Los valores que ayudan a todo educador a superarse personal y profesionalmente, para convertir el aula en una verdadera escuela de valores.
Valores para profesores
Una de
las actividades humanas con mayor trascendencia e impacto en la sociedad es,
sin lugar a dudas, la labor docente. Por esto, es importante considerar que
toda persona con las funciones de un profesor, tiene una responsabilidad que va
más allá de transmitir únicamente conocimientos.
El
maestro o instructor que ha logrado influir positivamente en las personas bajo
su tutela -sin importar la edad de los alumnos o el área de desempeño-,
seguramente debe el éxito de su trabajo, a la calidad humana que vive y hace
vivir dentro y fuera del aula; desgraciadamente, el amplio bagaje cultural y de
conocimientos muchas veces es insuficiente para realizar una labor educativa
eficaz.
Objetivamente
hablando, el profesor se encuentra en un escaparate donde su auditorio está
atento al más mínimo detalle de su personalidad, por lo cual, tiene una
inmejorable posición para lograr un cambio favorable en la vida de los demás.
Además de
la elocuencia, el grado de especialización y el manejo de las herramientas
didácticas, todo educador debe considerar como indispensable vivir los
siguientes valores:
Superación
Posiblemente
una de las palabras que más se utilizan en un centro educativo, es precisamente
el superarse, y cada vez que un profesor dedica parte de su tiempo para lograr
este cometido, todo su esfuerzo se traduce en acciones concretas, por ejemplo,
aprende e implementa nuevas técnicas de enseñanza o utiliza el propio ingenio
para el mismo fin; comenta temas de actualidad relacionados con su materia; comparte
experiencias personales; sugiere y ofrece puntos de vista respecto a las
lecturas, películas, espectáculos; posee conocimientos de historia y cultura
general; busca relacionarse con las nuevas tecnologías: internet, e-mail y el
chat para orientar sobre sus riesgos y beneficios… podría decirse que en su
clase siempre hay algo nuevo que comentar.
El
aspecto humano es un factor que no debe descuidarse, al menos deben tenerse
nociones básicas de la filosofía del hombre, ética, relaciones humanas, etapas
físicas y psicológicas en el desarrollo de los seres humanos, caracterología,
etc. como herramientas indispensables.
La
superación comprende el esfuerzo personal por mejorar en hábitos y costumbres,
en otras palabras: conocer y vivir los valores humanos.
Empatía
Aunque la
vocación para enseñar supone un genuino interés por los demás, son acciones
concretas las que permiten vivir mejor este valor:
Se
demuestra empatía al prestar la misma atención a todos los alumnos, exista o no
afinidad; dedicando un par de minutos a charlar individualmente con cada uno de
los discípulos, para conocer mejor el motivo de su inquietud, desgano,
indiferencia o bajo rendimiento; ofrecer la ayuda, medios o herramientas
necesarias para mejorar su desempeño, calidad humana o integración al grupo.
Por otra
parte, las muestras de empatía pueden ser tan simples como sonreír, felicitar
por el esfuerzo continuo o un trabajo bien realizado; con palabras de aliento
para quien tiene mayores dificultades; reforzando las actitudes positivas; poner
al corriente a quien estuvo enfermo, implementando las estrategias y elementos
necesarios para lograr un mejor aprendizaje.
Lo mismo
sucede al corregir con serenidad y comprensión, y en la medida de lo posible,
sin poner en evidencia delante de los demás; controlando la impaciencia, el
enojo y hasta el mal humor provocado por circunstancias ajenas y personales.
La
empatía exige un esfuerzo cotidiano por superar el propio estado de ánimo, la
poca afinidad con determinadas personas, las preocupaciones, el cansancio y
otros tantos inconvenientes que afectan a los seres humanos. Por tanto, este
valor permite hacer un trabajo con mejor calidad profesional y humana al mismo
tiempo.
Coherencia
Todo
profesor representa autoridad, disciplina, orden, dedicación y verdadero
interés por las personas, y partiendo de esta base, el ser coherente supone
trasladar a la vida personal las mismas actitudes que se exigen en el salón de
clase.
Por
ejemplo, es fácil pedir que los alumnos cumplan con sus trabajos a tiempo, completos,
en orden y con pulcritud, pero esto exige revisar, corregir, hacer
observaciones por escrito y entregar resultados con la misma puntualidad
solicitada.
Lo mismo
sucede con el vocabulario, las posturas, el arreglo personal, hábitos de
higiene y la relación personal que se vive con los demás: amable, respetuosa,
comprensiva… La actitud que toman los alumnos a la hora de clase, muchas veces
es el reflejo de la personalidad del profesor; si se desea que maduren, sean
responsables y educados, el ejemplo es fundamental.
