MONSEÑOR IGNACIO BARREIRO EXPLICÓ EL PROCESO POCO ANTES DE MORIR
José Batlle, presidente del país
en los inicios del siglo XX, votó en unas elecciones. Él fue un factor
fundamental, pero no único, del laicismo uruguayo.
Uruguay es el país menos religioso de
América: "El nuestro es el
país más distinto de América Latina... No nos parecemos a nadie por la cantidad
de ateos que tenemos", afirma el sociólogo Néstor Da Costa. Así
se deduce de un amplio informe patrocinado por la Fundación John Templeton,
cuyos resultados se darán a conocer en breve, pero que avanzan (en consonancia
con la macroencuesta del Pew Research Center en 2014, que señala solo un 42% de
católicos y un 13% entre ateos y agnósticos) que "Uruguay
es un caso por lejos atípico, siendo el país más secular de América Latina".
¿A qué es debida esa particularidad dentro del
contexto sociocultural, razonablemente común a pesar de las diferencias, de los
países evangelizados por España?
Un estudio de monseñor Ignacio
Barreiro Carámbula (1947-2017)
aporta una importante luz sobre la cuestión.
Ignacio Barreiro Carámbula, sacerdote uruguayo fallecido en 2017, llevó a
cabo a lo largo de su vida frecuentes alegatos en favor de la vida, la familia
o la verdad histórica.
El sacerdote uruguayo, diplomático
con destino en la ONU antes de su vocación tardía -se ordenó en
1987- y ex presidente de Human Life International,
falleció el Jueves Santo del pasado 2017 y escribió el artículo El Uruguay, un país
secularizado en sus
últimos días, ya muy mermado por la enfermedad.
Lo publicó entonces la revista semestral hispanoamericana de historia y
política Fuego y Raya, por encargo de Miguel Ayuso,
miembro de su Consejo de Redacción: "Las
fuerzas le faltaban", explica, cercano ya el final al que llegaba "con plena conciencia y esperanza". Así
que con "laboriosidad rayana en el
heroísmo" se puso a la tarea y llegó a tiempo de entregarlo, aunque
no de ver su publicación, póstuma.
Entre las causas del laicismo uruguayo hay algunas comunes a otras futuras
naciones: "La separación de los Reinos de
Indias de España causó profundos daños a la Iglesia y fue un serio factor que
erosionó la influencia de la fe en las sociedades hispanoamericanas", señala
Barreiro. Entre ellas, la expulsión
de los jesuitas por
Carlos III en 1767, que preparó el terreno desde el punto de vista ideológico,
o la actividad de las logias masónicas, como
la Logia Lautaro de Buenos Aires en el caso de las provincias rioplatenses.
Pero hay otras específicamente uruguayas, o que allí adquirieron una relevancia
especial. Éstas son algunas de las señaladas en el estudio de Fuego y Raya.
TARDÍA
FUNDACIÓN DE MONTEVIDEO
La actual capital del país fue
fundada entre 1723 y 1730 por el gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala, y el armador
vizcaíno Francisco de Alzaibar.
Por la tardía fundación de su cabildo, no se pudieron establecer "las tradiciones
religiosas culturales e intelectuales que se desarrollan en tantas
otras ciudades de los diversos Reinos de Indias".
MANIPULACIÓN
DE LA FIGURA DEL GAUCHO
En el Río de la Plata arraigó un
tipo de explotación ganadera del que surgió "un
estilo de vida con fuertes elementos libertarios y casi anárquicos y
al mismo tiempo con respetables valores humanos".
La figura de "el gaucho" fue luego "idealizada por
nacionalistas liberales" para ganarse el apoyo de la población.
POLITIZACIÓN
DEL CLERO
Varios eclesiásticos que tuvieron
influencia en la separación de lo que sería Uruguay de la Corona de España "tenían una formación que había sido influenciada
por el iluminismo del siglo XVIII", entre ellos los
sacerdotes Dámaso Antonio Larrañaga y José
María Enríquez Peña, este último de gran influencia sobre el
prócer José Artigas en su decisión de adherirse a la
sublevación. "Un número importante" de
los miembros del Congreso de Tucumán que en 1816 decidió la separación de las
Provincias Unidas del Río de la Plata eran sacerdotes.
