Iglesia Católica/Estados Unidos
Unos piensan que
es por una catequesis deficiente, otros que «es culpa del Vaticano II», otros
por las teorías de la conspiración protestante, otros culpan a las monjas
liberales, otros por iglesias que parecen naves espaciales, otros por el tipo
de música.
(CNA) Una noticia la semana pasada me recordó una historia sobre el escritor
Flannery O'Connor. En una de sus cartas recogidas en The Habit of Being,
describió cómo estuvo presente en una elegante reunión literaria en Nueva York,
donde la autora Mary McCarthy fue invitada. O'Connor fue intimidado por los
literatos y apenas dijo una palabra toda la noche.
Luego ella describió
la escena:
«Bueno, en la
mañana, la conversación se centró en la Eucaristía, que yo, como católica,
obviamente debía defender. Mary McCarthy dijo que cuando era una niña y recibió
la Hostia, pensó que era el Espíritu Santo, por ser la persona «más portátil» de
la Trinidad; y ahora lo considera un símbolo e insinúa que es muy bueno.
Entonces dije, con voz muy temblorosa: «Bueno, si es un símbolo, al diablo con
eso». Esa fue toda la defensa de la que fui capaz, pero ahora me doy cuenta de
que esto es todo lo que podré decir al respecto, fuera de la historia, excepto
que es el centro de existencia para mí; todo el resto de la vida es
prescindible».
Una encuesta reciente de Pew
informa que el 50% de los católicos estadounidenses comparten la
fe de O'Connor. La otra mitad está del lado de Mary McCarthy. El 50%
cree que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La
otra mitad piensa que es simbólico.
¿Cómo
llegamos al punto en que un 50% de los católicos se equivoquen con las
creencias católicas más básicas? Una posible causa de la que se puede sospechar es una catequesis deficiente. Sí, sí, lo sé: durante
los últimos 50 años hemos estado sujetos a catequesis edulcoradas y
deficientes, pero ¿es eso una causa o un síntoma?
Otros quieren cavar más
profundo. «Es
culpa del Vaticano II», gritan, justo antes de susurrar sobre las teorías de la conspiración protestante, siendo Juan XXIII
un masón y el archienemigo el Arzobispo Bugnini. Otros culpan a las monjas liberales con trajes de
pantalón, «Father Fabulous» con sus
vestimentas Day-Glo, por iglesias que parecen naves
espaciales y la música que parece
ser una mezcla de Joan Baez, The Carpenters y canciones de fogata.
Todos
estos son síntomas de la enfermedad. Las raíces del problema tienen 1.000 años. Los debates sobre el cuerpo
y la sangre de Cristo en el sacramento estallaron por primera vez en el siglo
XI cuando el teólogo francés Berengario de Tours negó que pudiera haber un
cambio material en la consagración. La controversia terminó con la definición
de transubstanciación en el Cuarto Concilio de Letrán en 1215.
Esa definición fue afirmada en
el Concilio de Trento en su Decreto sobre la Santísima Eucaristía: «En el Santísimo Sacramento de la Sagrada Eucaristía,
después de la consagración del pan y el vino, nuestro Señor Jesucristo,
verdadero Dios y hombre, está verdaderamente, real, y sustancialmente contenido
bajo las apariencias de esas perceptibles realidades». La clara
definición de Trento fue una respuesta a los revolucionarios protestantes.
Lutero propuso la «consustanciación» y el «recepcionismo» anglicano, mientras que Calvino y
Zwinglio abogaron por una presencia meramente simbólica de Cristo en la celebración
de la Eucaristía.
Sí, pero ¿de dónde vienen sus ideas? La teología de los
reformadores fue influenciada por el nominalismo de Guillermo de Ockham
(1285-1347), que desafió la existencia de realidades metafísicas en favor de la
realidad percibida del mundo material. En resumen: es solo un símbolo.
