miércoles, 10 de octubre de 2018

¿QUÉ ES LA FELICIDAD?


Vamos hacia la felicidad.

Por: Marcelino de Andrés | Fuente: Catholic.net
Imaginemos que estamos emprendiendo juntos una expedición. Antes de ponernos a dialogar sobre el por dónde vamos a ir, hemos de estar de acuerdo sobre el a dónde vamos a ir. Antes de aventurarnos por los caminos que conducen a la felicidad, nos conviene ver con claridad en qué consiste la felicidad a la que nos dirigimos. Elemental.

Por eso indagaremos brevemente qué es la felicidad. Así, conoceremos el objetivo al que nos dirigimos y nos resultará mucho más sencillo elegir con acierto el camino que nos guiará hasta él.

VAMOS HACIA LA FELICIDAD

Hay un montón de definiciones sobre la felicidad. Seguro que cada uno tiene la suya propia. Y más en los días que corren. Parece que hoy todos gozan del derecho de pensar y opinar sobre lo que quieran y como les venga en gana. ¡Qué bueno! No puedo decir que esté mal.

Pero, oye, esta libertad de pensamiento o de opinión podría precipitarnos en un subjetivismo tal, que asfixie cualquier comunicación y estrangule todo diálogo interpersonal. ¿No crees?

Si tú entiendes por felicidad una cosa y yo otra muy diversa, jamás lograremos comunicarnos ni entendernos sobre ese tema. Sería como tratar de dialogar con alguien en un idioma que no entiende. De aquí que gaste ahora un puñado de párrafos en precisar lo que es la felicidad.

Si logramos, por lo menos, estar de acuerdo en esa definición, nada nos impedirá continuar nuestra conversación. Estaremos hablando el mismo idioma.


DEFINIR EN BASE A LA EXPERIENCIA

Supongamos que a ti y a mí nos encanta practicar el esquí de montaña. Un día decidimos sentarnos a escribir la definición de `esquiar´. Nunca antes lo habíamos hecho. Se nos presentan varias opciones. Podemos echar mano de un diccionario o enciclopedia, copiar su significado y basta. Cabría incluso preguntar al profesor de Lengua o a algún compañero considerado suficientemente `empollón´ y tomar nota de sus sabias palabras (reconociendo, quizá, que ninguno de los dos jamás ha puesto su pie sobre un esquí).

Bien, pero disponemos también de nuestra experiencia personal fraguada durante horas y horas de esquí. Esa experiencia tan nuestra nos ofrece elementos de sobra para construir una definición de `esquiar´. Y seguro que esa definición será tan exacta y real como la de cualquier enciclopedia. Es más, me atrevería a decir que quizá mucho más rica, concreta y atractiva.
Te invito, entonces, a recurrir a nuestra experiencia. A ver qué sacamos en claro...


NUESTRA EXPERIENCIA

Seguro que tanto tú como yo hemos disfrutado de muchos momentos dichosos en nuestra vida.
La felicidad se ha posado en nosotros al conseguir algo que deseábamos con ansias; al desarrollar una actividad de nuestro agrado; al amar y recibir amor de otra persona.

La dicha se ha dignado tocar las puertas de nuestro corazón y visitarnos después de aprobar un examen difícil, al sostener en alto una copa de campeones, al obtener, por fin, un puesto de trabajo...

El gozo ha dejado su huella en nuestro interior al estrechar la mano amiga de aquel con el que hemos compartido experiencias inolvidables, al entregar algo de nosotros mismos a los demás, al dar gracias a Dios de rodillas por su perdón infinito después de una buena confesión.

En cada una de esas circunstancias (y en otras muchas parecidas) hemos sido realmente dichosos. Hemos hecho la experiencia de la felicidad. Pues de esa experiencia sacaremos nuestra definición.


FELICIDAD ES...

Todas esas situaciones felices encierran un denominador común. Han hecho brotar en nosotros un gozo o placer, una fruición, quietud o satisfacción que irrumpe en nuestro interior una vez que obtenemos y amamos algún bien deseado.

Y mira por dónde; con esta simple reflexión ya tenemos lo que estábamos indagando: la definición de `felicidad´. En una apretada síntesis -fruto, como has visto, de nuestra experiencia- rezaría así: la felicidad es el gozo (o placer) en la posesión y amor de un bien deseado.

Fíjate: nos ha bastado husmear un poco en las alforjas de nuestra memoria y descubrir algo común en unos cuantos recuerdos personales. Ya hemos sacado a relucir una pasable definición de felicidad.

Ese sumergirse en el gozo o placer que experimentamos interiormente al culminar una acción estimada y ansiada, ese suspenderse en la fruición o deleite que nos invade y se apodera de nosotros cuando adquirimos y amamos aquello que tanto anhelábamos. Eso es la felicidad.

Pero dejemos que la elocuencia de los hechos se manifieste y se confirme por sí misma con un ejemplo. Imagina que un buen día, pasando ante el escaparate de una tienda, tu vista tropieza con una moto deslumbrante. El último grito de tu marca preferida. Te has quedado extasiado contemplando ese aparato fenomenal. Experimentas una atracción irresistible ante tal preciosidad... Mana espontáneamente en ti un deseo incontenible de llegar un día a hacerte con esa moto que has llegado a querer de verdad. Supongamos, por un instante, que tiempo después tu sueño se hace realidad: te has comprado la moto. Sólo entonces, cuando te has montado en la que ahora ya es tu moto, se aplaca tu deseo. Únicamente ese día vives dentro de ti la felicidad de poseer y amar el bien que tanto anhelabas.

Y esto que nos sucede con una moto, se aplica igualmente a otras cosas mucho más sublimes e importantes en la vida.


ELEMENTOS DE LA FELICIDAD

Como has podido notar, al definir la felicidad en base a la experiencia, hemos barajado unos cuantos elementos esenciales o constitutivos. Sin ellos simplemente la dicha no sería posible. Con enumerarlos concisamente será suficiente.

El primero es el bien con el que nos encontramos (una moto, un vestido, o cualquier bien...). Posteriormente está la atracción que surge en nosotros hacia ese objeto o persona, ya que se trata de un bien que nos apetece. Luego se despierta en nuestro interior el deseo de llegar a poseerlo. Y finalmente, alcanzado el bien querido, lo amamos y como consecuencia de ese amor brota el gozo o placer que nos invade por dentro empapando toda nuestra persona.

Consten ahí los componentes de nuestra definición de felicidad. Ahora no hay por qué dar más vueltas a este asunto. Si estamos de acuerdo con esa definición, nada nos impide proseguir nuestro coloquio con la certeza de entendernos recíprocamente.

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