domingo, 2 de septiembre de 2018

DE DÓNDE VIENE LA PROPUESTA TEOLÓGICA DE QUE LA IGLESIA ACOJA LA MORAL DEL MUNDO


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Las discrepancias doctrinales dentro de la Iglesia se están acentuado rápidamente. Estamos viendo a muchos Sacerdotes, Obispos y Cardenales empeñados en acomodar a la Iglesia a la nueva moralidad secular. No sólo desde el punto de vista pastoral sino también doctrinaria. Pero no lo expresan francamente, sino por partes y nebulosamente a propósito. Hoy es un aspecto de la doctrina de la Iglesia que critican. Mañana es otra. Lo que no permite que los católicos en general puedan percibirlo con claridad. Y esto se acentúa en la medida que el mundo se hace más contrario a la moral cristiana.
Lo hemos presenciado en la batalla dentro y luego del Sínodo de la Familia.
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Para algunos es cómo si el espíritu aperturista radical expresado en el Concilio Vaticano II, luego de una intensa lucha de décadas, estuviera consolidándose en muchos jerarcas de la Iglesia.
Hablamos del espíritu del Vaticano II y no de su letra. Porque como coletazo del mismo vimos en América Latina el crecimiento de la Teología de la Liberación, con decenas de curas declarándose marxistas e incluso integrando la guerrilla. Y eso no estaba en la letra, pero fue consecuencia de cierto espíritu que sobrevoló en el Concilio. Ahora, Stefano Fontana, Profesor en la Universidad La Sapienza de Roma y Director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuan ha escrito un artículo revelador. Que sitúa una fuente de esta apertura de la Iglesia al mundo en el teólogo jesuita Karl Rahner. A finales de 1972, Karl Rahner, el gran teólogo alemán, escribió un libro titulado “La transformación estructural de la Iglesia como un deber y como una oportunidad”. Para quienes no tienen mucha información de Rahner, Wikipedia encabeza su información sobre él diciendo: Karl Rahner S.J. (Friburgo, Imperio Alemán, 5 de marzo de 1904 – Innsbruck, Austria, 30 de marzo de 1984) fue uno de los teólogos católicos más importantes del siglo XX. Su teología influyó en el Segundo Concilio Vaticano. Su obra Fundamentos de la fe cristiana (Grundkurs des Glaubens), escrita hacia el final de su vida, es su trabajo más desarrollado y sistemático, la mayor parte del cual fue publicado en forma de ensayos teológicos. Rahner había trabajado junto a Yves Congar, Henri de Lubac y Marie-Dominique Chenu. Con los Teólogos asociados a una escuela de pensamiento emergente denominada Nouvelle Théologie, trabajaron los elementos que se había criticado en la encíclica Humani Generis del Papa Pío XII. El libro “La transformación estructural de la Iglesia como un deber y como una oportunidad” se dirige a la Iglesia de Alemania, que acababa de celebrar su sínodo. Pero las consideraciones del ya gran teólogo alemán anticipaban sorprendentemente lo que sucede a la Iglesia hoy. En ese tiempo, en Italia la Democracia Cristiana había sido gobernante por veinte años. No se había hecho aún ni siquiera el referéndum sobre el divorcio. Estaban lo coletazos del 68. Pero para Brigadas rojas todavía faltaban varios años. Y todavía estaba en marcha la guerra de Vietnam. Por otro lado, Pablo VI ya había hablado del “humo de Satanás” entrado en la Iglesia. Sin embargo, en ese momento el sistema parecía sostenerse. Era otro mundo. Y nadie en su sano juicio hubiera siquiera imaginado una crisis doctrinal profunda. Pero Rahner ya estaba pensando para nosotros hoy en día, en nuestro mundo y nuestra Iglesia de hoy. La lectura de ese libro es nuestra fotografía.
Para decirlo en pocas palabras, la Iglesia de Karl Rahner tenía que ser desclericalizada, democrática, de puertas abiertas, estructurada a partir de las bases, ecuménica, no moralizante.
Así es como él veía a la Iglesia del futuro cercano, sujeto y objeto de una “transformación estructural”. No era una predicción, sino un “deber” llevarlo adelante. Y exponía que en ese momento había una “oportunidad”, como una posibilidad para que la Iglesia siga existiendo. Uno de los conceptos clave en el libro es el de la Iglesia “abierta”.
Y esto no sólo es sólo pastoralmente.
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Sino abierta en el sentido de acogedora a todo el mundo, incluso doctrinalmente.
Según Rahner, de hecho, la ortodoxia, el orden, la claridad… son características de una secta. Pero la Iglesia no es una secta y por lo tanto sus fronteras no deben quedar claras ni definidas.  Debía ser “abierta también desde el punto de vista de la ortodoxia”.
Y en este sentido los ejemplos de los que habló Rahner no podían ser más oportunos:
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“No está claro por qué los divorciados vueltos a casar después de un primer matrimonio sacramental no podrían en ningún caso ser readmitidos en los sacramentos, siempre y cuando ellos perseveren en el segundo matrimonio como tal.
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No se puede establecer el precepto festivo (domingo) como un mandamiento que Dios estableció en el Sinaí dotándolo de una validez permanente.
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Ni siquiera es posible establecer con claridad qué posibilidades existen para la conciencia cristiana respecto a las leyes penales del Estado en contra del aborto”.