La encuesta reciente revela
que es más que una disputa doctrinal entre católicos. El desacuerdo sobre la
Eucaristía es indicativo de un crater similar al Gran Cañón en la Iglesia
Cristiana. El crater está entre 2 entendimientos completamente opuestos de la
religión cristiana.
El materialista
moderno cree que el cristianismo
es una invención humana que es el producto de un período histórico y cultural.
Como tal, no solo puede cambiar, sino que debe cambiar de acuerdo con el tiempo
y la cultura en la que se encuentra. En otras palabras, el cristianismo es una
religión relativa. La Eucaristía no solo es
simbólica, sino también toda fe
cristiana.
La segunda visión es la del sobrenaturalista histórico. Para
él, la fe cristiana no es relativa; está revelada. Como San Pablo escribió en
Gálatas, «En la plenitud de los tiempos, Dios envió
a su Hijo nacido de una mujer». Para el sobrenaturalista histórico, la
encarnación de Nuestro Señor Jesucristo tuvo lugar donde sucedió y como parte
del plan eterno de Dios. La Eucaristía y toda la fe
cristiana, por lo tanto, no es simbólica sino sobrenatural. Es revelada por Dios, y su esencia no puede
adaptarse a los caprichos de la historia y la cultura.
No debemos ser ingenuos. Este
crater atraviesa todo el cristianismo contemporáneo. La gran división hoy ya no
es solo entre protestantes y católicos, sino entre aquellos que creen en una
religión revelada y aquellos que creen que todo es un símbolo.
Tampoco debemos subestimar el
daño que el punto de vista materialista moderno le hace a la Iglesia. La
conclusión debe ser: si todo no es más que un símbolo, ¿cuál
es el punto? ¿por qué molestarse? o para hacerse eco de Flannery
O'Connor: «Al diablo con eso».
Si bien el desacuerdo sobre la
Eucaristía es un síntoma de la gran división, también es una de las formas de
cerrar la brecha.
La forma en que explico la
doctrina de la transubstanciación comienza con la definición de la palabra.
Transubstanciación significa «cambio de toda
sustancia». Luego explico que los cristianos de la Edad Media pensaban
que la palabra «sustancia» significaba
exactamente lo contrario de nuestra definición. Por «sustancial»
entendemos físico y sólido como lo perciben nuestros sentidos
corporales. El filósofo medieval, por otro lado, entendió por «sustancia» el aspecto invisible de una cosa que
no cambió y que, por lo tanto, es eterno.
En nuestro sótano tenemos una
colección de fotografías familiares. Allí estoy como de un niño de 2 años en
los brazos de mi padre. Al lado hay una foto de familia cuando tengo 5 años,
otra cuando tengo 12 años, luego mi retrato de la secundaria, mis años de
universidad y luego la de ayer, un viejo calvo. La forma física ha cambiado,
pero en cada fotografía puedes ver que soy yo. Esa persona invisible e
inmutable es mi sustancia.
Es esta «sustancia» del pan y el vino la que cambia. La
realidad del pan y el vino, el «pan» y el «vino» de las cosas, se convierte en el Cuerpo y
la Sangre de Cristo. Esta explicación filosófica es la mejor que tenemos de lo
que sigue siendo un misterio.
Una
comprensión adecuada de la Eucaristía, por lo tanto, conduce a una comprensión
adecuada de toda la fe. Si puedo entender cómo el pan y el vino son realmente el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, también podría comenzar a ver la poderosa mano de Dios en
todas sus obras. Cuando empiezo a ver cómo es este mundo, como lo expresó
Gerard Manley Hopkins, «cargado de la grandeza de
Dios», entonces puedo comenzar a comprender el misterio sacramental de
la Iglesia misma.
El
P. Dwight Longenecker es un ex ministro de la Iglesia de Inglaterra. Ahora se
desempeña como pastor de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario en
Greenville, Carolina del Sur.
