SU CAMPAÑA CONTRA LOS DERECHOS DE LOS PADRES LA HA ENFRENTADO A RON DESANTIS
Que Disney en Florida cerrase Splash Mountain, una de las atracciones
favoritas del público, por estar basada en la película 'Canción del Sur', del
propio Disney, da idea del sectarismo ideológico de los últimos directivos de
la compañía.
En medio de una crisis sin
precedentes, la casa de Mickey Mouse sigue centrándose en resbaladizas
cruzadas woke e historias cargadas de sermones políticamente correctos. Todo ello, a riesgo de arruinar el
centenario de su fundación, el 16 de octubre de 1923. Lo cuenta Pietro Piccinini en el
número de febrero de Tempi:
EL
LUGAR IDEOLÓGICO MÁS MÁGICO DEL MUNDO
Cuando se trata de clichés
políticamente correctos, a Mundo extraño
[Strange World], la última
película de animación de Disney estrenada en los cines en noviembre, no le
falta de nada. Está la pareja multirracial muy, pero
que muy feliz; una miríada de mujeres empoderadas y
fornidas luchadoras; y el mundo en ruinas por culpa del parásito de siempre,
el hombre,
que consume sus recursos. Incluso hay un perro que es cuadrúpedo diferente
porque está mutilado. Pero, por encima de todo, está Ethan, el protagonista, el
primer adolescente abiertamente homosexual llevado a la pantalla por la casa de Mickey
Mouse, con un novio que no sirve absolutamente para nada en la trama, excepto
para ser recordado una y otra vez a lo largo de la película a fin de
recordarnos lo gay que es el joven protagonista, y lo felices que están todos
de que el joven protagonista sea gay.
Realmente hay que hacer un
esfuerzo para poder seguir la historia sin que te moleste toda esta basura woke. Y no es una hazaña fácil ni siquiera para los
espectadores más progresistas, entre otras cosas porque la propia Disney
parecía tener poco más que promover en Mundo
extraño, aparte de la serie de ocurrencias ecologistas, inclusivas y diversas.
El resultado: salas desiertas y un fiasco
de taquilla devastador, con unas pérdidas potenciales estimadas
en más de 100 millones de dólares. Un golpe que los éxitos de Avatar
2 y las últimas películas de Marvel -todos ellos productos del grupo
Disney- solo pudieron amortiguar económicamente, desde luego no
psicológicamente y en términos de imagen, dado que se suponía que Mundo extraño iba
a ser el tradicional exitazo de taquilla de Acción de Gracias 2022.
ADIÓS
AL TÍO SAM
Por supuesto, los críticos de
la deriva progresista de Disney se han apresurado a atribuir el fracaso
de Mundo extraño a una reacción de rechazo del público al
exceso de mensajes (re)educativos infundidos en la obra. En realidad, las
cosas son un poco más complicadas que eso: lo que ha hundido la película ha
sido también la inexplicable y casi total falta de publicidad de la compañía; y
luego está el hecho de que muchas familias en los dos años de pandemia, con los
cines cerrados, se han acostumbrado a esperar los nuevos estrenos en la
plataforma de streaming Disney+, donde de hecho Mundo extraño, nada más estrenarse, ocupó
inmediatamente el primer puesto entre los contenidos más vistos. Pero es innegable
que una parte de los fans de Disney se ha hartado de la sobredosis de causas justas a
la que se ven sometidos.
Ciertamente, a muchos, muchísimos
aficionados a los parques temáticos Disney no les gustó el cierre, el 23 de
enero en Disney World, Florida, de Splash Mountain, la
muy querida atracción acuática (modelo Colorado Boat de Gardaland, en Italia)
inspirada en la legendaria Canción del Sur, una
película ganadora de un Oscar, vista y visionada por millones de niños en todo
el planeta, pero que ahora sus creadores consideran que "ya no es apropiada en el mundo actual" debido a unos
cuantos estereotipos raciales de
más (ya saben, la película se hizo en 1946).
