jueves, 12 de enero de 2017

ACERCARSE AL "LEPROSO"



"Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo:
– Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo:
– Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho:
– Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.
Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle."

En Israel los leprosos eran marginados. No podían entrar en las ciudades. No podían tocar a nadie. Debían anunciar su presencia con una campanilla. Eran "impuros".
Aquel leproso se acerca a Jesús y le pide que lo limpie. Jesús, contra todas las normas, lo toca. Y al instante quedó limpio.

Hoy debemos reflexionar sobre a quién consideramos "leprosos" en nuestra sociedad. Quiénes son los marginados, los rechazados. Aquellos de los que huimos. Si nos consideramos discípulos de Jesús, es a ellos a los que debemos acercarnos. Es a ellos a los que debemos tocar. Es a ellos a los que debemos limpiar. Y los "limpiaremos", acogiéndolos, escuchándolos, amándolos. Rechazar a alguien, evitar su contacto, es condenarlo a la exclusión. Acercarse con el corazón abierto, es la forma de hacer de ellos personas "limpias", nuevas.  


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