Atentado contra la libertad religiosa
Mons. Carlos
López, obispo de Salamanca, ha denunciado un grave atentado contra la libertad
religiosa por parte de algunos responsables de residencias de ancianos. No
permiten la entrada de sacerdotes para atender a los ancianos.
(La Gaceta de Salamanca) «Álzate ante las
canas y honra al anciano». Con una cita del Levítico (19,32) el obispo de la Diócesis de Salamanca,
Carlos López, ha reivindicado la figura de las personas mayores, los más
golpeados por la pandemia sanitaria a través de una carta pastoral.
El prelado traslada la «especial preocupación» por la práctica de los responsables de algunas residencias de mayores
que, en la actual situación sanitaria y normativa con la pretensión de seguir
protegiendo del contagio por el virus, «no permiten la
entrada de sacerdotes para atender espiritualmente a los residentes que solicitan los sacramentos en la etapa final
de su vida».
De hecho, el obispo compara
con otros profesionales que sí acceden a prestar «otros convenientes servicios». Frente a
este hecho, López hace un llamamiento a respetar la Ley Orgánica de
Libertad Religiosa que garantiza
a toda persona «recibir asistencia religiosa».
El pastor de la Iglesia salmantina
recuerda que «en ningún momento de la pandemia» se ha dictado
ninguna norma de la autoridad sanitaria,
el Gobierno regional o el nacional «que haya
impedido el ejercicio del derecho de asistencia religiosa en la cercanía de la
muerte». En este sentido,
elogia la labor de los capellanes del Hospital que realizaron su misión
espiritual «debidamente equipados», como
siguen haciéndolo en la actualidad.
«La edad no
puede ser el único criterio de elección». Tras reconocer la situación de
aislamiento y soledad que han vivido los mayores, López anima a cambiar la
forma de pensar hacia los ancianos con la exigencia del respeto a la dignidad y
sus aportaciones a la sociedad.
Respecto a la atención médica
prestada, el obispo reivindica que «la edad no
puede ser considerada como el único criterio de decisión», ya que si
fuera así se caería en un «comportamiento
discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles», según cita el
obispo a la Pontificia Academia para la Vida. En este sentido, puntualiza que
la decisión de aplicar los tratamientos debe priorizarse el criterio de atender
las necesidades del paciente «es decir la gravedad
de su enfermedad y la evaluación de los beneficios clínicos que el tratamiento
puede lograr».
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