En medio de la controversia por una reciente propuesta del Arzobispo de Lima (Perú), Mons. Carlos Castillo Mattasoglio, un experto canonista explica por qué los laicos no pueden ser párrocos.
Mons. Castillo Mattasoglio, de 71 años, expresó el 21 de julio, en el
marco de una conferencia transmitida por las redes sociales del Arzobispado de
Lima, su deseo de que “familias, o parejas, o
grupos de esposos o de personas mayores laicas asuman parroquias”.
Aunque admitió que medidas como estas “no
están permitidas” por la Iglesia, el Arzobispo de Lima dijo que “es mejor mandar a los curas a estudiar un poco”.
El Prelado aseguró que está pidiendo permiso al Vaticano para
implementar sus planes sobre el cambio que desea para las parroquias en la
capital peruana.
Sin embargo, en diálogo con ACI Prensa, el P. Rubén Schmidt, sacerdote
argentino y doctor en Derecho Canónico por la Universidad Gregoriana de Roma,
explicó que “sin la presencia sacerdotal a la parroquia le
faltaría el fundamento de su existencia, la presencia eucarística”.
Tras el Concilio, continuó el sacerdote, “los
Papas Pablo VI y Juan Pablo II, inspirados en muchos textos del Vaticano II,
son quienes revalorizan la institución parroquial”, cuya existencia era
ya discutida en algunos sectores de la Iglesia.
“Son numerosos los sermones, las alocuciones,
exhortaciones, etc., en donde podemos encontrar la defensa que ellos hacen de
la parroquia”, aseguró.
Ambos pontífices, destacó, “intervinieron en
la redacción del Código de Derecho Canónico vigente en la actualidad, que presenta
una visión teológica y no solo jurídica” de la parroquia.
En la exhortación
apostólica Christifideles Laici,
dijo, San Juan Pablo II “afirma que la parroquia es
la ‘última localización de la Iglesia’, y un poco más adelante agrega que la
‘parroquia está fundada sobre una realidad teológica, porque ella es una
comunidad eucarística. Esto significa que es una comunidad idónea
para celebrar la Eucaristía, en la que se encuentran la raíz viva de
su edificación y el vínculo sacramental de su existir en plena comunión con
toda la Iglesia’”.
Al sacar al sacerdote del puesto de párroco, advirtió el P. Schmidt, “se perdería el carácter teológico de la
parroquia”.
“Además, si esta opción supone la no presencia
sacerdotal, los fieles estarían privados de recibir la mayoría de los sacramentos.
Pensemos sobre todo en la Eucaristía, la Confesión y la Santa Unción, que son
exclusivos del sacerdote”, señaló.
El sacerdote destacó además que el canon 519 del Código de Derecho
Canónico “llama al párroco ‘pastor propio’ de la
parroquia”, por lo que “encontramos referencias evangélicas a Cristo Buen
Pastor, que es Cabeza de la Iglesia”.
“Y en la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo, la
capitalidad tiene un rol esencial. El ser pastor propio o ser cabeza de la
comunidad eclesial es lo mismo. Al ser Cristo Sacerdote, Profeta y Rey, el
ministro ordenado participa esencialmente de esa triple función en orden a la
salvación que Cristo nos vino a traer”, señaló.
“Del sacerdote, que es otro Cristo, que recibe en
la Ordenación la participación en la triple función, nos llegan todos los
medios de la salvación instituidos por Cristo, sobre todo los sacramentos”, precisó.
Por esto, advirtió, “si se contara con la
presencia del sacerdocio ordenado, pero sin estar al frente de la parroquia o
sin ser guía de la comunidad, se distorsionaría aquel principio de la
capitalidad”.
El P. Schmidt indicó que una decisión como esta no puede ser tomada en
una “asamblea sinodal” arquidiocesana.
“Este tipo de organización eclesial depende
siempre de la Iglesia Universal”, subrayó.
El sacerdote recordó que cuando antes del Concilio Vaticano II “se discutía la caducidad de la parroquia”, entonces
“se pensaban como alternativas otro tipo de
comunidades, ya no compuestas por las personas de un determinado territorio
sino por otro tipo de vínculos”.
Esto, dijo, sería “algo parecido a las
parroquias personales, que son una excepción en la Iglesia”.
El canon 518 señala que “donde convenga, se
constituirán parroquias personales en razón del rito, de la lengua o de la
nacionalidad de los fieles de un territorio, o incluso por otra determinada
razón”.
“No sé si en un futuro esto no se pueda dar, pero
entiendo yo que la parroquia ya no sería en ese caso la última localización de la
Iglesia, que supone la universalidad y diversidad de personas que conforman un
Cuerpo”.
“Lo otro sería el resultado de vínculos o
afinidades preexistentes y, entre otras cosas, habría como un principio de
selección de miembros que conformarían dicha comunidad y ya no estaría
destinada dicha comunidad a ir a todo el mundo sino solo a aquellos a quienes
se adapten a sus condiciones”, expresó.
POR DAVID RAMOS
| ACI Prensa
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