Dice entre otras cosas el
Documento “Del
conflicto a la comunión. Conmemoración
conjunta Luterano-Católico Romana de la Reforma en el 2017” (en
adelante DCC), elaborado por la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la
Unidad de los Cristianos:
“Tanto luteranos
como católicos pueden afirmar en conjunto la presencia real de Jesucristo en la
Cena del Señor: «En el sacramento de la
Cena del Señor, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, está presente
total y enteramente, con su cuerpo y su sangre, bajo los signos del pan y del
vino» (Eucaristía 16). Esta declaración en común afirma todos los elementos esenciales de la fe en la
presencia eucarística de Jesucristo sin adoptar la terminología conceptual de «transustanciación». De
esta forma, católicos y luteranos entienden que «el Señor exaltado está presente en la Cena del Señor, en
el cuerpo y la sangre que él ofreció, con su divinidad y su humanidad, mediante
la palabra de promesa, en los dones del pan y del vino, en el poder del
Espíritu Santo, para su recepción mediante la congregación».”
De este párrafo se sigue que
“la terminología conceptual de “transustanciación”" no es esencial a la fe en la presencia
eucarística de Jesucristo.
Ahora bien ¿qué es
exactamente eso que no es esencial a
nuestra fe?
Dice el Concilio de Trento:
“D-877 Cristo
Redentor nuestro dijo ser
verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la apariencia de pan [Mt.
26, 26 ss; Mc. 14, 22 ss; Lc. 22, 19 s; 1 Cor. 11, 24 ss]; de ahí que la
Iglesia de Dios tuvo siempre la persuasión y ahora nuevamente lo declara en
este santo Concilio, que por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en
la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del
vino en la sustancia de su sangre. La cual conversión, propia y convenientemente, fue llamada transustanciación por la santa Iglesia
Católica.”
“D-884 Can. 2.
Si alguno dijere que en el sacrosanto sacramento de la Eucaristía permanece la sustancia de pan y de
vino juntamente con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, y negare aquella maravillosa y singular
conversión de toda la sustancia
del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre,
permaneciendo sólo las especies de pan y vino; conversión que la Iglesia
Católica aptísimamente llama transustanciación,
sea anatema.”
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Aquí tenemos varias
cosas, o mejor, varios aspectos de una misma cosa:
1)
La conversión del pan y el vino
en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, de acuerdo
con las palabras del Señor en la Última Cena: “Esto ES mi Cuerpo”.
2)
Que esa conversión del pan y del vino es, como no puede ser de otro modo,
conversión del ser del pan y del
vino, y que a ese ser del pan y del vino se lo denomina “sustancia”.
3)
Que por esa misma razón, a esa conversión del pan y del vino se la denomina “transustanciación”.
¿Cuál de estos
aspectos es el que “no es esencial”
a la fe en la Presencia Eucarística del Señor según DCC?
Evidentemente que DCC afirma
implícitamente que ninguno de esos tres
aspectos es esencial a la fe católica en la Eucaristía, pues ninguno de ellos aparece en el texto del
acuerdo o declaración común citado, y DCC dice que en dicho
texto del acuerdo aparecen “todos los elementos esenciales” de la fe en la Presencia Real de Jesucristo en la
Eucaristía.
En efecto, en el texto citado
de la Declaración Común, del cual se dice que contiene todos los elementos esenciales de la fe en la Presencia Real, se afirma dicha Presencia Real, pero no se afirma la conversión del pan y
del vino.
Y es claro que no se la
afirma, porque para los luteranos dicha conversión, llámese o no “transustanciación”, no
existe. Según ellos el pan sigue
siendo pan y el vino sigue siendo vino.
¿De modo que una
conversión real del ser mismo del pan y
del vino en Cuerpo y Sangre de Cristo definida por Trento bajo anatema no es
esencial a la fe en la Presencia Real de Jesucristo en la
Eucaristía?