INFLUENCIA
DE LA INMIGRACIÓN
“Es, quizá, uno de
los factores más relevantes. Sobre un reducido número de indígenas en la Banda
Oriental del Río Uruguay, cuando el país se estructura como estado
independiente el total de la población era de alrededor de setenta mil
habitantes". Comienzan entonces a llegar masivamente inmigrantes europeos, que se constituyen en mayoría a partir de 1868.
Los inmigrantes ingleses fueron pocos pero muy influyentes por su posición en
empresas vitales como el ferrocarril, el abastecimiento de agua para Montevideo
y el comercio marítimo. Muy vinculados a las logias masónicas,
crearon escuelas que "contribuyeron al proceso
de secularización" y construyeron un templo anglicano, "la primera institución religiosa protestante"
en la capital.
También fue limitado el número de inmigrantes franceses pero su influencia
cultural, "de marcado tenor liberal",
fue "muy significativa", sobre
todo con la fundación en 1897 del Liceo Francés.
Desde los años 30 del siglo XIX y hasta 1955 fue masiva la inmigración
italiana, entre la que destaca por encima de todas la presencia de José Garibaldi (anticlerical y futuro artífice de la unidad de Italia), que
llega a Montevideo en 1841. Allí se afilió a la logia masónica
Les Amis de la Patrie [Los
Amigos de la Patria]. Barreiro destaca "la
importante influencia de Garibaldi en la formación del pensamiento liberal del
Uruguay, en particular por la influencia de su ideología en sucesivos grupos de
inmigrantes italianos".
La pertenencia a la masonería del destacado artífice de la unificación
italiana José Garibaldi nunca fue ningún secreto: un camino que comenzó en la
logia uruguaya Los Amigos de la Patria.
La mayor inmigración fue española,
gallega y canaria principalmente. Entre ellos, el coruñés de Laracha Antonio Barreiro y Ramos (1851-1916), importante librero que también sirvió de
vehículo al "espíritu liberal predominante en el medio ambiente".
En el primer tercio del siglo XX, oleadas de sirios, armenios y judíos "contribuyeron al proceso de diversificación
cultural y religiosa".
PERSISTENCIA
CONSTITUCIONAL DEL LAICISMO
La Constitución de 1830
establecía el Estado confesional católico, junto a la libertad de pensamiento y
la libertad religiosa. A partir de 1855, el florecimiento
masónico y la respuesta
condenatoria de la Iglesia, en la persona de los obispos Jacinto Vera o -más
tarde- Mariano Soler, recrudeció la divulgación
de la ideología laicista.
En 1859 fueron expulsados los jesuitas, en 1861 se secularizaron
los cementerios (incluso se prohibía conducir los
cadáveres a las iglesias para el funeral), en 1862 monseñor Vera fue desterrado
un año por oponerse a la aprobación política de los nombramientos
eclesiásticos, en
1879 se creó el Registro Civil cuyo certificado de inscripción era
obligado para el bautismo y el matrimonio, cuya forma civil fue obligatoria a partir de
1885. Ese mismo año una ley autorizó al poder a inspeccionar los conventos y
casas religiosas.
A diferencia de otros países iberoamericanos, donde a lo largo del siglo XIX
los gobiernos laicistas fueron poderosos pero con periodos contrapuestos, en
Uruguay la continuidad en la aplicación de las directrices
masónicas fue continua
durante siglo y medio.
José
Battle
Las dos presidencias
de José Batlle y Ordóñez (1903-1907
y 1911-1915) radicalizaron las políticas laicistas, esta vez con un sabor
socialista. En 1928, uno de sus partidarios, Roberto Giudice, valoraba así su
obra de gobierno: "Batlle señala tal vez el
único ejemplo en la historia de una lucha antirreligiosa coronada por amplio
y duradero triunfo... Ha hecho tantos prosélitos que el Uruguay es,
sin duda alguna, el país menos religioso del mundo".
José Batlle incorporó al laicismo ya vigente una componente socializante y
una agresividad anticatólica que caracterizó a sus gobiernos y a sus
seguidores.
