Los enviados de Dios simbran semillas de esperanza y amor
Por:
P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net
Hay conversiones gracias a un
encuentro. Una persona vive de modo desordenado, egoísta, injusto, cínico.
Conoce a un auténtico católico. Algo se mueve en su corazón. Empieza el cambio.
Para esa
persona, el católico significó el inicio de nuevas reflexiones. Es posible vivir de otra manera. Hay belleza en el
perdonar y servir desinteresadamente. Hay respeto en quien
piensa de otra manera y sabe ayudar sin imponerse.
Encontrarnos
con alguien bueno, auténtico, sincero, creyente, impresiona. Vemos a ese
alguien como un auténtico enviado de Dios, como una señal viva y concreta del
mundo del Evangelio.
Cristo anunció a sus discípulos que serían sus testigos hasta los
confines de la tierra (cf. Hch 1,8). También hoy discípulos buenos nos
recuerdan el Amor del Padre de las misericordias.
Los enviados de Dios siembran, en cada época y en tantos lugares del
planeta semillas de esperanza y de amor. El mundo
necesita su ejemplo, su palabra, su valentía, su calor.
Surge
la pregunta: ¿yo también puedo
ser enviado, testigo? ¿Tengo fuerzas y fe suficientes para llevar la Buena Noticia a otros? ¿O
me asusto cuando percibo mi debilidad y mi incoherencia, que me impiden llevar
a Dios a los otros?
Lo
sé: hablar de Dios sin vivir honestamente
es contraproducente, provoca muchas veces daño en quien me escucha. Por eso necesito abrirme a la misericordia para confesar mi pecado y
convertirme seriamente.
Todos hemos sido hechos para Dios y necesitamos descubrirle, también con la ayuda de quienes han iniciado esa maravillosa aventura de
la fe y la testimonian, a veces sin darse cuenta, ante quienes viven a su lado.
Yo también puedo ser uno de esos enviados de Dios para los demás. Desde la conversión sincera,
desde la acogida de la ayuda de otros, desde la oración continua de la Iglesia
por mí y por todos los hombres, desde el testimonio de quienes me acompañan y
me muestran el rostro maravilloso de Cristo, vivo y cercano también en nuestro
tiempo.
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