Su lugar será ocupado por otra
atracción inspirada, esta vez, en Tiana y el sapo, un dibujo animado
-huelga decirlo- símbolo de la nueva
inclusividad Disney,
protagonizado por una princesa afroamericana. Sin embargo, esto no ha servido
para aliviar el luto de los aficionados, que en los días previos al cierre
hicieron cola durante horas para disfrutar de un último paseo en Splash
Mountain, mientras una petición en su defensa recogía cinco veces más firmas
que la que pedía su desmantelamiento. Y en eBay, una botella de "auténtica agua Splash Mountain" llegó a
venderse por miles de dólares.
LA
DESGRACIA DE CHAPEK
¿Realmente
necesitaba Disney todo esto, con la crisis que amenaza su universo mágico? Pocos días antes del estreno de Mundo
extraño, el 20 de noviembre, el grupo despidió al consejero
delegado Bob Chapek y
volvió a contratar a su predecesor Bob Iger, el legendario CEO que había llevado a Disney al
techo del mundo con las adquisiciones de Pixar en 2006, Marvel en 2009, Lucasfilm en 2012 y Fox en 2019.
Tras 15 gloriosos años al frente
del imperio del entretenimiento, después de haber ganado un nuevo desafío con
el bautizo de Disney+, fue el propio Iger quien señaló a Chapek en febrero de
2020 como su sucesor, eligiéndolo precisamente por estar tan convencido como él
del potencial del streaming.
Luego vino el covid, los cines
cerraron, los parques también. Y, por si la mala suerte no fuera suficiente,
Chapek añadió la suya propia. Como gestor sin carisma como lo consideran los
críticos, estaba más preocupado por centralizar y controlar que por dejar trabajar a las unidades
creativas, que no son precisamente secundarias en la industria del
entretenimiento.
En cuanto los parques temáticos
pudieron reabrir al público, subió brutalmente los precios para maximizar los
ingresos, con el espléndido resultado de desanimar a los
nuevos clientes (-17%) y hacer que los visitantes más fieles se sintieran exprimidos. En Disney+, en cambio,
hizo justo lo contrario, apostando todo al aumento de abonados. Y en
efecto, desde este punto de vista, superó inmediatamente las previsiones más
optimistas con 118 millones de abonados en 2021, pero no supo calibrar sus
ambiciones: quería 230-260 millones de usuarios para 2024; lástima que intentar
convencer a 15 millones de nuevos clientes por trimestre en un mercado ya
bastante saturado implique tener que gastar en mejorar la oferta a costa de la rentabilidad.
Moraleja: en 2022 Disney, aunque siguió aumentando el
número de suscripciones a su plataforma, perdió 4.000 millones de dólares en el
segmento de venta directa al consumidor, mientras que el valor de las acciones
del grupo se desplomó un 40%.
En este desastre solo nos faltaba
la inmolación woke: la
primavera pasada Chapek pensó en alinear la empresa en la cruzada arcoiris
contra la nueva ley de Florida (Parental rights in education: Derechos
de los padres en la educación) que prohíbe hablar en las escuelas de
orientación sexual e identidad de género a los alumnos menores de 10 años.
Disney, por boca de su consejero delegado, llegó a amenazar con represalias
sobre la financiación de los políticos favorables a la ley, rebautizada
"Don't Say Gay" ("No digas gay") por la prensa y los
activistas LGBT.
El gobernador Ron DeSantis,
explica cómo Disney "cruzó la línea" mintiendo en su oposición a la
ley que protege los derechos de los padres contra el adoctrinamiento LGTBIQ a
niños, y poniéndose al servicio, no del pueblo de Florida, sino de los
ejecutivos de compañías de entretenimiento de California.
