TESTIMONIOS DE UN MISIONERO MEXICANO JUNTO AL MAR ROJO Y OTRO, DE 81 AÑOS, EVACUADO A MADRID
Sudaneses en Puerto Sudán, en el Mar Rojo, uno de los puntos para salir
del país y escapar de la violencia
Continúa la violencia entre
facciones militares en Sudán, y eso pone en especial
vulnerabilidad a la diminuta minoría cristiana. Nadie sabe cuántos habitantes
tiene el país, quizá son unos 50 millones, de los que el 97% serían musulmanes.
Entre los sudaneses, hay algunos cristianos coptos del Patriarcado de
Alejandría, coptos de la Iglesia ortodoxa de Etiopía y coptos de la Iglesia de
Eritrea.
Los católicos tienen 2 diócesis. En la diócesis de El Obeid
hay una quincena de parroquias, con casi 100.000 fieles. Mucho mayor es la diócesis de Jartum: 27 parroquias, 1,2
millones de fieles y unos 80 sacerdotes, de los que unos 50 son diocesanos. El resto
pertenecen a órdenes misioneras, y muchos sacerdotes religiosos, especialmente
los más ancianos, han tenido que salir del país: los blancos y cristianos
pueden resultar un objetivo demasiado atractivo para saqueadores y bandidos.
TREGUA
ROTA NADA MÁS EMPEZAR
Este jueves 4 de mayo debía ser
el primer día de una tregua de una semana, pero enseguida el Ejército anunció
que chocó con el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) en Jartum, "rebeldes que intentaron atacar el mando de la
Región Militar de Jartum
Norte", según declaró el Ejército. Residentes en Jartum
declararon a agencia Efe que escucharon explosiones
fuertes en el Palacio de la República y
la comandancia general del Ejército, en el centro de Jartum, además de combates
a pie de calle.
330.000
DESPLAZADOS, CASI 5.000 HERIDOS
Los paramilitares han declarado
en un comunicado que el Ejército (al que llaman "las
fuerzas golpistas") violó la tregua humanitaria atacando "barrios residenciales con bombardeos
indiscriminados de artillería y aviación".
Según ha informado la ONU, 330.000 personas han abandonado sus hogares y unas 100.000 personas ya han cruzado a otros países vecinos empujados por
el conflicto, sobre todo a Egipto y al pobrísimo Chad. Unicef
calculaba este jueves que al menos 190 niños han muerto y 1.700
han resultado heridos desde
que estalló el conflicto.
Según el último recuento del Ministerio de Salud sudanés, al menos 550 civiles han muerto y casi 5.000 han resultado heridos por la violencia de las tres últimas semanas.
UN
MISIONERO MEXICANO DESDE LA COSTA DEL MAR ROJO
Aunque algunos misioneros han
abandonado temporalmente el país, hay otros que aún siguen allí. Uno de ellos
es un misionero comboniano de México que cuenta su experiencia en el semanario de su país Desde la Fe. Por seguridad omite su nombre,
y sólo aclara que está lejos de la capital y sus combates, cerca del Mar Rojo y ha trabajado 17 años en Sudán del Norte y otros 3 en
el sur.
Al independizarse Sudán del Sur, la Iglesia católica llevó allí sus seminarios,
aunque en el norte se mantuvieron varias órdenes misioneras y sacerdotes
locales. En el norte la Iglesia ha intentado apoyar con escuelas y dispensarios. "Yo dirijo una secundaria y preparatoria con más
de mil alumnos, y vivo en la única parroquia católica en esta
extensa región, es un estado entero del país, probablemente equivale a una
diócesis mexicana", explica el misionero.
LAS
CAUSAS DE LA VIOLENCIA
Explica que tras 30 años de
dictadura militar, en 2019 la población derrocó a la Junta militar. Entre las
novedades, en 2020, se proclamó que el Islam dejaba de ser la
"religión de Estado",
lo que permitía más espacios de libertad para las otras religiones.
Pero "la
nueva administración, con la promesa de una transición a un gobierno civil
democrático, se apoyó en el ejército oficial y se creó un cuerpo
paramilitar". Después, explica, "el ejército
oficial dio un golpe de Estado, asumiendo otra vez una administración militar. La población ha demostrado su descontento con manifestaciones
regulares a lo largo del país, pues se sintieron traicionados. Estas manifestaciones
han sido duramente sometidas".
Ambas facciones empezaron la violencia armada
abierta el 15 de abril con ataques en Jartum y ciudades estratégicas. "No
se han respetado las treguas, los servicios públicos y sanitarios han
colapsado", explica el misionero.
"La Iglesia ha sido muy afectada en la
capital. Muchos religiosos extranjeros han abandonado el país. Las dos facciones contendientes, como la población, a falta de
orden, y al ver nuestras instituciones desprotegidas, las han
saqueado, incluso la Catedral misma. El obispo se encuentra en mi
comunidad, llegó solo un día antes de que se desatara el conflicto para
celebrar las confirmaciones. Ahora desde aquí sigue con tristeza e impotencia
los acontecimientos en su diócesis".
Aunque los católicos son pocos en el país, la Iglesia tiene cierto peso por sus
escuelas y servicios sanitarios, detalla. En la zona del Mar Rojo, explica, "nuestras escuelas aquí se han convertido en
albergues para todos los que están tratando de salir vía marítima. Tuvimos que improvisar tiendas para la gente. Normalmente
salen del puerto después de tres o dos días de procedimientos diplomáticos y
administrativos".
