domingo, 9 de noviembre de 2014

EL TEMPLO DE DIOS


"Como se acercaba la fiesta de la Pascua de los judíos, Jesús fue a Jerusalén; y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los que tenían puestos donde cambiar el dinero. Al ver aquello, Jesús hizo un látigo con unas cuerdas y los echó a todos del templo, junto con las ovejas y los bueyes. Arrojó al suelo las monedas de los cambistas y les volcó las mesas. A los vendedores de palomas les dijo:

– ¡Sacad eso de aquí! ¡No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre!

Sus discípulos recordaron entonces la Escritura que dice: “Me consumirá el celo por tu casa.”

Los judíos le preguntaron:

– ¿Qué prueba nos das de que tienes autoridad para actuar así?

Jesús les contestó:

– Destruid este templo y en tres días lo levantaré.

Le dijeron los judíos:

– Cuarenta y seis años tardaron en construir este templo , ¿y tú vas a levantarlo en tres días?

Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo. Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús."

Celebramos hoy la consagración de la primera iglesia de Roma, la de Letrán. Curiosamente lo hacemos con un evangelio en el que vemos a Jesús diciendo que habían convertido el Templo en un mercado. ¿En qué hemos convertido las iglesias hoy? Quizá tenemos tantas estatuas, cuadros, adornos, dorados, ornamentos...que no le hemos dejado sitio a Dios. ¿Nuestras iglesias son la casa del Padre? ¿Son el lugar en el que nos acogemos unos a otros como hermanos? Los templos no tienen ningún sentido, si no son un lugar de encuentro con el Padre y un lugar para vivir plenamente la comunidad.
Lo importante es el final del texto. Ahí Jesús nos dice que su Cuerpo es el verdadero templo. Y si consideramos que entre todos formamos el Cuerpo de Cristo, donde debemos buscar a Dios, es en nuestro interior y en el de los demás.
Nos encontramos en un mundo que hemos convertido en un mercado global. Un mundo en el que el dinero es quien manda y domina a los hombres. Necesitamos espacios de gratuidad, de solidaridad y de amor. Empecemos por hacer de nuestro corazón ese lugar de encuentro y lograremos que las iglesias también lo sean.

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