Unos años
después de que yo naciera, mi padre conoció a una extraña recién llegada a
nuestro pequeño pueblo.
Desde
el principio, mi padre estaba fascinado con esa encantadora novata y luego la
invitó a vivir con nosotros.
La
extraña aceptó y, sorprendentemente, ¡mi madre
también!
Mientras
crecía, en mi mente joven, ella ya tenía un lugar muy especial.
Mi
madre me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi padre me enseñó a
obedecer.
Pero
la extraña era más fuerte, nos encantó durante horas hablando de aventuras y
misterios.
Ella
siempre tenía respuestas a cualquier cosa que quisiéramos saber. ¡Sabía todo del pasado, del presente e incluso podía
predecir el futuro!
Lo
molesto era que no podíamos estar en desacuerdo con ella. ¡Ella siempre tuvo la última palabra!
Ella
fue quien llevó a mi familia al primer partido de fútbol.
Nos
hizo reír y llorar.
La
extraña casi nunca dejaba de hablar, pero mi padre la amaba.
Mi
madre que incluso estaba celosa, nos dijo que nos calláramos para poder
escucharla.
A
menudo la llevaba a su habitación y se acostaba con ella.
A
mi madre no le gustó, pero ella la aceptó. Ahora me pregunto si mi madre alguna
vez rezó para que se fuera.
Mi
padre dirigía nuestra casa con fuertes convicciones morales, pero la extraña no
estaba obligada a seguirlas.
Las
peleas, las malas palabras en nuestra familia no fueron permitidas, ni por
nuestros amigos ni por nadie que nos visitara. Sin embargo, ella usó su
lenguaje inapropiado, que a veces me quemaba los oídos e hizo que mi padre y mi
madre se sonrojaran.
Mi
padre nunca nos dio permiso para beber alcohol y fumar, pero ella nos animó y
dijo que nos diferenciaba en la sociedad.
Habló
libremente (tal vez demasiado) sobre el sexo. Ahora sé que mis conceptos de
relaciones fueron fuertemente influenciados durante mi adolescencia por ella.
A
menudo la criticamos, pero a ella no le importaba y no quería salir de nuestra
casa. Pero también estábamos confabulando con toda esta situación.
Han
pasado más de cincuenta años desde que la extraña vino a nuestra familia.
Desde
entonces, ha cambiado mucho, pero sigue siendo joven, práctica, hermosa y
elegante.
Está
en casa, tranquila, esperando que alguien escuche sus conversaciones o dedique
su tiempo libre a hacerle compañía, a admirarla.
¿Su nombre?
LA TELEVISIÓN…
Ahora
ella tiene un esposo llamado Computador y
tuvieron un hijo llamado Tablet y un nieto
llamado Móvil.
La extraña ahora tiene una familia...
¿Y la nuestra? Cada uno más lejos del otro...
Autor desconocido.
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