Primero, Señor,
gracias por haberte encarnado en una naturaleza humana como la nuestra, Y,
segundo, gracias también por haber elegido a unos hombres para hacerte presente
en ellos para, desde ellos, seguir realizando tu obra de redención y salvación
de todos los hombres. Por lo primero, al darte gracias, me siento abrumado por
la grandeza de la misericordia y amor del Padre, y de tu obediencia a sus
deseos de misericordia por todo lo alto; y por lo segundo –y te lo digo con la
sencillez propia de amigos, y me río al decírtelo-, es que has sido muy
atrevido al fiarte de nosotros, al elegirnos como sacerdotes, porque sabías a
qué te exponías. Y no te lo digo pensando en los demás sacerdotes. Te lo digo
pensando en mí.
Gracias, Señor, por tus sacerdotes.
Gracias porque tantos hermanos nuestros han sabido responderte con generosidad. Te han entregado sus vidas. Les has pedido que te siguieran y empezaron a caminar contigo.
Gracias, Señor, porque, a través de ellos, has querido hacerte presente y estar muy cerca de nosotros para seguir anunciándonos tu mensaje de salvación.
Gracias, porque has querido perdonarnos, acogernos y fortalecernos con tus sacramentos y aunar a tu Iglesia a través de ellos.
Gracias, Padre, porque, a pesar de la debilidad humana, has confiado a los hombres la misma misión que confiaste a tu Hijo. Es mucha la fuerza de tu amor para confiar en tanta debilidad.
Gracias, Señor, por los sacerdotes que siguen en la brecha ofreciendo toda su vida en tu servicio, superando innumerables dificultades.
Gracias, porque en un mundo que rehuye los compromisos, siguen diciéndote que sí, que cuentes con ellos para lo que quieras.
Gracias, porque, a pesar de lo mucho que han sufrido, siguen firmes en su fidelidad a su compromiso contigo.
Que no se cansen, Señor, de estar contigo ante el sagrario, escuchándote y contemplándote, conscientes de que tú también les estás contemplando con un cariño impresionante; y acoge la constante intercesión que la Madre te dirige por ellos.
Que sean constantes a pesar de incomprensiones, de soledades, de pobreza, de no verse aceptados; que no se cansen, Señor. Que sean conscientes de que a través de ellos está realizando tu Hijo la obra que le encomendaste.
Que sean fieles a su doctrina y que imiten sus actitudes. Que no busquen ser apreciados por los hombres sino por ti. Que sean valientes y no teman ser marginados por seguirte.
Que su soledad sea compensada por la acogida de la comunidad cristiana.
Que vivan con ilusión su paternidad espiritual y gocen viendo ampliarse y robustecerse la familia cristiana que ellos cuidan en tu nombre.
Que sepan dedicar el tiempo con la gente humilde, con los pequeños, con los enfermos, con los que no cuentan para nada dentro de una sociedad que no valora a los hombres por su dignidad, sino por el rendimiento que de ellos pueda obtener.
Que sepan defender los derechos de los pobres y trabajar por la justicia.
Que no teman ponerse al lado del humillado y del maltratado por unos y por otros. Que sean capaces de acoger, de escuchar, de comprender a aquellos por quienes nadie se interesa.
Te necesitamos presente en tus sacerdotes.
Que haya jóvenes dispuestos a ofrecerte sus vidas para que sigas realizando, a través de ellos, la salvación de los hombres.
Que sean capaces de seguirte, de renunciar a cualquier cosa por ti.
Que tengan el coraje de arriesgar su vida y de seguirte sin calcular ventajas ni inconvenientes.
Señor, que cuando un joven escuche tu llamada, que sea fiel a tu amistad y te siga. Señor. Sabes que necesitamos muchos y santos sacerdotes.
José Gea
Gracias, Señor, por tus sacerdotes.
Gracias porque tantos hermanos nuestros han sabido responderte con generosidad. Te han entregado sus vidas. Les has pedido que te siguieran y empezaron a caminar contigo.
Gracias, Señor, porque, a través de ellos, has querido hacerte presente y estar muy cerca de nosotros para seguir anunciándonos tu mensaje de salvación.
Gracias, porque has querido perdonarnos, acogernos y fortalecernos con tus sacramentos y aunar a tu Iglesia a través de ellos.
Gracias, Padre, porque, a pesar de la debilidad humana, has confiado a los hombres la misma misión que confiaste a tu Hijo. Es mucha la fuerza de tu amor para confiar en tanta debilidad.
Gracias, Señor, por los sacerdotes que siguen en la brecha ofreciendo toda su vida en tu servicio, superando innumerables dificultades.
Gracias, porque en un mundo que rehuye los compromisos, siguen diciéndote que sí, que cuentes con ellos para lo que quieras.
Gracias, porque, a pesar de lo mucho que han sufrido, siguen firmes en su fidelidad a su compromiso contigo.
Que no se cansen, Señor, de estar contigo ante el sagrario, escuchándote y contemplándote, conscientes de que tú también les estás contemplando con un cariño impresionante; y acoge la constante intercesión que la Madre te dirige por ellos.
Que sean constantes a pesar de incomprensiones, de soledades, de pobreza, de no verse aceptados; que no se cansen, Señor. Que sean conscientes de que a través de ellos está realizando tu Hijo la obra que le encomendaste.
Que sean fieles a su doctrina y que imiten sus actitudes. Que no busquen ser apreciados por los hombres sino por ti. Que sean valientes y no teman ser marginados por seguirte.
Que su soledad sea compensada por la acogida de la comunidad cristiana.
Que vivan con ilusión su paternidad espiritual y gocen viendo ampliarse y robustecerse la familia cristiana que ellos cuidan en tu nombre.
Que sepan dedicar el tiempo con la gente humilde, con los pequeños, con los enfermos, con los que no cuentan para nada dentro de una sociedad que no valora a los hombres por su dignidad, sino por el rendimiento que de ellos pueda obtener.
Que sepan defender los derechos de los pobres y trabajar por la justicia.
Que no teman ponerse al lado del humillado y del maltratado por unos y por otros. Que sean capaces de acoger, de escuchar, de comprender a aquellos por quienes nadie se interesa.
Te necesitamos presente en tus sacerdotes.
Que haya jóvenes dispuestos a ofrecerte sus vidas para que sigas realizando, a través de ellos, la salvación de los hombres.
Que sean capaces de seguirte, de renunciar a cualquier cosa por ti.
Que tengan el coraje de arriesgar su vida y de seguirte sin calcular ventajas ni inconvenientes.
Señor, que cuando un joven escuche tu llamada, que sea fiel a tu amistad y te siga. Señor. Sabes que necesitamos muchos y santos sacerdotes.
José Gea
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