Días vendrán en que desearéis ver uno sólo de los días del Hijo del
hombre y no lo veréis’. (Lucas 17:22)
PRESENTACION
¿No nos dice la Biblia que Jesús era el Hijo de Dios? ¿Cómo puede ser Jesús
también el Hijo del hombre?
Esta pregunta no ha perdido vigencia a lo largo de los siglos y aún hoy
seguimos preguntándonos a qué se refería Jesús cuando se describía a sí mismo
como ‘Hijo del hombre’. Dicha expresión es la más utilizada para referirse a
Jesús en el Nuevo Testamento, donde aparece en muchas ocasiones, sesenta y seis
de las cuales están en los Evangelios.
El estudio del sentido de esta expresión tiene gran importancia puesto que
el término ‘Hijo del hombre’ fue usado por el propio Jesús para referirse a sí
mismo. Sin embargo no sabemos si se trata o no de un título de Jesús, así como
si puede arrojar alguna luz sobre lo que Jesús pensaba de Él mismo, lo cual
trataremos de aclarar en el presente estudio.
HIJO DEL HOMBRE
El título ‘Hijo del hombre’ procede del Antiguo Testamento,
concretamente del libro de Daniel, donde narra la visión que tuvo una noche el
profeta: ‘Yo seguía mirando, y en la visión nocturna vi venir sobre las
nubes del cielo a uno como hijo de hombre, que se dirigió hacia el anciano y
fue presentado ante él. Le dieron poder, honor y reino y todos los pueblos,
naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino no
será destruido’ (Daniel 7:13-14).
Cuando el profeta Daniel pidió explicación de esta visión, obtuvo la
siguiente respuesta: ‘Pero los santos del Altísimo recibirán el reino y lo
poseerán por los siglos de los siglos’ (Daniel 7:18). Aquí el texto de
Daniel contempla tanto a una persona individual como al pueblo en general.
Parte del libro de Daniel está escrito en arameo y otra parte en hebreo.
El compilador final de la obra unió el texto hebreo con el arameo y añadió
ciertos pasajes que hacen alusión a la profanación del Templo por parte de
Antíoco IV Epífanes (174-163 a.C.), lo cual permite datar la compilación del
libro entre el 163 a.C. y el 165 a.C.
Cuando Jesús utiliza el título ‘Hijo del hombre’ para referirse a sí
mismo, recurre a una expresión proveniente de la tradición del Antiguo
Testamento, presente también en los libros apócrifos del judaísmo. Pero es
necesario resaltar que la expresión ‘Hijo del hombre’ es la traducción del
arameo ‘bar emash’ y del hebreo ‘ben adam’ que en el arameo de la
época de Jesús se había convertido en el término ‘bar aenas’, que
simplemente indicaba ‘hombre’, o sea, un ser que pertenece a la raza
humana.
Por ello al referirse a sí mismo como ‘Hijo del hombre’, Jesús logró
casi esconder tras el velo del significado común, el significado mesiánico que
tenía el término en la enseñanza profética, aunque las afirmaciones sobre el
‘Hijo del hombre’ aparecen tanto en el contexto de la vida terrenal como de la
Pasión de Cristo, lo cual también se relaciona con su elevación escatológica.
Si en su condición de ‘Hijo de hombre’ Jesús realizó en su vida, pasión,
muerte y resurrección el plan mesiánico profetizado en el Antiguo Testamento,
al mismo tiempo asume con este mismo título el lugar que le corresponde entre
los hombre como hijo de una mujer, María, mediante el cual Él es ‘Hijo de Dios’
al mismo tiempo que ‘del hombre’.
Por lo tanto, la identidad del ‘Hijo del hombre’ se presenta en un
aspecto como representante de Dios y anunciador del Reino de Dios, quien llama
a la conversión. Pero por otra parte comparte con los hombres su condición
terrena y sus sufrimientos con el fin de redimirles y salvarles de acuerdo al
designio del Padre, tal y como dijo el propio Jesús en su diálogo con Nicodemo:
‘Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado
el Hijo del hombre para que todo el que crea tenga en Él la vida eterna’
(Juan 3:14-15).
EL PUNTO DE VISTA
JUDIO-MESIANICO
En la literatura apocalíptica del profeta Daniel, la expresión ‘Bar-‘enash’
significa ‘aquel que posee los atributos de Adán’; esto es, sin pecado,
incorruptible e inmortal, como lo fue Adán antes de ser expulsado del Jardín
del Edén. Cuando Yeshua (Jesús) acepta poner su vida como expiación por el
pecado, se desprende voluntariamente de tales atributos y viene a ser el Siervo
sufriente de Adonay (Dios). Por consiguiente, el legítimo título de ‘Hijo del
hombre’ que Jesús utilizó para anunciar que debía poner su vida terrena en
expiación por los pecados del pueblo y, posteriormente, vencer al pecado y a la
muerte mediante su Resurrección de entre los muertos para nunca más morir, era
el anuncio de su regreso al Padre como ‘gavilla mecida’ (Re’shit, Lv.
23:10).
EL PUNTO DE VISTA CATOLICO
Según los teólogos católicos el libro de Daniel pertenece a la Tanaj
judía, el Canon hebreo, y al Ketuvim, la sección de los Escritos, dio lugar al
uso de la expresión ‘Hijo del hombre’ aplicado al Mesías esperado por el pueblo
judío.