Esto es realmente inaudito.
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Ya si lo miramos desde la sola
razón, la conversión del ser
mismo del pan y del vino viene exigida
lógicamente por la Presencia Real de Jesucristo en el Sacramento.
Si no hay conversión, y el pan sigue siendo pan, entonces eso que vemos como pan no es el Cuerpo de Cristo, porque el pan no es Cuerpo de Cristo, y el Cuerpo de Cristo no es pan.
Y si eso que vemos como pan no es Cuerpo de Cristo, no hay Presencia Real de Jesús en la
Eucaristía, porque esa Presencia Real es la que enseñan las palabras del Señor
en los Evangelios: “Esto ES mi Cuerpo”.
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Y no se diga, tampoco, que aquí
sucede algo análogo a lo que sucede en
la Encarnación, por la cual Jesucristo es a la vez Dios y hombre.
Porque la unión de lo divino y
lo humano en Jesús se hace en su
Persona Santísima, que posee las dos naturalezas, la divina y la humana,
y por eso esa unión se llama “unión hipostática”, pues “hipóstasis” en este contexto quiere decir “persona”.
Y por la Eucaristía no sucede que en Cristo haya tres naturalezas: la divina, la humana, y la del pan…!!!!
No existe la empanación post-encarnatoria en la fe revelada.
Por eso Jesús usa la palabra “esto” para
referirse a la Eucaristía, para mostrar que la unidad del Sacramento
Eucarístico no tiene lugar en el plano
de la Persona del Verbo de Dios, sino en el plano de la naturaleza o esencia del pan y el vino,
que es cambiada en su ser profundo
por la conversión eucarística,
de modo que deja de ser pan y vino
y se convierte en el Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor.
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Precisamente esa analogía errada con la Encarnación es
la que hace Lutero, según DCC:
“Lutero entendía
que el cuerpo y la sangre de Cristo estaban presentes «en, con y bajo» las
especies del pan y del vino. Entre el cuerpo y la sangre de Cristo y el pan y
el vino ocurre un intercambio de propiedades (communicatio idiomatum). Esto
crea una unión sacramental entre el pan y el cuerpo de Cristo y entre el vino y
la sangre de Cristo. Este nuevo tipo de unión, formado por la correspondencia
de propiedades, es análogo a la unión
de las naturalezas divina y humana en Cristo. Lutero también comparó
esta unión sacramental a la unión del hierro y el fuego en el hierro ardiente.”
En esta hipótesis, no se podría decir que la Eucaristía es el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
como no se puede decir que la
naturaleza humana del Señor Jesucristo es
su naturaleza divina.
El Señor no nos dijo: “Este
Cuerpo y esta Alma míos son mi
Divinidad”.
La Divinidad se habría unido
con la Humanidad por un lado, y con el pan y el vino por otro, pero la
Humanidad del Señor y el pan y el vino no
se habrían unido de modo de poder decir, como hace el mismo Jesús, que
lo que era pan es su Cuerpo y lo
que era vino es su Sangre.
En efecto, la capacidad “asumente”,
en la Encarnación, la tiene la naturaleza divina del Verbo, no su naturaleza humana.
Nótese que el Señor no dice en los Evangelios “este pan
es mi Cuerpo” ni “este vino es mi Sangre”, sino “esto es mi Cuerpo”, y “esta copa es
la Nueva Alianza en mi Sangre”.
Con lo cual nos está diciendo
claramente que eso que les presenta a los apóstoles ya no es pan ni es vino.
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El texto griego de Lucas 22, 19 dice “touto estin to soma mou”: esto es mi
cuerpo. No aparece en esa expresión la palabra “artos”, que quiere decir “pan”.
Sin embargo, muchas
traducciones protestantes dicen:
“También tomó
pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: —Este pan es mi cuerpo, entregado por
ustedes; hagan esto en memoria de mí.” (Nueva Versión Internacional)
Con lo cual se ve claramente
que alteran la traducción del Nuevo
Testamento para ajustarla a la doctrina de Lutero.
