La gran mayoría de
la gente busca alivio a las experiencias existenciales de la vida. Siempre ha
habido y habrá personajes que se han aprovechado de estas circunstancias de las
personas: despertar a la realidad es desagradable, y los gurús y líderes sectarios
lo saben, sus palabras son de alivio a lo que realmente quiere
escuchar el nuevo adepto, utilizando las técnicas de control mental que
saben manejar.
Cientos de
millones de personas siguen los pasos de los gurús más conocidos de la India,
practican yoga con ellos, escuchan sus consejos, participan en sus
celebraciones y, en definitiva, promueven el estilo de vida que predican en
sus ashrams. Estos líderes espirituales han levantado sus
imperios alrededor de la meditación, tienen su propia marca de productos
y compiten con las mayores empresas de alimentación o higiene del mundo.
Si los gurús
indios del siglo XX construyeron sus dominios expandiendo la meditación a
Occidente, los del siglo XXI han decidido centrarse en el mercado interior
de la India para ofertar sus artículos. Son lo que la antropóloga
Lise McKean, en su libro Divina Empresa, llama “actores
clave en el negocio y la política de la espiritualidad”.
EL “MÍSTICO”… Y SU
SECTA EXPLOTADORA
Un ejemplo de ellos es Jaggi Vasudev, conocido como Sadhguru, un personaje
que ha construido en torno a él una figura “mística”,
inteligente, no
amenazante, carismático y divertido, el mismo reflejo que pretende cualquier gurú
hindú en la actualidad. El hinduismo proporciona el marco perfecto para sus
enseñanzas, porque absorbe cualquier crítica problemática en sus miles de
comunidades, líderes e ideas, como una ameba espiritual
retorcida y amorfa.
Pero detrás de esa sonrisa se esconde algunas cosas que los nuevos adeptos de
Sadhguru y simpatizantes de sus vídeos desconocen: su Fundación
Isha, que no se diferencia de cualquier secta explotadora. Hace que sus miembros juren guardar secreto, y
tienen que pagar una pequeña fortuna para su iluminación.
De hecho, si se te ocurre
asistir a uno de sus eventos de fin de semana, un mini retiro
yóguico en una especie de
ashram emergente, como el que tuvo lugar en el ExCel Center de Londres, te
costará 650 libras por entrada (unos 713 euros).
ESCLAVITUD LABORAL Y
OTRAS ACUSACIONES
Una vez dentro de la Fundación
Isha, muchos de sus adeptos se dieron de cuenta del control mental
que existe, y después expusieron sus vivencias. Como la de trabajar gratis con el disfraz de voluntariado: existen testimonios como el de un seguidor que
describió haber sido forzado a trabajar diez horas al día, siete días a
la semana, sin recibir nada más que una estera de paja para dormir.
Todo esto, por supuesto, no
suena espiritualmente esclarecedor ni particularmente legal. Pero para este
seguidor de Sadhguru el problema aumentó: “las
cosas llegaron a su fin cuando un sanyasi (monje mayor) me molestaba (acosaba
sexualmente) cuando estaba solo en el comedor”, tal como se quejó.
Sadhguru
también fue acusado de asesinar a su esposa. Podría pensarse que eso desanimaría a las personas que lo siguen como una
deidad cercana. Sin embargo, el líder ha explicado la muerte de su esposa como
un caso de Mahasamādhi, que significa dejar el cuerpo
físico durante la iluminación meditativa, lo que lo hace totalmente
correcto.
LA VOZ DE LAS VÍCTIMAS
Su movimiento tiene de las mismas técnicas características de cualquier grupo sectario donde se
utilizan el control mental. Esto
se puede encontrar en el testimonio de sus ex adeptos: “fui a un intensivo de tres días con Sadhguru y fue la peor experiencia de mi vida”, afirma un ex seguidor.