El mismo término es aplicado por los evangelistas en sentido mesiánico a
Jesús de Nazaret, y aparece en el relato de la Pasión que sirve de fuente a los
Evangelios sinópticos, por lo cual es anterior al año 70 d.C., año en que suele
fecharse el de Marcos que, según los expertos, es uno de los relatos más
antiguos de los Evangelios: ‘Entonces se levantó el Sumo Sacerdote y le
dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti? Pero Jesús
callaba. El Sumo Sacerdote le dijo: Te conjuro por Dios vivo que nos digas si
tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Dícele Jesús: Tú los has dicho. Pero os
digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del
Poder y viniendo sobre las nubes del cielo’ (Mateo 26:63-64).
EL SECRETO MESIANICO
Una de las características del evangelio de Marcos es la frecuencia con
la que Jesús ordena a ciertos personajes que guarden silencio y no desvelen a
nadie su identidad. Es un hecho indiscutible que el evangelio de Marcos, de
manera mucho más acentuada que los demás sinópticos, ha destacado el secreto
con que Jesús ha querido encubrir su mesianidad durante su vida terrenal.
Jesús ordenaba que no dijeran a nadie que hacía milagros o cuando
alguien confesaba que Él era el Mesías. Es lo que actualmente conocemos como
‘el secreto mesiánico’.
En variadas y diferentes circunstancias, Jesús manifiesta el deseo,
incluso da una orden expresa, de que no se divulguen actos suyos que darían
lugar a que fuera reconocido como Mesías. Es un aspecto de la narración
evangélica que se presta a interpretaciones subjetivas, pero que no podemos
obviarlas porque están ahí. Esta continuada actitud de Jesús es lo que ha
venido a llamarse por los comentaristas el secreto mesiánico, lo cual es citado
en varias ocasiones en el evangelio de Marcos:
.- Después de curar un leproso, "Jesús le despidió ordenándole
severamente: mira, no digas nada a nadie" (Marcos 1:43-44).
.- Después de curar numerosos enfermos, "Él les mandaba
enérgicamente que no lo descubrieran" (Marcos 3:12).
.- Después de la resurrección de la hija de Jairo, "les insistió en
que nadie lo supiera" (Marcos 5:43).
.- Después de curar a un sordomudo, "Jesús les mandó que a nadie se
lo contaran" (Marcos 7:36).
.- Cuando Pedro le dice que es el Cristo, la reacción de Jesús es la
misma, "les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él"
(Marcos 8:30).
¿Cuál era la intención de Jesús al querer imponer un círculo de silencio
en torno a su persona? Esta actitud entra en clara contradicción con la misión
que encargará después de la resurrección: "id por todo el mundo y predicad
el evangelio a toda la creación" (Marcos 16:15). La explicación de esta
doble actitud no está expresamente consignada en el relato evangélico, sino que
la hemos de deducir de ciertas pistas indirectas.
El tema ha sido objeto de estudios específicos. La opinión más
generalizada apunta a las expectativas que los contemporáneos de Jesús tenían
depositadas en el Mesías, expectativas que no coincidían con la conciencia que
el propio Jesús tenía de su misión. La divulgación anticipada de su fama y de
su prestigio habría de provocar una reacción popular o de grupos minoritarios,
que alterarían el curso de su vida. El proyecto de Jesús no coincidía con las
expectativas mesiánicas de muchos de sus contemporáneos. La idea mesiánica de
la generación contemporánea de Jesús estaba vinculada al triunfo político y
social de la nación judía, con el que recuperaría el poder y la autonomía que
tuvo en los antiguos tiempos de David. Este proyecto no tenía nada que ver con
las intenciones de Jesús.
Marcos, a través del secreto mesiánico, manifiesta la contradicción de
estas dos concepciones. La gente y los mismos discípulos empujaban a Jesús
hacia un mesianismo político, pero Jesús lo rechazaba claramente. Jesús no
quiso ser reconocido como el Mesías e impidió manifestarlo antes de tiempo. El
motivo es que tiene que obedecer antes que todo al plan de Dios. Marcos quiere
dejar claro que en la obediencia de Jesús a la voluntad del Padre está
implícita su libertad personal: Jesús padeció porque así lo quiso.
Por otra parte no podemos ignorar las órdenes de silencio dadas por
Jesús. En ellas se transparenta la creencia del evangelista o de la comunidad
primitiva de que la auténtica personalidad y proyecto de Jesús sólo podían ser
comprendidos después de su muerte y resurrección.
A lo largo de la lectura del evangelio de Marcos se pone de relieve que
Jesús no compartió nunca un mesianismo triunfante, ni antes ni después de la resurrección.
Por esto hay ciertas manifestaciones que intentan envolver en la gloria y en el
éxito la figura de Cristo, pero que no son coherentes con lo que era su idea de
la evangelización del mundo: "Anunciar el evangelio a los pobres,
proclamar la liberación de los cautivos, dar la vista a los ciegos, y la
libertad a los oprimidos" (Lucas 4:17-19). Todo esto hecho desde la base,
no desde el poder.
CONCLUSION
El término ‘Hijo del hombre’ es una expresión que nos dice mucho sobre
el Mesías y su misión. Sus raíces en el Antiguo Testamento pueden mostrarnos la
versatilidad y significados completos. Además, este título nos eleva a los
humanos mortales a una promesa gloriosa para estar junto al Padre.
Entonces, ¿quién es el ‘Hijo del hombre? No hay duda alguna de que es
Jesucristo, quien conquistó al mal y que ahora está en el Cielo ejerciendo su
poder sobre todas las naciones de su reino universal: ‘Con esto, el Señor
Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de
Dios’ (Marcos 16:19).
‘Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él,
le dijo: ¿Tú crees en el Hijo del hombre? Él le respondió: ¿Y quién es, Señor,
para que crea en Él? Jesús le dijo: Le has visto; el que está hablando contigo,
ése es. Entonces dijo él: Creo, Señor. Y se postró ante Él” (Juan 9:35-38)
Agustín
Fabra
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