Hay
muchos nombres para los delitos en los códigos penales. Pero hay uno que
resuena con una contundencia sin igual: crimen de lesa
humanidad. Es un delito no contra tal o cual persona, sino que se
inflige contra
la humanidad misma.
Magistralmente,
los juristas de después de la II Guerra Mundial determinaron que, cuando ese
delito se cometiese, regiría el principio de jurisdicción universal. No solo eso, además son imprescriptibles.
Todo el
mundo piensa en el III Reich, pero desgraciadamente los ha habido en muchos
otros lugares: en Malui, en el Estado ISIS, en Guinea Ecuatorial (1968-1979),
en Uganda con Idi Amín (1987), el Imperio Británico (durante la Guerra Boer,
por citar un solo ejemplo de ese imperio) y en otros lugares.
Cuando un
grupo o un estado comete ciertos actos, por su misma naturaleza, la agredida
pasa a ser la humanidad entera y la humanidad no puede dejar de actuar, no
puede inhibirse.
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¿Por
qué escribo este post? Pues por
un documental que vi ayer. Tantas veces nos parece que no hay justicia sobre
este mundo. Pero lo cierto es que, incluso sobre este mundo, la Mano de Dios
actúa más de lo que pensamos. A muchos jerarcas nazis, les cayó sobre la tierra
una condena que parece bíblica: Le condenamos a
morir en la horca, su cuerpo será incinerado y sus cenizas esparcidas... Parece la maldición de un profeta.
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Hoy vi la
foto de uno de esos jerarcas nazis de tercera o cuarta fila, agarrarse a un
crucifijo (con las dos manos), frente al sacerdote, repitiendo las oraciones
que este le recita, justo antes de llevárselo al cadalso.
Después
de los días del orgullo, los días de la retribución. Después de haber llevado
con jactancia la cruz de ese anticristo sobre el brazo y la frente, aferrarse
al final de la existencia a la cruz de Cristo.
Todos
hemos visto miles de fotos y vídeos de esos jerarcas en los días del orgullo.
Por el contrario, son poco conocidas las imágenes de los días de la retribución,
largas jornadas en las que comieron el pan del dolor mezclado con el agua de
sus lágrimas.
Cada uno
de los que logró escapar a la justicia humana, solo consiguió una prórroga
sobre la tierra antes de comparecer ante el Juez Inapelable. Por larga que les
pareciera la vida, solo era una prórroga. Esto vale para todos los que han
cometido crímenes contra la humanidad, sean de la ideología que sean, sean del
pasado o del presente.
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Ahí está el presidente de China, solo él sabe
cuántas cosas lleva a cuestas sobre su conciencia. Una de ellas es la de
encarcelar a cientos de miles de seres humanos para obligarles a pensar como él
quiere, meter en prisión a cristianos y un largo etcétera. Y le recibimos con
todos los honores en nuestros aeropuertos, con banda de música, ofrecemos
banquetes en su honor y, al darle la mano, nuestros jefes de Estado casi sin
darse cuenta se inclinan un poco.
P. FORTEA
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