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Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente,
así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:32 NVI
En la vida cotidiana nos encontramos en múltiples situaciones, y algunas
son contrarias a nuestros deseos e intereses.
La mayoría de las veces, los desencuentros con las personas más cercanas,
son generadas por enojos y establecen distancias lógicas por el estado de
ánimo. En muchos casos la errada manera de resolver el conflicto deviene en
mayores diferencias y hasta en posiciones irreconciliables. Lo cierto es que
esto puede evitarse, si aprendemos a manifestar nuestro desagrado de manera
respetuosa y sincera.
Lo más difícil es detener la aceleración de nuestros pensamientos y
reflexionar acerca de nuestras actitudes y modos de accionar que favorecen las
situaciones traumáticas por las que atravesamos. No nos sorprende que la
mayoría de los pensamientos que nos invaden sean muy parecidos a los de los
otros, esos a los que acuso y desestimo. Sus miserias se parecen a las
nuestras.
Pero en su gran sabiduría Dios nos capacita para perdonar y pedir perdón,
palabras claves que rompen las cadenas del corazón, solo cuando entendemos que
cada día nosotros necesitamos el perdón de Dios a causa de nuestro pecado,
nuestro corazón se compadece como el de Él y otorgamos el perdón a otros.
Nuestra dureza nos condena a permanecer encadenados al dolor y al pasado. Dios
nos sacó del reino de las tinieblas a su luz admirable, no es necesario que
sigamos atados a los recuerdos y dominados por las heridas, porque fuimos
llamados a libertad. Este es el día.
Señor sáname y seré sano, rompe mis
cadenas. Quiero ser libre del enojo. Pido perdón y perdono, estoy cansado pero
renueva mis fuerzas.
Marta Yurquina de Biondi
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