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No todas las traducciones protestantes hacen esto, véase
por ejemplo la Reina Valera:
“Entonces tomó
pan y, habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo: —Esto es mi cuerpo que por ustedes es
dado. Hagan esto en memoria de mí.”
El texto de Lucas es muy preciso. Poco antes ha dicho “tomó el pan”. Es la Palabra de Jesús, “esto es mi
Cuerpo”, la que opera la conversión
eucarística. Antes de esa Palabra, lo que había en sus manos era pan.
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Es cierto que en 1 Corintios 11, 26 San Pablo dice:
“Así, pues,
todas las veces que comiereis este pan (arton
touton), y bebiereis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que él
venga.”
Pero ahí mismo, al
reportar las palabras de Cristo, San Pablo ha dicho:
“Porque yo
recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche
que fue entregado, tomó pan; y
habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en
memoria de mí.” (vv. 23 – 24). exactamente igual que San Lucas.
Es claro que en el primer
texto citado San Pablo usa la palabra “pan” en
sentido solamente metafórico.
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Pero por encima de todo esto,
el caso es que no estamos hablando,
de hecho, solamente de una exigencia
racional y lógica, sino también, como hemos visto, de un dogma de fe definido por el Concilio
de Trento como contenido en la misma Revelación divina.
¿Y vamos a decir
que eso no es esencial a la fe
en la Presencia Real del Señor en la Eucaristía?
No sirve de nada jugar con la palabra “transustanciación”. Es claro que el punto no está en el término utilizado, sino
en la cosa designada por ese
término: la conversión
de todo el ser del pan y del vino, excepto sus accidentes sensibles, en
el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El texto del acuerdo menciona
solamente la Presencia Real, y
el documento que comentamos habla solamente de ella y de la “terminología
conceptual de la transustanciación”, silenciando la conversión eucarística que es dogma de fe.
Y diciendo que con ese silenciamiento incluido se
están presentando todos los elementos
esenciales de la fe en la Presencia Real ¡!!!!!!
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Aquí hay que aclarar además
una cuestión terminológica.
Cuando se habla de las “especies” del pan y el vino, en Trento (ver arriba: “permaneciendo
sólo las especies de pan y vino”), se está hablando de los accidentes sensibles: extensión, color, sabor, olor,
etc., en tanto que distintos de la sustancia misma del pan y el vino. Dichos
accidentes, dice la fe católica, permanecen,
a diferencia de la sustancia, que no
permanece, pues se ha convertido
en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo Nuestro Señor.
En el texto de DCC citado
también se habla de las “especies”, pero es claro que en otro sentido, pues de lo contrario estarían haciendo de Lutero
un defensor de la transustanciación.
Las “especies” de que se habla en
DCC son la realidad misma del pan y el
vino, lo que en lenguaje escolástico sería el ser, la sustancia, del pan y el vino, realidad que, según la
doctrina luterana, permanece
después de la consagración.
Permanece, sea que se identifique esa realidad del pan y el vino con la sustancia de los mismos, al modo
escolástico, sea que se la identifique con los fenómenos sensibles, al modo del empirismo moderno.
En ambos casos, el ser del pan y el vino no ha sufrido
conversión alguna en otra cosa distinta del pan y del vino, contra el
dogma de fe definido en Trento.
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DCC sugiere además que todo lo
relativo a la “transustanciación”
depende de una cierta escuela
filosófica que en todo caso debe quedar como tema de libre discusión entre los creyentes:
“El IV Concilio
de Letrán (1215) utilizó el verbo transubstantiare,
que implica una distinción entre sustancia y accidentes. Aunque para Lutero
esta era una posible explicación de lo que sucede en la Cena del Señor, él no podía aceptar que tal explicación
filosófica tuviera que ser vinculante para todos los cristianos. En
cualquier caso, Lutero mismo reafirmó fuertemente la presencia real de Cristo
en el sacramento.”
