El Papa Francisco firmó un mensaje este martes 3 de
diciembre con motivo del Día Mundial de las Personas con Discapacidad en el que
pide que se promocione el derecho de participar de las personas con
discapacidad.
“Se han hecho grandes progresos para las personas
con discapacidad en el ámbito de la medicina y del bienestar, pero todavía hoy
constatamos la presencia de la cultura del descarte y muchos de ellos sienten
que existen sin pertenecer y sin participar”.
A continuación, el mensaje completo del Papa
Francisco:
Con ocasión del Día Mundial de las
Personas con Discapacidad, renovamos nuestra mirada de fe, que
ve en cada hermano y hermana la presencia de Cristo mismo, que considera que
todo gesto de amor hacia uno de sus hermanos más pequeños se le hace a Él mismo
(cf. Evangelio de Mateo 25, 40). En esta ocasión, quisiera recordar cómo la
promoción del derecho de participar desempeña hoy un papel central en la lucha
contra la discriminación y en la promoción de la cultura del encuentro y de la
calidad de vida.
Se han hecho grandes progresos para las personas con discapacidad en el
ámbito de la medicina y del bienestar, pero todavía hoy constatamos la
presencia de la cultura del descarte y muchos de ellos sienten que existen sin
pertenecer y sin participar.
Todo esto exige no sólo la protección de los derechos de las personas
con discapacidad y de sus familias, sino que nos exhorta también a hacer un
mundo más humano, eliminando todo lo que les impide tener una ciudadanía plena,
los obstáculos del prejuicio, y favoreciendo la accesibilidad de los lugares y
la calidad de vida, que tenga en cuenta todas las dimensiones del ser humano.
Es necesario cuidar y acompañar a las personas con discapacidad en todas
las condiciones de vida, utilizando también las tecnologías actuales, pero sin
absolutizarlas; hacerse cargo de las situaciones de marginalidad con fuerza y
ternura; caminar con ellos y "ungirles" de
dignidad para que participen activamente en la comunidad civil y eclesial. Es
un camino exigente y también fatigoso, que contribuirá cada vez más a la
formación de conciencias capaces de reconocer a cada uno de nosotros como una
persona única e irrepetible.
Y no olvidemos a los numerosos "exiliados
ocultos" que viven en nuestros hogares, en nuestras familias y en
nuestras sociedades (cf. Angelus, 29 de diciembre de 2013; Discurso al Cuerpo Diplomático, 12 de enero de
2015).
Pienso en las personas de todas las edades, especialmente en los
ancianos, que, también por su discapacidad, a veces se sienten como una carga,
como "presencias engorrosas", y
corren el riesgo de ser descartadas, de que se les nieguen perspectivas
laborales concretas para participar en la construcción de su propio futuro.
Estamos llamados a reconocer en cada persona con discapacidad, incluso
con discapacidades complejas y graves, una contribución singular al bien común
a través de su biografía original. Reconocer la dignidad de cada persona,
sabiendo que no depende de la funcionalidad de los cinco sentidos (cf. Coloquio con los participantes en la Conferencia sobre
Discapacidad de la IEC, 11 de junio de 2016). El Evangelio nos
enseña esta conversión.
Necesitamos desarrollar anticuerpos contra una cultura que considera
algunas vidas de serie A y otras de serie B: ¡esto
es un pecado social! Tened el valor de dar voz a quienes son
discriminados por su discapacidad, porque desgraciadamente en algunas naciones,
todavía hoy, se duda en reconocerlos como personas de igual dignidad, como
hermanos y hermanas en la humanidad.
En efecto, hacer buenas leyes y derribar las barreras físicas es
importante, pero no es bastante, si no cambia también la mentalidad, si no
superamos una cultura generalizada que sigue produciendo desigualdades,
impidiendo que las personas con discapacidad participen activamente en la vida
cotidiana.
En los últimos años se han puesto en marcha y llevado a cabo procesos
inclusivos, pero todavía no son suficientes, porque los prejuicios producen,
además de barreras físicas, también limitaciones al acceso a la educación para
todos, al empleo y a la participación. Una persona con discapacidad, para
construirse a sí misma, necesita no sólo existir sino también pertenecer a una
comunidad.
Animo a todos los que trabajan con personas con discapacidades a que
continúen con este importante servicio y compromiso, que determina el grado de
civilización de una nación. Y rezo para que cada persona sienta la mirada
paterna de Dios, que afirma su dignidad plena y el valor incondicional de su
vida.
Redacción ACI Prensa
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