El silencio no es sólo abstenerse de hablar, o de emitir ruidos, abarca concentración y reflexión.
Por: David Varela, LC | Fuente: Catholic.net
¡Silencio! Esta es una de las palabras que más
hemos escuchado en nuestras vidas. Se la hemos oído a nuestros padres, a
nuestros hermanos, a nuestros profesores, amigos, compañeros, bibliotecarios,
policías, y aquí nos detenemos para no hacer innumerable la lista.
Sin embargo, es una de las palabras que menos comprendemos. Porque el silencio
no es sólo abstenerse de hablar, o de emitir ruidos, sino que es algo más
profundo y transformante.
La palabra silencio se ha ido desgastando con el tiempo. Ha perdido su
significado más importante, quedándose sólo con las migajas. El silencio abarca
concentración y reflexión. Esto conlleva atención, virtud que nos ayuda a
apreciar las cosas en su justa medida. El aprecio, a su vez, es signo de
madurez, y la madurez propone la verdadera felicidad. Y así, del silencio nace
todo un cúmulo de virtudes que enriquecen nuestra persona.
Es como el fuego que cuece las verduras dentro de una cacerola. Poco a poco
saca el sabor de cada una de las virtudes que llevamos dentro y da buena sazón
a nuestra personalidad.
La palabra ´silencio´ llega ahora a los oídos de las personas casi como un
regaño. Sólo la utilizan quienes tienen algo malo que decirnos. De aquí nace
esa aversión hacia él, que lo destruye y rebaja. Se lo considera como un
requisito para entrar a algunos lugares, o como una especie de escudo ante las
reprimendas o, lo que es peor, un refugio anti-problemas, cuando el silencio es
el padre de las grandes obras. Es donde se gestan las grandes empresas, donde
se da a luz los mejores escritos, donde crece el verdadero amor, como el de una
madre que, sumida en una contemplación, mira a su hijo en la cuna quietecito,
callado…
El silencio constituye uno de los pilares de las
grandes personalidades. Es el mejor medio para crecer como hombres y el peor
para esconderse. Es madre de la contemplación y pedagogo para el encuentro con
Dios, es decir, para la felicidad.
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