De igual
forma, ser coherentes comprende el cumplir con las normas establecidas por la
institución: planeación, elaboración de material, seguimiento de un programa,
cubrir objetivos según el calendario, participar en las actividades extraescolares,
etc.
Recordemos
que para exigir a los demás, es indispensable tener disciplina en la vida
personal y profesional.
Sencillez
Posiblemente
uno de los valores que mejor decora y ennoblece el trabajo de un educador es la
sencillez, porque permite reconocer en su labor una oportunidad de servicio y
no una posición de privilegio para tener autoridad o un estupendo escenario
para hacer gala de conocimientos.
Las
circunstancias ponen al profesor delante de personas que necesitan de su
intervención, pero la soberbia y el egocentrismo dificultan la comunicación y
el correcto aprovechamiento. Lo mejor es impartir la cátedra con la intención
de aplicar toda la experiencia, conocimientos y recursos buscando un mejor
aprendizaje.
Conviene
aceptar que el conocimiento propio tiene un límite y se vive en constante
actualización; es muy significativo y otorga mucho prestigio, reconocer que
algún aspecto del tema se desconoce, pedir oportunidad para investigar y tratar
el asunto en una sesión posterior. Es preferible esto, a ser sorprendido
mintiendo.
En este
mismo renglón, conviene encontrar en las críticas una oportunidad para mejorar
personalmente, así como aceptar los errores personales, rectificar y pedir
disculpas, si es el caso.
La
sencillez también se manifiesta al compartir con otros profesores la
experiencia docente, dando consejos y sugerencias que faciliten a los demás su
labor. De la misma manera, la docilidad con que se sigan las indicaciones
institucionales, la apertura a nuevos procedimientos o la colaboración en
cualquiera de las actividades, son rasgos significativos de apertura y
disponibilidad.
Lealtad
Desafortunadamente
la falta de lealtad es una situación que se vive en todos los ámbitos sociales:
murmuración, crítica, difamación y falta de honestidad.
Ser leal
a una institución significa una completa adhesión a sus normativas, respeto por
los directivos y trabajo en equipo con los colegas. Por supuesto que no siempre
se estará de acuerdo con todo, pero habrá que distinguir la fuente de
inconformidad para actuar acertadamente: si personalmente incomoda u
objetivamente es un caso que requiere mayor estudio
Lo
primero y fundamental es manifestar las inquietudes con las personas adecuadas.
Falta a la lealtad quien desahoga críticas e inconformidades a espaldas de los
directivos con los compañeros, los amigos, padres de familia e incluso con los
alumnos. Sea en forma individual o en conjunto con otras personas, estas
actitudes son totalmente incorrectas.
Es
obligación guardar toda confidencia respecto a las políticas y estrategias;
movimientos del personal; decisiones directivas; situaciones personales de
maestros y alumnos, a menos que afecten considerablemente la imagen y prestigio
de la institución. No está de más recalcar que todo, absolutamente todo, debe
consultarse con las personas indicadas para resolver cualquier género de
circunstancias.
Alegría
Tal vez
una de las figuras más atractivas es la del profesor entusiasta, siempre con
una sonrisa dibujada, optimista, emprendedor; quien difícilmente se enoja, pero
a la vez es estricto y exigente; disponible al diálogo; bromista pero
respetuoso; capaz de comprender y dar un buen consejo…
Esta
personalidad no es extraña ni ajena, pero a nadie se le ocurre pensar si tiene
problemas, carencias o dificultades personales, mucho menos, preguntarse cual
es la fuente de su alegría y serenidad.
Para
lograr vivir este valor hace falta esfuerzo y madurez, es decir, dejar los
problemas personales para el momento y lugar oportuno, nunca para desquitarse
en el aula; concentrar toda la atención en lo que se hace: preparación,
elaboración, exposición y conducción de la clase; buscar como ayudar a los
demás a solucionar los problemas propios del aprendizaje; planear actividades
diferentes: recorrido cultural, película, asistir a un evento, etc., o dedicar
unos momentos a charlar con los colegas.
Si
observamos con cuidado, la alegría proviene de una actitud de servicio,
otorgando el tiempo necesario y los propios conocimientos para el beneficio
ajeno. La satisfacción de cumplir con el deber siempre tendrá sus frutos,
muchas veces sin aplausos, pero si con las muestras de aprecio, el
agradecimiento de un solo alumno o simplemente con los excelentes resultados
obtenidos.
No
pensemos que es profesor sólo aquel que imparte clases a niños o jóvenes,
también quienes participan en los centros de capacitación de las empresas y las
instituciones con cursos especializados, por mencionar algunos.
La
sociedad actual puede recibir un gran beneficio a través de profesores
especializados en cualquier área del conocimiento, la técnica o la cultura,
pero también hace falta ser un verdadero apoyo familiar, líder y ejemplo de
integridad, honestidad, profesionalismo y de valores humanos.
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