Lo que sí consigue, sin embargo,
es una durísima reacción del gobernador del estado, Ron DeSantis,
un referente para los republicanos estadounidenses, huérfanos de Trump:
Florida retira el régimen fiscal especial que durante años ha permitido a Disney
ahorrarse miles de millones de dólares en impuestos, garantizando a cambio
diversos servicios al distrito donde se ubica Disney World, como una suerte de
gobierno privado. Obviamente, de aquí a junio, cuando entre en vigor el "castigo", hay tiempo para encontrar un
compromiso entre los contendientes, sobre todo para evitar que los costes del
enfrentamiento recaigan sobre los ciudadanos. Pero dado lo que está en juego,
la pregunta planteada por Gerard Baker en el Wall Street Journal es
sacrosanta: ¿de verdad a una empresa que hace
entretenimiento infantil la vale la pena morir en la colina que representa
la oposición a los derechos de los padres?
LA
INVASIÓN LGBTQIA+
En septiembre, una encuesta de
WPA Intelligence reveló que el índice de aprobación de la marca Disney entre
los estadounidenses de todas las orientaciones políticas es ahora de solo
el 51% (el 37% entre los votantes
republicanos). En marzo de 2021, era del 77%. Existe la sensación generalizada de que la productora más
familiar está cada vez más distraída por la
política. "El lugar
más mágico del mundo", como reza el eslogan de Disneyland, se está
convirtiendo en el más ideológico.
Prácticamente todos los últimos
estrenos de Disney se recuerdan solo por su sobrecarga de empoderamiento femenino (desde
el restyling de Minnie con pantalones hasta la especie de
metáfora de la menstruación que es Red), de antirracismo militante (la
superheroína musulmana de Ms. Marvel, las princesas de todas las etnias, la
Ariel afroamericana que pronto llegará a las salas en el remake live-action de La Sirenita), de diversidad por
supuesto (antes de Mundo extraño llegó el beso lésbico en Lightyear y el hombre trans buscando
tampones en el supermercado en la serie Baymax), sin descuidar una
pizca de cultura de la cancelación (véase en Disney+ las "advertencias" colocadas en la parte
superior de obras maestras como Dumbo y Peter Pan, culpables de
contener "representaciones equivocadas de
personas y culturas").
Testimonios de compromiso LGTBIQ+
en la campaña corporativa Reimagine Tomorrow para directivos y empleados de
Disney, donde desvelan cómo introducen contenidos 'queer' en sus producciones
con intención adoctrinante.
Que esto es ahora sistemático lo
confirma el lanzamiento de Reimagine
Tomorrow [Reimagina el mañana], la
gran campaña corporativa para potenciar e incentivar el compromiso del personal
con la incorporación de "diversidad, equidad e
inclusión" en las relaciones y contenidos de trabajo. En las sesiones
de Reimagine Tomorrow, los
creativos hablan de lo estupendo que es "explorar
historias queer" en Disney y utilizar los dibujos
animados para "informar a los niños" sobre estas cosas; de hecho, se ha visto a altos
ejecutivos proclamar lo mucho que les gustaría tener al menos un 50% de "personajes LGBTQIA+" en futuras
historias, como hizo Karey Burke, jefa de
General Entertainment Content y "madre de un
hijo transexual y otro pansexual".
EL
NUEVO (VIEJO) BOB
Los que afirman que Disney echó a
Chapek para acabar con las "distracciones
políticas" se engañan a sí mismos. Iger, el histórico CEO de nuevo
en el cargo, es quizá aún más progre que Chapek; ya había impreso a la compañía
el acelerón de la justicia social. Demócrata declarado, Iger ha coqueteado
incluso con la idea de presentarse a la Casa Blanca, y durante el mandato
presidencial de Trump se labró un perfil de opositor ilustrado.
Hablando claro: se necesitaron muchas semanas y y mucha presión por parte
de los empleados indignados para que Chapek decidiera
enfrentarse a DeSantis; Iger, en cambio, se puso inmediata y públicamente del
lado de los "jóvenes LGBTQ en peligro" por la ley de Florida.
Disney pagará a su nuevo CEO más de 50 millones de dólares para que encuentre
un sucesor mejor en dos años. Y por supuesto, para hacer las paces con el
gobierno de Florida. Se necesitará una parte de la magia que ha permitido a
Disney prosperar durante los cien años que la empresa celebrará el 16 de
octubre. Quién sabe si la ideología le concederá otros cien.
Traducido por Helena
Faccia Serrano.
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