Pero aquí se olvida el sentido que tiene para la Iglesia
el uso de terminología filosófica
en las definiciones dogmáticas. Al utilizarlas, la Iglesia no se ata a escuela filosófica alguna,
sino que recoge nociones básicas y
universales del pensamiento humano presentes ya a nivel del sano sentido común.
Otra cosa es que determinadas
escuelas filosóficas en la Iglesia sean, y unas lo sean más que otras, nada más
que la prolongación lógica y necesaria
de ese sano sentido común.
Lo que la Iglesia quiere decir
con la “transustanciación”,
es, sí, la Presencia Real
de Jesucristo en el Sacramento eucarístico, pero no de cualquier modo, sino, por así decir, la Presencia Real “en serio”,
o sea, la Presencia Real tal como la enseñan las palabras del Señor: “Esto ES mi
cuerpo”.
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De hecho, en los textos de Trento que hemos citado se buscará en vano la expresión “Presencia real”.
Se dice en cambio que “Cristo Redentor nuestro dijo ser verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la apariencia de
pan”
El Señor no dijo: “Esto
contiene mi Cuerpo”. No dijo tampoco “Mi Cuerpo está
presente en esto”.
El Señor dijo “Esto ES
mi Cuerpo”.
Eso quiere decir, que todas
las veces que el Magisterio usa al respecto términos como “se contiene”
o “está”,
hay que entenderlos a la luz del
ES de la Última Cena, y no al
revés, reducir el “es” al
“se
contiene” o al “está”.
Cuando Jesús oraba en el Templo
de Jerusalén, Jesús estaba en
el Templo, y el Templo lo contenía,
en cuanto a su naturaleza humana, pero el Templo no era Nuestro Señor Jesucristo.
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Y la única forma de entender
eso, según el Concilio de Trento
y con él toda la Tradición de la Iglesia, es por una conversión realísima y radical del ser del pan y del vino en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Jesucristo Nuestro Señor.
Aquí no hay escuela filosófica
ninguna, sino solamente una de las dos
únicas formas posibles de entender la Presencia Real de Jesucristo en la
Eucaristía: o bien como una presencia meramente “espiritual” que no cambia el ser mismo de las cosas
materiales, o bien como una presencia que cambia radicalmente la esencia y la naturaleza de esas mismas
cosas materiales.
Es dogma de fe que sólo la segunda de
esas dos interpretaciones es acorde con la Revelación divina.
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Pero en DCC se está enseñando implícitamente la primera de esas dos
interpretaciones, es decir, la luterana.
En efecto, o bien hay conversión del pan y del vino, o
no la hay. Y si no es esencial
a la fe cristiana decir que la hay,
entonces es claro que no la hay,
porque un prodigio tan grande no
se va a realizar para que exista algo que no es esencial a la fe.
En la Revelación divina y en la fe
que responde a la misma no hay
elementos accidentales ni opcionales.
Véase uno de los
errores señalados por Pio XII en
la Encíclica “Humani Generis” de
1950:
“D-2318 Tampoco
faltan quienes pretenden que la doctrina de la transustanciación, como apoyada que está en una noción filosófica de sustancia ya anticuada, ha de ser
corregida en el sentido de que la presencia
real de Cristo en la Santísima Eucaristía se reduzca a una especie de simbolismo, en cuanto las especies
consagradas sólo son signos eficaces de
la presencia espiritual de Cristo y de su íntima unión con los fieles
miembros de su Cuerpo místico.”
¿Contiene el
texto del “acuerdo”, tal como lo
cita DCC, afirmando que recoge “todo lo
esencial” de la fe en la Presencia eucarística de Jesucristo, algo más que lo que se señala como erróneo en la “Humani Generis”?
Néstor
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