Parece que Rahner nos estuviera hablando a nosotros ahora, viendo lo que sucede en este momento: Iglesia abierta significa que no están claros los límites de la ortodoxia y, como resultado, incluso los de la herejía. Incluso dentro de la Iglesia, dice Rahner, existen diversos contenidos de conciencia y opiniones divergentes sobre el dogma objetivo. El pluralismo teológico y doctrinal no constituye una amenaza, continúa Rahner, porque se ajusta a una “Iglesia Evangélica” “en la que se podría hablar acerca de todo y se podría expresar públicamente lo que se quisiera”. Esto resulta exactamente lo contrario a lo que preveía Joseph Ratzinger para la Iglesia. Él profetizó que la Iglesia se iba a achicar, ya no habitaría en las grandes catedrales. Pero de ello surgiría una Iglesia con más fe, más pura, mas ortodoxamente católica. En cambio Rahner se pone en sus antípodas. La Iglesia del futuro – argumentó Rahner en 1972 – es una iglesia que se construye desde la base, fruto de la iniciativa y la libre asociación. Las mismas parroquias se convertirán en este sentido. Y a continuación, una comunidad de base puede expresar cuál es su “líder adecuado para conducirlo, tomado desde su seno”. Y “presentarlo al Obispo como su presidente, porque es una persona formada en su seno, con las cualidades necesarias para esta función, y que puede recibir válidamente ordenación, incluso si está casado“. Esto no es ni más ni menos que la propuesta de un cambio radical del concepto de sacerdocio. Las comunidades de base – añade Rahner – pueden presentar no sólo a una persona casada, sino también a una mujer: No veo a priori ninguna razón para dar una respuesta negativa a esta cuestión, teniendo en cuenta la sociedad actual, y aún más que la de mañana”. Esto es abogar por el sacerdocio femenino. Una iglesia construida desde la base será una Iglesia democrática.
Rahner señaló en 1972 que el mantenimiento reducido del número de votantes de un Obispo garantizará siempre en el futuro las características de la ortodoxia y la estructura eclesiástica.
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Pero dado el pluralismo doctrinal y la particularización de las comunidades de base, se puede pasar a un método de designación democrática.
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Es un “derecho de los sacerdotes y laicos  participar en las decisiones de la Iglesia de una manera deliberativa y no meramente consultiva”.
Es lo que hoy se llama con insistencia la “colegialidad”. Y que, según Rahner, debería convertirse en una práctica no sólo consultiva sino de deliberación. En estos días mucha gente se sorprende porque muchos pastores no intervienen sobre las leyes que afectan de manera muy dura los principios fundamentales de la ley moral natural.
No son raros los obispos y sacerdotes que no ven con buenos ojos a los cristianos que “muestran sus músculos”  en público para defender los principios no negociables, como la Iglesia concebía sólo hace una década.
Y en este tiempo estamos viendo cómo obispos y cardenales proponen fuertes cambios doctrinales, como ejemplo dar la comunión a los divorciados casados en segundas nupcias en forma universal, lo mismo que a las parejas homosexuales que viven sin arrepentimiento. Incluso algunos hablan de cambiar el texto del Catecismo de la Iglesia Católica. Por ejemplo quitando que la homosexualidad es una conducta desordenada. Y esto es sólo lo dicho de palabra. Muchos más son los ejemplos de los obispos y cardenales que dan sus opiniones a través de los hechos. No acompañando las campañas contra el aborto, no criticando las leyes contra la eutanasia, dando la comunión a homosexuales que no viven en castidad, permitiendo que en los colegios católicos de su jurisdicción se enseñe la ideología de género sin levantar la voz, etc. E incluso se ha llegado a cambiar los criterios para nombrar a los integrantes de la Academia Vaticana por la Vida, acogiendo ahora a personas que apoyan el aborto y la anticoncepción.
La explicación de esto se encuentra en estas páginas Rahner de hace más de cuatro décadas: “moral sin moralina”.
Para Rahner se “moraliza” cuando “se proclaman normas de conducta con indignación moral, en la cara de un mundo inmoral, sin conducirlo realmente a la experiencia interior esencial del hombre, que es lo último que da sentido a los principios de la ley natural que podrían obligarlo ahora”. En definitiva aboga en que lo que da sentido a la moral es lo que piensa el hombre en su fuero interno; su discernimiento. Pero si el hombre se aleja de Dios y abraza la moral del mundo, entonces la Iglesia tiene que seguir al hombre aceptando la tendencia del mundo, según la propuesta de este teólogo. Al leer este libro de Rahner se puede entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. Muchos se han esforzado en estas cuatro décadas de actuar de manera que sus predicciones se hicieran realidad. Este pensamiento está muy afincado en América Latina. Por ejemplo podemos leer un Boletín Pastoral del 2007 del Centro de Investigaciones Culturales que dice: “Desde una perspectiva amplia, misericordiosa y compasiva, que tiene más de un cuarto siglo, Rahner entrega una visión profética aún para nuestros días. Pero, de acuerdo con su posición abierta al pluralismo, nos urge  seguir desarrollando esta visión”. ¿Cuál visión del futuro de la Iglesia finalmente triunfará? La de una Iglesia que acoja la moral y la agenda del mundo y no moralizante, que es sugerida por Rahner. O la visión de Ratzinger de una Iglesia mas chica y más unívoca doctrinalmente. ¿Cuál de ella prefieres tú?

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