Ambos dos últimos términos son antitéticos…. Pero en ambos, humildad y
soberbia se entrelazan entre sí, como la compasión que es un sentimiento humano.
La humildad como sabemos es la reina de las virtudes, ninguna está por encima
de ella y ninguna es tan apreciada por nuestro Creador como lo es ella. Por el
contrario la soberbia, es la reina de los vicios, y ninguno de ellos es tan
repugnante para nuestro Creador como lo es la soberbia. En la Biblia se puede
leer: “…, el origen de todo
pecado es la soberbia, y el comienzo de la soberbia del hombre es apartarse de
Dios”. (Ecl
10,15). En
cuanto a la humildad, bien claro que el Señor nos dejó dicho: “12 El que se
ensalzare será humillado, y el que se humille será ensalzado”. (Mt 23,12).
Al ser la
humildad la antítesis del orgullo, resulta de todo punto lógico que nadie puede ser al mismo tiempo humilde
y soberbio, media una incompatibilidad absoluta. Si llegamos a encontrar un
orgulloso, que por razones de conveniencia, presuma de ser humilde, pensemos
enseguida en el refrán que dice: “Dime de que presumes y te diré de que careces”. Y sin embargo hay situaciones en la vida humana
en las que pueden coincidir el humilde y el orgulloso al tener los dos un mismo
sentimiento, de una determinada categoría. En este caso, tomemos por ejemplo la
compasión.
Todos
podemos sentir compasión en determinamos momentos de nuestra vida, ante la
situación de un ser vivo o de una persona. Hay personas que por tener un
temperamento muy emotivo, la compasión le se le genera, no solo ante la
situación de una persona, sino también ante la situación de un animal. Porque
el avance del sentimiento general humano, haciéndose más compasivo, es
indudable si miramos hacia atrás, en siglos pasados en los que la compasión
hacia los animales era muy similar a la que se tenía sobre las personas, es
decir casi nada.
Más de una
vez, me he hecho la pregunta, acerca del progreso del Reino de Dios en este
mundo, si este está progresando o no. Porque a la vista de la cantidad de
guerras que tenemos, las muertes y sufrimientos que estas generan. Por otro
lado actualmente tenemos otro grave problema, que es el de la desigualdad en
este mundo donde millones de seres crecen raquíticamente por desnutrición,
mientras que si salimos a la calle vemos a otros que les rebosan las carnes y
solo piensan en dietas de adelgazamiento que de nada les sirven, porque se algo
queremos es necesario que luchemos por ello y eso implica sacrificio y nadie
tiene intención de sacrificarse por nada ni por nadie. El problema no es ya
tanto la desigualdad entre clases sociales en un país rico, como el problema
entre países ricos países pobres.
Pero a pesar
de todo el Reino de Dios avanza lentamente porque avanza, el valor de una vida
humana que hoy en día es muy superior, a lo que este era, hace 1000 o 2000
años. No se ha suprimido en el mundo totalmente la pena de muerte, pero cada
vez hay menos comunidades nacionales, con la pena de muerte vigente. Existe
hambre en el mundo, pero también existía en mayor número en otras épocas. La
esclavitud lacra de siglos pasados, prácticamente es inexistente. Pero a lo que
me quería referir es al aumento del sentimiento de compasión humana. Si miramos
para atrás, recordaremos los circos romanos, donde se presentaban repugnantes
espectáculos acerca de la muerte de personas y animales. Hoy en día sería
incomprensible que esto sucediera, aunque me veo obligado a recordar, que en el
año 1936 se llegó a torear en una plaza de toros a sacerdotes que a la vista de
la actitud de ellos a morir por Cristo, se les llegaron a clavar banderillas de
fuego, antes de asesinarlos, como era la costumbre de clavársela a los toros que
salían mansos y no embestían a gusto de los espectadores. Aunque no soy
aficionado a los toros, creo que esta costumbre ahora no existe.
La compasión puede ser de varias clases, esencialmente de dos clases una
real nacida de un sentimiento emotivo del alma que lo tiene y otra fingida, que
generalmente tiene un carácter peyorativo por el que la manifiesta. Es el caso
del clásico envidioso, que siempre ha tenido envidia del dinero y la posición
socia de su jefe, el cual sufre un revés económico en su vida y lo pierde todo.
Es en este caso cuando el empleado se lamenta va diciendo hipócritamente:
¡Pobre hombre lamento que se haya quedado sin nada, pero era de esperar, porque
su negocio estaba muy por encima de sus posibilidades! ¡Dios a cada uno nos
pone en su sitio! Como se puede ver esta es un tipo de compasión, esta
expresada con una lengua de víbora.
Un ejemplo de auténtica compasión, a encontramos en los evangelios, en
la parábola del Buen samaritano Nos dice el Señor: 30 Tomando Jesús la palabra dijo: “Bajaba un
hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le
cargaron de azotes y se fueron, dejándole medio muerto. 31 Por casualidad bajó
un sacerdote por el mismo camino, y, viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un
levita, pasando por aquel sitio, le vio también y pasó delante. 33 Pero un
samaritano que iba de camino llegó a él, y, viéndole se movió a compasión; 34
acercándose, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le hizo
montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él. 35 A la
mañana, sacando dos denarios se los dio al mesonero y dijo: Cuida de él, y lo
que gastares, a la vuelta te lo pagaré. 36 ¿Quién de estos tres te parece haber
sido prójimo de aquel que cayó en poder de ladrones? 37 Él contestó: El que
hizo con él misericordia. Le contesto Jesús: Vete y haz tú lo mismo”. (Lc 10,
25-37).
En esta parábola, el Señor nos menciona el
término misericordia, sin que mediase aquí nada a perdonar. El término
misericordia tiene aquí un sentido compasivo, ser misericordioso, con los demás
sin que tengamos nada que perdonarles. El empleo aquí, del término misericordia
por parte del Señor, tiene un sentido compasivo, pues no fueron misericordiosos
los que pasaron de largo, ante el cuerpo apaleado del que fue objeto de robo de
los ladrones, y si fue misericordioso, el Samaritano.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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