El libro de Eclesiástico y la medicina moderna coinciden en una sabiduría común
Si pasado un año de la muerte de un ser querido el duelo sigue siendo incapacitante o muy doloroso, hay que buscar ayuda.
En la
Biblia, el libro de Sirácida o Eclesiástico, en el mismo capítulo 38 en que alaba el trabajo de los médicos y anima a ir al médico y
hacerle caso, pide también que el duelo por los difuntos no se alargue indebidamente.
En una
sociedad religiosa como la judía, donde mostrar reverencia por los difuntos y
los mayores era importante, no faltaba la tentación -como
sucedía entre los paganos, especialmente ricos- de compensar los fallos
contra los vivos rindiéndoles tributos después de muertos. Y alargar el duelo más y más es una tentación comprensible
pero dañina.
EL
DUELO SEGÚN ECLESIÁSTICO
Contra
ella, la Biblia recomienda duelos cortos, pero intensos y expresivos:
"Hijo mío, derrama lágrimas por un muerto y entona la lamentación
que expresará tu dolor. Luego entierra su cuerpo como se debe, no
descuides nada referente a su sepultura. Gime amargamente, golpéate el pecho,
haz el velorio como conviene por uno o dos días para marcar la
separación. Luego consuélate de tu tristeza. Porque la tristeza lleva a
la muerte, y la pena interior consume las energías. Que la tristeza se acabe con los
funerales: no puedes vivir siempre afligido. ¡No abandones tu
corazón a la tristeza, échala y piensa en tu propio fin! No lo olvides: es sin
vuelta. Tú te perjudicarías y no le harías ningún bien. Acuérdate de mi
sentencia que un día podrás repetir: ¡ayer fui yo, hoy serás tú! Desde el
momento que el muerto reposa, haz que también repose su recuerdo; consuélate
desde el momento que haya expirado."
En la
situación de pandemia actual, con probablemente unos 50.000 muertos ya en
España a causa del coronavirus (945.000 muertos oficialmente a nivel mundial a
fecha 18 de septiembre) se da la circunstancia de que muchas personas no han
podido despedirse adecuadamente de sus difuntos, por las condiciones de
confinamiento.
Poder
despedirse es importante, explica la psicóloga Ana Cuevas, del COF de la
diócesis de Valladolid. “Este último adiós
ayuda a aceptar la realidad de la pérdida, y compartirlo con las personas cercanas hace que ese
tiempo sea especial, acorde con la importancia que tiene el hecho”. Por
eso la Biblia lo pide: "entierra su
cuerpo como se debe, no descuides nada referente a su sepultura, gime
amargamente, golpéate el pecho, haz el velorio".
Tratan el
tema del duelo en la imprescindible revista Misión (de suscripción gratuita aquí). La
publicación consulta también a Marisa Magaña, psicóloga
experta en intervención en duelo y directora del Centro de Escucha San Camilo, que, dentro del Centro de
Humanización de la Salud de los Religiosos Camilos, presta atención profesional
gratuita a personas que han perdido a seres queridos.
Ella
explica que por lo general no se necesita ayuda profesional para afrontar un
duelo, basta con el entorno natural y social, y el paso del tiempo. Pero hay
casos en que sí puede necesitarse ayuda profesional.
IR
AL MÉDICO O PSICÓLOGO ES ALGO BUENO Y NORMAL
“Si pasa el primer año y los síntomas del
principio se van prolongando en el tiempo, por ejemplo: sigues llorando con la misma frecuencia e
intensidad, no puedes hablar del ser querido porque te vienes abajo, tienes
pensamientos obsesivos sobre el fallecido, los sentimientos de culpa te
incapacitan o la rabia te lleva al victimismo, entonces conviene buscar ayuda”, aclara Magaña.
Acudir al
médico es algo normal y así lo explica la Biblia en Sirácida 38: "Hijo mío, cuando estés enfermo no te deprimas: ruégale al Señor
para que te cure. Luego haz que venga el médico, ya que
el Señor lo creó; no lo desprecies porque lo necesitas".
Magaña
pide "normalizar la figura del psicólogo,
porque la salud mental es como la salud física, y todos necesitamos en un
momento dado acudir al médico”. Añade que “un
acompañamiento profesional adecuado nunca viene mal, aunque solo sea para entender
qué es estar en duelo y conocer lo que te pasa”.
EL
PRIMER AÑO
Ana
Cuevas, psicóloga especialista en terapias para el duelo del COF de Valladolid,
puntualiza que “a veces el doliente puede tener la
sensación de que le están ocurriendo cosas muy raras en su duelo. Pero la
pérdida sitúa al que lo vive tan en el extremo, que casi todo lo que pueda
ocurrirle es normal”.
El duelo
es una experiencia muy particular, que las personas viven de distintas formas.
Por ejemplo, la norma de "esperar el primer
año", no es absoluta, aunque tiene un sentido.
“Suele hablarse de un año como un periodo normal para un duelo, porque
en ese
periodo tienes que vivir por primera vez una serie de acontecimientos sin la
persona que ha fallecido: cumpleaños, navidades, vacaciones,
estaciones del año, etc. Pero el duelo se puede alargar más, sin que eso
signifique que se haya complicado”, matiza
Ana Cuevas.
SER
ACOMPAÑADO, ESCUCHADO, PODER HABLAR
Poder
hablar siempre ayuda. “Un acompañante que no sea
del círculo propio permite al doliente hablar de ciertas cosas que con personas
de su entorno cercano a lo mejor no se atreve”, observa Ana Cuevas. Este
acompañamiento requerirá:
1)
escuchar atentamente, con los 5 sentidos, lo que el doliente expresa... mostrar que se
escucha, respondiendo de vez en cuando para que entienda que tiene un oyente
atento
2)
brindar un apoyo incondicional al oyente; no está en una fase adecuada para que juzguen en
profundidad lo que cuente, su moralidad o si es pertinencia; basta con estar
ahí expresando acompañamiento y cercanía
3)
ser empático; mantenerse al lado del doliente y seguir su ritmo,
sin empujarle; tampoco dejar que nos hunda y afecte a nuestra situación
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