El juicio, quizá excesivo, es sin embargo sintomático de las intenciones de los
gobiernos batllistas y definidor de sus obras. En 1901 se había prohibido la
entrada de religiosos extranjeros. En 1906 se
quitaron los crucifijos de los hospitales públicos. En
1907 se aprobó el divorcio, que se
facilitó con la reforma de la ley en 1913. En esos años se suprime la mención a
Dios y a los Evangelios en los juramentos de cargos
públicos.
En la senda trazada por Batlle, en 1919 se estableció un calendario de días festivos con intencionalidad anticatólica,
incluyendo el 14 de julio (Día de la Humanidad) por la Revolución Francesa o el
20 de septiembre (Día de Italia) por la ocupación de Roma por las tropas
saboyanas. La Navidad pasó a llamarse Fiesta de la Familia, la Epifanía del
Señor o Reyes Magos, Fiesta de los Niños. Particularmente ofensiva fueron la
sustitución de la Inmaculada por el Día de las Playas (diciembre es el verano
austral) y de la Semana Santa por la Semana de Turismo.
DEFINICIÓN
DE UNA IDENTIDAD NACIONAL ARRELIGIOSA
El modelo educativo de 1877,
creado por José Pedro Varela, con el control estatal
de la enseñanza, tuvo como objetivo inculcar
como religión civil la "visión liberal del país, su pasado y su futuro", señala monseñor Barreiro.
Seguía el modelo de Estados Unidos, y aunque inicialmente la
enseñanza de la religión católica era obligatoria, la oposición de las fuerzas
laicistas fue reduciéndola hasta la nada en pocos años.
En 2015, como parte de una nueva ofensiva laicista en Uruguay, se sucedieron
los homenajes a José Pedro Varela con ocasión del 170º aniversario de su
nacimiento.
En 1909 se suprimió del todo, y la ceguera anticatólica era tan profunda que en
1910 se eliminó la enseñanza del latín,
por considerarlo el lenguaje de la Iglesia, a pesar de que los bachilleratos
europeos, incluso los laicos o protestantes, lo impartían (y lo han hecho hasta
hace pocas décadas) por su valor cultural y educativo.
Con todo ello se trataba y se consiguió, señala monseñor Barreiro, "fortalecer el mito liberal fundante del
Uruguay", de modo que incluso las instituciones
católicas de enseñanza empezaron a amoldar su currículum para no parecer "no uruguayas". Tanto, que en abril de
2016 el cardenal Daniel Sturla,
arzobispo de Montevideo, tuvo que recordar a los laicistas, a raíz de la
prohibición de una imagen de la Virgen María, que los católicos uruguayos no
son "unos paracaidistas que caen a esta
nación viniendo de no sé dónde. El Uruguay nació de la mano de la Iglesia
Católica".
* * *
Tras un repaso al proceso de secularización de las últimas
décadas (que vuelve a guardar semejanzas con el de otros países), monseñor
Ignacio Barreiro señala en sus conclusiones como decisivo el mito de la "uruguayidad", según el cual "un
verdadero uruguayo es laico y con una visión social democrática de la
existencia": "Esto llevaría a excluir de la 'uruguayidad' a los
católicos y a los partidarios de una visión tradicional de la sociedad que como
consecuencia rechaza la social democracia". Y también lamenta que
el "viejo problema" de un "deseo de la Iglesia de hacerse aceptable" que en ocasiones ha menguado su oposición a este
proceso.
Hay, pues, "una pluralidad de causas de la
preocupante secularización del Uruguay", que como "sociedad un poco improvisada" careció del "contrapeso
social necesario para hacer frente a las ideas liberales importadas"
en el siglo XIX "ni a los cambios causados por
una inmigración masiva". Si a eso se añade la reforma de la educación de José Pedro Varela, la furia anticatólica de
José Batlle y el batllismo y la "creciente influencia
de la masonería", quedaba
preparado el terreno para los sucesivos gobiernos de izquierda que en el siglo
XXI "han agudizado este proceso".
Artículo publicado
originalmente en Religión en Libertad el 2 de enero de 2018, con breves
actualizaciones de edición.
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