dijo: "Sueño con una Iglesia
que sea una 'puerta santa' siempre abierta, que abrace a todos, llena de
compasión, que comprenda las penas y los sufrimientos de la humanidad, una
Iglesia que proteja, consuele y guíe a toda nación hacia el Padre que nos
ama".
La Iglesia debe continuar, tras
su ascensión, la misión del Maestro que decía: "Venid
a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso". Es el rostro más humano de la Iglesia, el que mejor le
reconcilia con los espíritus, y que permite perdonar sus muchas deficiencias y
miserias. El padre Pío de Pietrelcina llamó al hospital que fundó en San Giovanni
Rotondo Casa de alivio del sufrimiento: un nombre hermosísimo que sin embargo se aplica
a toda la Iglesia. Toda la Iglesia debería ser una "casa
de alivio del sufrimiento". En parte, hay que reconocer que lo es,
a no ser que cerremos los ojos a la inmensa obra de
caridad y de asistencia que la Iglesia desempeña entre
los más desheredados del mundo.
Aparentemente las muchedumbres
que vemos a nuestro alrededor, al menos en los países ricos, no parecen "cansadas y abatidas", como en tiempos
de Jesús. Pero no nos engañemos: tras la fachada de opulencia, bajo los techos
de nuestras ciudades, hay mucho cansancio,
soledad, desesperanza, y a veces incluso desesperación. No parecemos muchedumbres "sin pastor", dado que muchos luchan en
todos los países para convertirse en pastores del pueblo, es decir, en jefes y
controladores del poder. Ahora bien, ¿cuántos entre ellos están dispuestos a
llevar a la práctica el requisito de Jesús: "Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis"
Publicado en Homilética.
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