El misionero lamenta que los países occidentales se limitan a evacuar a sus connacionales pero no se esfuerzan por mediar y lograr la
paz. Cada facción tiene aliados extranjeros, pero Occidente y Estados Unidos no
parecen tener ninguna voz en el lugar.
Además, en Sudán del Norte casi no hay ONGs internacionales,
ni cristianas ni civiles, debido a sanciones internacionales. La
única excepción son algunos proyectos sanitarios que apoya el Gobierno
italiano.
Como misionero, dice que siente lo mismo que la
población: "miedo, impotencia, tristeza, coraje, pero sobre todo, siento
esperanza. No nos damos por vencidos;
siempre que haya una posibilidad hay que aprovecharla, hoy aquí en esta ciudad,
lejos del conflicto, pero en una paz que puede ser frágil y volátil, nos
aferramos a la convicción de que este pueblo merece una vida que valga la pena,
y nuestra presencia representa esa posibilidad, no podemos negar al pueblo
sudanés esto poco que ofrecemos".
UN
MISIONERO ESPAÑOL, EVACUADO A MADRID
Entre los misioneros occidentales
que han salido de Sudán está el sacerdote comboniano José
Javier Parladé, uno de los 34 españoles
llegados a España con la operación de rescate organizada por los ministerios
españoles de Exteriores y Defensa. Tiene 81 años y
lleva 52 años ininterrumpidos entre Sudán y Sudán del Sur.
Explicó su salida y el contexto del país a la revista comboniana
española, Mundo Negro.
"Estoy destinado en Bahri, la parte de la
ciudad de Jartum más castigada por los combates. A pocos cientos de metros de
nuestra comunidad se encuentra un acuartelamiento de las RSF, por lo que los bombardeos
de los aviones de las SAF eran frecuentes. Venían, soltaban la
bomba y se iban. Los muros de la casa retumbaban una barbaridad y eso que son
bien gordos", detalló.
En la casa eran tres sacerdotes (italiano,
español y zambiano) y una cocinera sursudanesa. Luego
llegaron unos voluntarios de la academia de estudios de los combonianos, que no
tenían agua ni comida ni electricidad. Tres voluntarios eran españoles y
volvieron con él a Madrid. Sin electricidad, la comida
almacenada en neveras amenazaba con estropearse. Tomaban
agua de su pozo.
"Los disparos eran continuos y ninguno nos atrevíamos a salir de allí. Luego nos dimos cuenta de que
estábamos casi solos porque la mayoría de la gente que vive alrededor nuestro
se había ido", señala.
La congregación comboniana pidió
al misionero que se fuera con la misión de rescate española. El padre Parladé
se negó, pero "me decían que yo era muy viejo, que tenía que
salir de allí, y al final me dejé convencer un poco". Pero
la ocasión para salir no estaba clara.
"El domingo celebramos la misa los que
estábamos en la casa y cuatro religiosas sursudanesas de las Hijas de la
Caridad que viven también muy cerquita de nosotros. Luego nos
fuimos a desayunar. A eso de las 10 cayó un bombazo terrible, mucho más fuerte
que otras veces. Una bomba o dos, no lo sé, habían caído en la barandilla del
segundo piso y luego en la sacristía, y todo empezó a arder. Como
no teníamos agua, intentamos apagar el fuego echando arena porque
si alcanzaba a la librería o a la iglesia hubiera sido terrible".
CON
BANDERAS BLANCAS Y VENTANILLAS BAJADAS
Entonces recibieron una llamada
de la embajada italiana explicando que evacuaban a sus connacionales. Se
decidieron a salir con sus cuatro vehículos, y banderas
blancas con sábanas. Eran
12 personas.
"Íbamos todos muertos de miedo, muy despacito
y con todas las ventanillas bajadas para evitar cualquier problema.
Continuamente nos paraban los soldados de Hameidti y les decíamos
que habían bombardeado nuestra casa y que íbamos a Omdurman y
fueron dejándonos pasar. Cuando llegamos al puente sobre el río Nilo, nos dimos
cuenta de que la situación allí era mucho más tranquila y eso nos animó a
pensar que habíamos tomado la decisión correcta".
Varios de ellos decidieron quedarse en la casa comboniana de Masalma,
donde todo estaba tranquilo. El
anciano misionero español llegó a la pista militar de Kéreri, "situada a 16 kilómetros al norte de Omdurman, que
era donde estaban llegando los aviones". Primero le atendieron unos
soldados italianos y luego unos españoles,
"simpatiquísimos, una soldado de Utrera, otros dos de Cádiz y unos cuantos más. Entonces me enteré de que el
avión español estaba de camino y que podría regresar a Madrid. Vi
por allí al nuncio en Sudán, que es español, aunque no tuve ocasión de
saludarlo, también al cardenal Zubeir (arzobispo emérito de
Jartum) y a tres religiosas combonianas italianas. Mi alegría fue mayor cuando
vi entrar en aquella sala de espera a Geraldine, Isabel y José Francisco junto
a las cuatro religiosas sursudanesas, así que nos dimos un fuerte abrazo. Los
tres laicos vinieron conmigo a Madrid, mientras que las religiosas se fueron a
Roma, donde su congregación tiene una comunidad".
El lunes 24 de abril llegaba su avión a la base la base militar de Torrejón de
Ardoz, y le abrazaba el P. Miguel Ángel Llamazares, superior provincial de los
combonianos en España.
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