Todos en algún momento nos preocupamos por encontrar nuestra vocación. Ese llamado al que sentimos que debemos responder confiando que es por donde Dios nos llevará. ¿A qué le digo que sí? ¡Es que ni sabemos a qué vamos a responderle a Dios!
Si a la vida religiosa, al
matrimonio, al sacerdocio. Hay tantas opciones y también tantas formas de
equivocarnos (te recomiendo esta lista de libros
para discernir). Cada noche nos preguntamos si estaremos
haciendo lo que nos pide Dios. Pero hay una gran vocación a la que estamos
llamados y podemos cumplirla desde hoy. Con toda la confianza que es por ahí
que complacemos a Dios: ser nosotros mismos.
Creo realmente que es algo que
nos pide sin cesar y sin embargo creemos que es irrelevante para elegir la vida
como Él nos la pide.
¿POR QUÉ DEBO SER «YO MISMO» PARA ENCONTRAR MI
VOCACIÓN?
Para ser fieles: «No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más
bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir
cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es
perfecto» (Carta a los Romanos, 12).
Cada uno crece en una familia,
en una comunidad y una cultura distinta, y poco a poco vamos adoptando las
actitudes y valores que nos inspiran, ya sea consciente o inconscientemente.
Cada experiencia nos trasforma y puede ocurrir que perdamos nuestra verdadera
esencia. Miedos, el qué dirán,
ofensas, heridas, caídas, rechazos, todo nos va moldeando.
¿QUÉ SERÍAMOS SI DEJÁRAMOS QUE DIOS NOS RE-MOLDEARA
A QUIEN ORIGINALMENTE SOMOS?
«Y creó Dios al
ser humano a su imagen. A imagen de Dios lo creó» (Génesis, 1). Si nos miramos
al espejo, ¿qué vemos?, ¿vemos a Dios?, ¿vemos las miles de opiniones que hemos
recibido de los demás?
«Si fuera más…»,
«si no tuviera…», «si me hubieran heredado…». Cuánto de lo que somos está en
función de los demás y no de Dios, de nuestra realidad y verdad fundamentada en
Él.
Siendo nosotros mismos le
estamos dando gloria. Así como las aves del cielo y las flores del campo, al
simplemente ser, reflejan a su Creador, no deseando ser ni más ni menos que eso.
¿Deseamos ser alguien que no somos?, ¿y si nos miramos maravillosos?
EN LA MOCHILA DE
ESTE VIAJE SIEMPRE VAS TÚ
Podemos irnos de viaje y
visitar muchos países para dejar algo atrás, pero siempre nos tocará viajar con
lo mismo: con nosotros mismos. Así también podremos responder en libertad a
cualquier llamado ¡y Dios lo bendecirá! Pero
algo será constante en cada opción de vida: nosotros.
Llegamos a pensar que somos
infelices porque no estamos donde deberíamos, que Dios nos castiga con
insatisfacción por no cumplir con nuestro deber y por no orar lo suficiente por
descubrir nuestra vocación.
Pero en el fondo estamos
queriendo encontrarnos a nosotros mismos en Dios, nuestra versión original. Y
donde nos desarrollemos seremos bendecidos.
Lo
que realmente nos cuesta es no ser fieles a nuestra esencia, que implica aceptar nuestras
fortalezas y limitaciones. Esas que viajan con nosotros a la vida religiosa o
laical. Soltería, vida religiosa, misionera o matrimonio, aquí o allá. La
sabiduría de los santos es ser quienes somos en donde estamos.
¿Eres tú mismo
en este momento o tienes una máscara puesta? Deja el miedo atrás, sé quién Dios ha querido que seas y no pares de
orar y de pedirle cada día que guíe tus pasos y tus decisiones.
Escrito por Sandra Estrada
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