“Mi
mente estaba cuestionando todo. Me sentí tan solo y me pregunté muchas veces si esto era un
lavado de cerebro. Siento que no he sido el mismo desde entonces y tengo
ansiedad persistente y empeoramiento de la depresión. Me negué a regresar al
día siguiente y estaban en la puerta de mi hotel tocando para entrar. Hablé con
Sadhguru y le dije que estaba bien, que no temiera y que no me gustaba el
cambio. Me di cuenta de que sabía
que no creía en nada de lo que estaba vendiendo”, se lamenta esta víctima.
INFILTRACIÓN EN
ORGANISMOS INTERNACIONALES
Pero es difícil atacar
realmente algo tan nebuloso como la Fundación Isha. Sadhguru ha demostrado que
es más que capaz de desviar cualquier queja o pregunta con afirmaciones
espirituales y encantadora humildad. “Lo
único que sé es este pedazo de vida”,
dice. Afirma que no ha leído el Bhagavad
Gita (un texto sagrado de
700 versos que forma parte de la gran epopeya hindú Mahabharata).
Ha
sido delegado en la Cumbre de la Paz del Milenio de las Naciones Unidas, ha
participado en el Foro Económico Mundial en Davos y ha sembrado numerosas
organizaciones benéficas exitosas a través de su organización, pero todo esto
está enmascarando sus relaciones públicas.
La Fundación Isha es una
especie de secta del siglo XXI. A pesar de que los
asistentes se inclinan ante Lingams, cantan canciones sobre el dios hindú Shiva
y se desmayan cuando su líder entra en la sala, Sadhguru afirma
que todo es una ciencia sin afiliación religiosa.
Al igual que ocurre con la
Dianética de Cienciología, la “Ingeniería interna” de la
Fundación Isha se vende a sí misma como una “tecnología” espiritual para el
bienestar. Por supuesto, es una tecnología costosa: 650 libras
(unos 713 euros) por asientos premium en un programa Shambhavi Mahamudra (como en
el fin de semana que hubo en Londres, ya mencionado), más 95 libras (unos 105
euros) por el “curso de iluminación en línea” previo,
requisito para asistir al programa.
EN LA ESTELA DE OSHO
Y OTROS LÍDERES ORIENTALES
El psiquiatra Robert J.
Lifton, de la Facultad de Medicina de Harvard, ofrece tres características
definitorias de una secta destructiva: un proceso de persuasión
coercitiva o “reforma del pensamiento”, un líder carismático que se convierte
en un objeto de culto y una explotación económica, sexual o de otro tipo de los
miembros del grupo por parte del líder y su grupo.
La Fundación Isha alcanza
todas las marcas, pero el juego extorsionador del gurú no es nada nuevo. Hace
cuarenta años, “la gente naranja” era una
estampa común en Totnes (Devon, Reino Unido). Eran los seguidores de Osho,
un gurú que estableció una colonia en Oregón (EE.UU.), donde albergó una flota
de Rolls-Royce y cometió ataques bioterroristas contra los locales que se
oponían a él.
Lo que aparentaba un vídeo
de Sri Swami Vishwananda, un gurú que vive
en Alemania, “vomitando oro” frente a
un ashram de devotos occidentales enloquecidos se volvió aún más
horrible cuando salió a la luz en 2008 que había estado usando a sus brahmacharis (monjes novatos) como esclavos
sexuales personales.
A pesar de todo eso, tanto
Osho como Vishwananda todavía tienen muchos seguidores, por lo que en el caso de Sadhguru, que haya matado a su esposa y arruinado la vida
de las personas probablemente no será un gran problema para él. La
fundación Isha aún no ha aparecido en los titulares, pero está siguiendo un
camino familiar: “el místico” en su camino
hacia convertirse en el Osho de nuestros tiempos.
***
Este artículo ha
sido escrito por José Antonio Gómez Castro para
el blog de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), basándose en
las informaciones publicadas por los medios Vice y Priyanka Writing.
Secretaría RIES
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